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Académicos, escritores y periodistas encomian la fructífera trayectoria del filósofo

Reconocen la entrega sin reservas de Luis Villoro a la causa zapatista

Con pasión, acompañó las experiencias de dignidad de los indígenas rebeldes de Chiapas, señalan

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Luis Villoro (en imagen de noviembre de 2003), pugnaba por futuros cada vez más incluyentes, dice el filósofo Carlos Pereda, pues con atención escuchó las voces que volvieron a hacer oír movimientos sociales como el zapatismo en el sureste mexicanoFoto La Jornada
 
Periódico La Jornada
Viernes 7 de marzo de 2014, p. 4

Con motivo del fallecimiento del filósofo Luis Villoro Toranzo (1922-2014), escritores y académicos expresan a La Jornada una diversidad de opiniones sobre el investigador emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)

El poeta Hugo Gutiérrez Vega señala que con el deceso de Luis Villoro muere un filósofo, un historiador, un intelectual de izquierda comprometido y honesto, pero, sobre todo, un maestro generoso y lleno de bondad.

A su vez, el filósofo Carlos Pereda indica: “La noble, nobilísima presencia de Luis Villoro entre nosotros –el filósofo, el maestro– con frecuencia me trajo y me trae a la mente la figura de Ulises. Pero a diferencia de Vasconcelos, que fue un Ulises de la resistencia y, tal vez más, de la pérdida, en Luis Villoro encuentro un Ulises que, aunque por supuesto sabe de resistencias, ante todo es un Ulises del recomenzar.

“Atendamos apenas un momento su largo viaje por la vida y por el pensamiento –que en él constantemente estuvieron mezclados con buena mezcla–. Se conoce: Luis Villoro partió de preocupaciones urgentes del México de su juventud, esa turbulenta y esperanzadora primera mitad del siglo XX; dan testimonio de ello sus estudios acerca de la ideología de la Independencia y sobre los grandes temas del indigenismo.

“Sin embargo, pronto Villoro aparentemente dejó de lado esas urgencias y se lanzó hacia el peligroso mar –no exagero con el adjetivo– del pensamiento más abstracto. Al respecto, recordemos sus estudios en torno a Husserl y la fenomenología, la estupenda monografía sobre Descartes y, sobre todo, su libro Creer, saber, conocer, una originalísima teoría del conocimiento en la más rigurosa tradición analítica.

“No obstante, por valiosas que sean esas obras, y lo son en alto grado –acaso la última sea uno de los mejores libros de filosofía sistemática escritos en lengua castellana– no eran para Villoro más que rodeos. Porque el navegante Luis Villoro nunca partió pensando no volver.

“Así, los siguientes libros El poder y el valor, Estado plural, pluralidad de culturas o Los retos de la sociedad del porvenir vuelven a sus preocupaciones del comienzo, pero no para mirar atrás y lamentarse, sino para recomenzar: para pensar futuros cada vez más incluyentes –escuchando con inmensa atención, por ejemplo, las voces que volvieron a hacer oír movimientos sociales como el zapatismo.

Precisamente, a ese imperativo, en medio de las peores catástrofes con lucidez y arrojo, saber recomenzar, es a la patria a la que nunca dejó de regresar Luis Villoro y a la que hoy, más que nunca, él nos invita a volver.

Deuda inmensa

Los periodistas Gloria Muñoz y Hermann Bellinghausen, colaboradores de La Jornada, conocieron muy de cerca el compromiso del filósofo y maestro con la causa indígena en Chiapas.

“Don Luis Villoro –dice Muñoz– se fue digno y consecuente, como lo fue toda su vida. Sabio y humanista, un hombre de izquierda hasta el final, en los últimos años dejó de confiar en todos los partidos políticos y se entregó sin reservas a la causa zapatista que, explicaba él, pone en práctica la democracia comunitaria.

“En uno de sus últimos textos titulado El concepto de revolución, don Luis nos regala un ensayo que no deja lugar a dudas sobre el lugar en el que colocó sus convicciones: ‘En las Juntas de Buen Gobierno los representantes, hombres y mujeres, son electos por toda la comunidad, con independencia del poder nacional central. Los representantes funcionan de manera rotativa, revocable y están sujetos a la rendición de cuentas periódicamente. Esa es la democracia directa, más allá de la partidocracia’.

Se podría decir que don Luis se fue contento, en la compañía de Fernanda Navarro, una gran mujer, otra filósofa y zapatista, con la que compartió la belleza de la lucha y de la vida. Nos deja un gran vacío. Pobres de nosotros, que nos quedamos más solos sin su presencia y pensamiento.

Bellinghausen apunta: “Son excepcionales, por desgracia, las vidas que construyen toda una obra intelectual de manera coherente y progresiva, sin claudicar, traicionarse ni distraer sus pasos primordiales.

“Desde que a fines de los años 40 del siglo XX el grupo Hiperión, al que pertenecía Luis Villoro, se propuso comprender la historia y la cultura nacionales con categorías filosóficas, Luis emprendió una tarea que sólo la muerte logró interrumpir.

“En 1950, a los 28 años, publica Los grandes momentos del indigenismo en México, aún antes de que el indigenismo institucional diera sus mejores frutos. Allí adelanta Villoro la visión humanista que permitiría, en las décadas siguientes, el despertar de los pueblos indios, y en consecuencia el fin del indigenismo como doctrina mestiza y la conquista por los pueblos de sus vidas, territorios y gobiernos propios.

“Y desde entonces él acompañaría, con un compromiso apasionado, las experiencias de dignidad de los rebeldes mayas zapatistas. Así, no sólo rastreó las tres momentos iniciales y luego acompañó el digamos cuarto y último momento del indigenismo hasta su deterioro terminal con el salinismo, sino que participó con inteligencia crítica, valentía política y bondad justiciera en la resistencia y la dignidad de los pueblos indígenas al cambiar el milenio.

“Hace seis décadas ya hablaba de ‘lo indígena manifestado por la acción y el amor’. En ello creció hasta sus últimos días. Una vida plena y completa la suya. La deuda, inmensa, es toda nuestra”.

Por publicar sus obras completas

A las exequias, efectuadas en la funeraria Gayosso de Félix Cuevas, en el sur de la capital del país, la noche del miércoles llegaron el ex candidato presidencial Cuauhtémoc Cárdenas, el rector de la UNAM, José Narro Robles, y el director del Fondo de Cultura Económica (FCE), José Carreño Carlón.

También acudieron las escritoras Elena Poniatowska y Margo Glantz.

Carreño Carlón opina que Luis Villoro nos deja 60 años de pedagogía, de la libertad, y desde luego de la filosofía. Una pedagogía de la vida, de la vida entendida también como ética política.

“Hay un libro en el FCE que es de los fundamentales que se llama El poder y el valor. Deja una obra rica y variada, si la dividimos en dos aspectos absolutamente clásicos. Todo su trabajo sobre Los grandes momentos del indigenismo en México, que es un libro clave, o El proceso ideológico de la revolución de independencia es toda una elaboración sobre la construcción de la nación mexicana, las ideas e ideología que construyeron a esta nación”, apunta.

De acuerdo con el titular del FCE, hay mucho qué hacer, pues Luis Villoro dejó una obra muy vasta y adelantó que existe la idea de publicar sus obras completas.

“En el FCE a ver si las retomamos, obviamente con la anuencia de la familia, la vamos a buscar. Hay un libro, el más actual de él, que es Los retos de la sociedad por venir con toda la experiencia del zapatismo; Chiapas, y toda la crítica a la organización política occidental una búsqueda de alternativas, en la consensualidad, en la comunidad, que habrá que ver”, agregó.

Ambrosio Velasco, ex director de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, considera que Villoro “es un clásico ya de la filosofía y del pensamiento humanista. Ha habido pocos pensadores en la historia de México que se preocuparon y llegaron a comprender tan profundamente a nuestra nación, sus problemas, sus potencialidades, su grandeza, sus miserias y sus injusticias.

Resaltó que el Luis Villoro de sus primeras obras estuvo preocupado siempre por México y que después desarrolló una filosofía más universal en términos de filosofía francesa, analítica.

“Y regresa en este periplo al estudio de los grandes problemas de México y, sobre todo, a partir de su libro El poder y el valor, después Estado plural, pluralidad de culturas y finalmente su últimas dos obras”.

“Los retos de la sociedad por venir es su obra más espléndida, llena de esperanza, de optimismo y el optimismo de la salvación de México y del mundo entero está en los caracoles, en las comunidades zapatistas.

Tuvo esa grandeza de pensamiento para volver a las raíces profundas al pensamiento indígena y encontrar ahí la esperanza de la salvación de México y del mundo entero.

Lección de vida

De Luis Villoro, el historiador Enrique Florescano señala: “Maestro, profesor extraordinario y carismático de muchas generaciones, pensador original, fundador de nuevas maneras de analizar a México y los mexicanos, especialmente a los más desprotegidos.

“Su desaparición nos deja tristes y desolados. Pero queda su obra inmensa, plena de talento, sabiduría, espíritu crítico y hondura.

“Trabajamos juntos en libros colectivos, fue unos de los fundadores de la revista Nexos que me tocó dirigir. Estuvimos unidos en diversas empresas académicas, culturales y sociales. En esta y otras tareas conocí al filósofo penetrante, al pensador comprometido con su universidad, con la sociedad, los indígenas y los sectores populares. Siempre abierto al mundo más allá de nuestras fronteras, analizándolo con lucidez.

“Un intelectual que cumplió su función social en todos los sentidos, con brillantez y perspicacia sin par. Un humanista de verdad, recto, bondadoso, profundamente ético. Para mí, además de profesarle gran cariño y respeto, fue un modelo de vida profesional y moral, un ser humano entrañable e inolvidable. Una lección de vida.