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A la mitad del foro

Retorno del Estado rector

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El 13 de marzo, José Luis Preciado, coordinador del PAN en el Senado, informó que dejaron la mesa de negociación de las leyes secundarias en materia energética hasta que se aclaren y deslinden responsabilidades en el caso de la empresa OceanografíaFoto Luis Humberto González
E

n medio del escándalo de Oceanografía y de la Línea 12 del Metro, los partidos Acción Nacional (PAN) y de la Revolución Democrática (PRD) acudieron a los usos y costumbres de la vieja oposición que aspiraba al monopolio; y de la transición que marcha al compás de los cangrejos, de la mano de la izquierda atrapada por las luchas tribales y el apetito insaciable de cuando engorda el Quijote. Los huérfanos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) volvieron de la mano de los panistas que cambiaron la brega de eternidad por el fraude sin límites y la colusión de cómplices que aspiran a la absoluta impunidad.

Y la nota roja se mantuvo firme en primera plana y en los primeros planos de la televisión. Los grupos armados de autodefensa disputan los territorios de los Caballeros templarios y el apoyo acrítico del gobierno federal; del comisionado, jefe político porfiriano, negociante de mesas redondas que topa con una sorpresa en cada reunión de grupos a los que conoce de oídas, o por lo que alcance a leer entre líneas de los informes del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), el Ejército, la Marina y la Procuraduría General de la República. Nazario Moreno, El Chayo, el más loco, líder y prior de los templarios, murió al enfrentarse a balazos con un cuerpo armado de marinos. El gobierno de Felipe Calderón anunció hace años su muerte, proclamó la victoria de las fuerzas del orden, a quienes milagrosamente se les escapó el cadáver. Los restos del Chayo ya fueron entregados por las autoridades a sus deudos en Morelia.

Entre muertos que han tenido que volver a matar y la impúdica exhibición de Oceanografía, milagrosa empresa que integró la mayor flota naviera al servicio de Petróleos Mexicanos (Pemex); contratos por miles de millones de dólares y créditos multimillonarios de Banamex-Citibank, obtenidos con firmas y documentos falsificados que pasaron entre brumas, a pesar de que el director de Pemex era experto en finanzas y dilecto alumno de Francisco Gil, el secretario de Hacienda del cero déficit. Hágase la austeridad en los salarios y prestaciones de los trabajadores de Oceanografía. Campeche tiene vieja relación con los piratas. El de Oceanografía recibió patente de corzo de manos panistas. Citibank denunció el fraude y en México hubo presurosas declaraciones: Pemex no había padecido daño alguno, dijeron. Pero compareció ante el Congreso de la Unión el director de Pemex, Emilio Lozoya, y se supo que Mario Alberto Ávila firmó el 5 de diciembre de 2012 una adenda por 100 millones de pesos a favor de su paisano, cuando ya no era funcionario de Pemex.

El senador Roberto Gil, sinaloense y joven turco del calderonismo guerrero y mercader, alzó la voz en el Senado para denunciar que el fraude de Oceanografía se había cometido en este sexenio, con el PRI de vuelta en el poder. Cara al sol y la camisa abierta, los panistas de los 12 años de ausencia juraron que no debatirían las iniciativas de leyes reglamentarias de la reforma energética. Jorge Luis Preciado, coordinador de los senadores del PAN, adelantado de Gustavo Madero, dijo que no volverían a la mesa hasta que se aclare el sucio asunto de Oceanografía y el gobierno federal se oponga a sus propios proyectos, en aquello que preservara la rectoría del Estado.

Nadie aclaró si se trata de mesas de ruleta o de otros juegos de azar. Pero la suerte está echada. Gustavo Madero y Ernesto Cordero contienden por el liderazgo nacional del PAN. El descendiente del Apóstol de la Democracia ha sido indiciado por presuntas ligas con los negocios de apuestas; en los escándalos de los casinos cuyo número se multiplicó geométricamente en los 12 años de ausencia. Y los compañeros de Cordero son de la falange fiel a Felipe Calderón; saben que Mario Ávila, el que firmó la adenda cuando ya no era funcionario de Pemex, fue pieza clave del vertiginoso ascenso de Oceanografía, a partir de que Felipe Calderón lo designó subdirector de Servicios Marítimos de Pemex.

Mario Ávila fue candidato a gobernador de Campeche. Perdió, pero siguió en la cercanía que da influencia, gracias a su amistad con la familia de Juan Camilo Mouriño, el favorito de Palacio fallecido en trágico accidente aéreo cuando era secretario de Gobernación. Ausencia del Estado, pero sólida ambición y febril pasión de mandar. Y la inmediata conversión del partido conservador de la vía legal, en partido de ultraderecha dispuesto a servir a los dueños del dinero, al imperio del capitalismo financiero; hacer privados los bienes públicos, desechar la política social y suplirla con el sucedáneo filantrópico. De gerentes a socios de la opacidad empresarial; de inquisidores a cómplices de priístas dispersos y entreverados con los oligarcas, criaturas del neoliberalismo de la era Reagan-Thatcher.

Dos escándalos. Miles de millones en contratos otorgados por complicidad o como favor político. A cuenta. En los veneros del petróleo y en el Metro de la ciudad capital. Y la violencia que no cesa. Y la incredulidad, la suspicacia de los ciudadanos que ven el retorno del Estado regulador, el impacto de la reforma de telecomunicaciones y la disputa desatada en las alturas de los monopolios, duopolios, o agentes económicos preponderantes, conforme a la resolución del Instituto Federal de Telecomunicaciones: licitación de dos nuevas licencias de televisión abierta, facultades del organismo regulador para ordenar que los agentes dominantes deben compartir su infraestructura con los competidores, y que no podrán contratar en exclusiva eventos de gran audiencia.

Nadie, o casi nadie, atendió a lo dicho por Enrique Peña Nieto el primero de diciembre de 2012: restablecer la rectoría del Estado. Por lo visto, era en serio. Aunque nadie parece dispuesto a concederle un ápice de credibilidad. Salvo los señorones del capital preponderante. Y los oligarcas ya combaten la regulación de los ferrocarriles. El enigma se complica al ver que ese retorno vino acompañado de la renovada presencia de México en el olvidado mundo de la política exterior; y la aceptación de los gobernantes de la América nuestra. Volver al mundo de a economía global sujeta a la austeridad en el gasto público, condenado a la desigualdad intolerable, a la concentración de la riqueza en el uno por ciento y la proliferación de la pobreza entre la enorme mayoría de la población del mundo.

Aquí pasó lo de siempre. Actores y espectadores en espera de nuevas revelaciones, de que los autores de fraudes y del implacable saqueo de la nación sean llevados ante un juez y sometidos a debido proceso. Los partidos del Pacto buscan cómo capitalizar los escándalos; la lucha por el poder, por la acumulación de capitales. Para servir a los dueños del dinero; fingir que se gobierna en constante debate en el vacío, o en la fuga hacia adelante de quienes ceden a la disidencia, auténtica o burdo instrumento para participar en el saqueo.

Con la mirada fija en las elecciones federales de 2015, el PRI apenas resiste la tentación del triunfalismo, impávido ante la inmovilidad de la economía. El PAN pone en campaña maderista a Rafael Moreno Valle, gobernador de Puebla en pleno futurismo; Guillermo Padrés, de Sonora, empantanado en aguas de los yaquis; Miguel Márquez a la sombra del Sombrerete; Kiko Vega, recién llegado a Baja California. El PRD simula buscar la unanimidad que reclama Cuauhtémoc Cárdenas; dispone de Arturo Núñez; confía en que Graco Ramírez se sobreviva a sí mismo, y calla ante la mansedumbre con la que Gabino Cué Monteagudo cede el poder y ha renunciado a gobernar, a cambio de nada.

Democracia sin adjetivos y gobiernos sin objetivos. A menos que la estadística les obsequie inusitada gloria. Como a César Duarte con los cero secuestros en Chihuahua.