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Cátedra José Emilio Pacheco
E

n la UNAM se va a crear la Cátedra de Lectura José Emilio Pacheco. Así lo anunció el rector José Narro Robles al inaugurar la recién concluida Feria Internacional del Libro que anualmente se realiza en el Palacio de Minería. La intención primaria de esa cátedra será contagiar a nuestros más de 337 mil estudiantes por el gozo de la lectura y la escritura para enriquecer su formación profesional y personal, para hacerlos más conscientes de su lugar en la sociedad y en el mundo. Vamos a convencerlos de que la lectura y la escritura son excelentes caminos a la libertad y la superación.

Entre los muy variados temas para estudiar en la vastísima obra de José Emilio Pacheco está el de hurgar en la producción escrita del personaje acerca de cómo ejerció el gozo de la lectura de libros, la defensa que hizo de ella y la difusión constante que practicó del hábito de leer mediante la sencilla forma de compartir lo que leía, sobre todo en su arrobadora columna Inventario.

En un artículo publicado en el antiguo unomásuno, en el lejano año de 1982 (17 de diciembre), José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis arguyeron en su escrito (El derecho de leer) sobre el despropósito gubernamental de pretender gravar con el IVA libros y revistas. Consideraban que la medida tributaria era castigante de una actividad, la lectura, que debería ser protegida dado el panorama desolador por el abandono del Estado a instituciones que deberían contribuir con acervos amplios y disponibles para quienes quisiesen hacer uso de ellos: entre las inmensas carencias nacionales figura la falta de un sistema de bibliotecas públicas con un mínimo de eficiencia y actualización.

En otro artículo (La guerra contra el libro, 29 de agosto de 1983), igualmente publicado en el mismo diario), Pacheco y Monsiváis señalaron que pese a campañas publicitarias por parte del gobierno federal, en las que se encomiaba la lectura, en realidad lo que existía era una silenciosa, aunque muy efectiva, política depauperante, cuyos efectos educativos y culturales obstaculizaban el acceso a libros por parte de la gran mayoría de la población.

Entonces, y hoy, el mensaje realmente existente era que leer libros, revistas y periódicos es para quienes tienen el poder adquisitivo para hacerse de semejantes bienes culturales. Pero aquellos que poseen tal poder en un amplísimo porcentaje no ejercen su capacidad adquisitiva haciéndose de materiales para leer. Porque, como “se ha mitificado su condición secundaria, subalterna, de asunto superestructural […] el placer de la lectura queda ideologizado e inscrito en el mismo nivel que una ida a un centro nocturno muy exclusivo”.

En un escrito más prohijado en conjunto (La política de la lectura, Proceso, 23 de enero de 1984), José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis, además de apuntar sobre la función del Estado para ensanchar las oportunidades de acercamiento de la población a la lectura, enfatizaron la necesidad de un proceso de democratización desde abajo. Esto significaba que en distintas estancias de la sociedad se continuara con iniciativas que vigorizaran el cotidiano placer de leer. Encontraban un vínculo entre la lectura y la creación de ciudadanía: El libro y sus ampliaciones democratizadoras como el periódico y las revistas no tienen sustitutos en lo que se refiere al cultivo y transmisión del conocimiento, al entendimiento de la experiencia ajena, al ejercicio y el disfrute de la imaginación y el humor; así como en lo que respecta a la preservación crítica de las tradiciones y la formación democrática.

Más recientemente (El libro y la rueda, Proceso, 30 de agosto de 2011), José Emilio compartió su experiencia de lector habitual cuando hizo un brillante comentario a las conversaciones de Umberto Eco y Jean-Claude Carri­ere recogidas por Philippe de Tonnac en Nadie acabará con los libros (Lumen, 2010). Inició con una frase de Eco incluida en la obra: El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez que se han inventado no se puede hacer nada mejor. No se puede hacer una cuchara que sea mejor que la cuchara.

Pese a todo, el objeto llamado libro, en papel o formato digital, y contra los profetas que han pronosticado su desaparición, en realidad parece tener mejores horizontes. Señalaba Pacheco que la fotografía no acabó con la pintura, ni el cine con el teatro, ni la radio con los periódicos, ni la televisión con el cine. En vez de hacer que el libro desaparezca, la Internet nos ha regresado a la era alfabética. Creímos haber entrado en la civilización de las imágenes pero la computadora nos reintroduce en la galaxia Gutemberg y todos se ven de nuevo obligados a leer. Para leer es necesario un soporte y este soporte no puede ser únicamente la computadora.

Deseo que la futura Cátedra de Lectura José Emilio Pacheco se enfoque más a difundir el acto de leer por el mero gusto de hacerlo, y menos a disquisiciones sobre por qué se lee tan poco en México. Sería muy aleccionador y estimulante que fuesen invitados escritores y escritoras que compartieran lúdicamente sus experiencias como lectores, las formas en que adquirieron el hábito, discurrieran sobre los libros que los cimbraron.

¿Y la biblioteca de José Emilio? ¿Tiene la UNAM algún plan para adquirirla, alojarla en un recinto especial y abrirla al público para democratizar el acervo tan cariñosamente conjuntado por su propietario? Creo que de hacerlo cumpliría con el generoso espíritu del gran lector que fue José Emilio.