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Fueron creados hace 32 años por Scott Fahlman; ahora son lingua franca

Los emoticones pusieron el corazón a las máquinas

Parecerán torpes e infantiloides, pero en la era de los quick-clicks y los mensajes instantáneos sirven para comunicarnos en una forma que va un paso más allá de lo puramente textual

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Las caritas sonrientes captan la forma platónica de la expresión facial. Son ahora tan endémicas que respondemos a ellas de la misma forma que lo haríamos con un rostro humano que tuviera esa expresión. En las imágenes, Sophia Loren y Marcello Mastroianni en el restaurante Massimo Cafe, localizado en Monterrey, Nuevo LeónFoto Fabrizio León
The Independent
Periódico La Jornada
Viernes 21 de febrero de 2014, p. a11

Tal vez los lectores no conocen al profesor Scott Fahlman, de la Universidad Mellon Carnegie de Estados Unidos, pero, les guste o no, ese experto en computación cambió el cableado mental de todos nosotros. En 1982 estaba escribiendo en el tablero de avisos de una universidad especializada en electrónica y se le ocurrió un comentario en broma acerca de un elevador en el campus. Para que nadie creyera que era una advertencia de peligro real, terminó su letrero con un :-) y sugirió que sus colegas hicieran lo mismo. También promovió :-( como signo de seriedad.

En cuestión de días el símbolo dos puntos-guión-paréntesis se había extendido por el campus, y en un mes había incursionado en la Universidad de Stanford, montado en un mensaje de correo electrónico. Treinta y dos años después, los emoticones son tan ubicuos en línea como Cara Delevingne. Fue como en los días de los barcos de vela, cuando los exploradores llegaban a una nueva isla, se iban y dejaban una colonia de ratas, señala Fahlman. Al extenderse la Internet, también se propagaron las caritas sonrientes.

Con esos tres rasgos, Fahlman cambió el lenguaje, y no sólo eso, sino también la forma en que pensamos. Según un estudio de Owen Churches en el número más reciente de la revista Social Neuroscience, las representaciones pictóricas metacomunicativas de la expresión facial son ahora tan endémicas que respondemos a ellas de la misma forma que lo haríamos con un rostro humano que tuviera esa expresión. Así, envíe a sus amigos un :-) y, mientras lo lean de izquierda a derecha, tocará el mismo timbre en la corteza occipitotemporal del cerebro que una amplia sonrisa en la fisonomía.

Es una pieza notable de investigación, porque revela que lo que empezó como un marcador de broma para programadores de computadora, y durante las dos décadas pasadas fue coto casi exclusivo de adolescentes en el MSN Messenger, ahora se ha vuelto una lingua franca. Tuvo éxito donde el esperanto fracasó.

¿Cómo crecieron tanto los tentáculos de los emoticones? Fahlman lo atribuye a la informalidad de la comunicación moderna. Los emails tienen la informalidad de la conversación. Lo mismo ocurre con los rasgos de sarcasmo que contienen, al igual que en el habla, y es agradable tener una forma compacta de marcarlo.

La cuestión es que ya en el pasado hubo intentos de demostrar un tono emocional en la comunicación escrita. En Francia, en el siglo XIX, el poeta Alcanter de Brahm usó el signo ? para expresar ironía. Nunca ganó el mismo impulso que la creación de Fahlman. La razón, señala Dacher Keltner, profesor de sicología en la Universidad de California en Berkeley, es que nuestra mirada es atraída en forma natural hacia objetos semejantes a un rostro. Lo que los emoticones capturan, señala, es la forma platónica de la expresión facial. Reflejan el movimiento de los músculos del rostro, el cual es un lenguaje no verbal que antecede por milenios al habla. Por razones de supervivencia, evolucionamos para leer rostros y ahora hemos evolucionado –por razones de evitar un momento embarazoso en línea– para leer emoticones.

Sin embargo, como sabe cualquiera que haya observado cómo un meme en Internet desencadena otros 20 mil, nada permanece inalterado en línea durante mucho tiempo. La red vive de la reforma y la reformulación. Y así, el sencillo y elegante emoticono ha crecido hasta convertirse en el emoji, innovación japonesa. Lo más interesante en este género naciente es producido por Pat Brynes, cartonista de The New Yorker.

Byrnes ha producido una aplicación (app) que permite a los usuarios registrarse en sitios en línea y expresar opiniones torciendo la cara de un emoji en su pantalla. Se trata de expresar algo con rapidez, pero con refinamiento, afirma. Es el paso siguiente del emoticono, que nos permite representar gráficamente más matices de expresión. En esencia, sin embargo, es lo mismo: volver a poner el corazón en la máquina.

A algunos, los emoticones y emojis siempre les parecerán torpes e infantiloides, pero en la era de los quick-clicks y los mensajes instantáneos sirven, como muestra el estudio en Social Neuroscience, a un propósito valioso: nos permiten comunicarnos en una forma que va un paso más allá de lo puramente textual. Humanizan nuestra experiencia en línea, lo cual, sin duda, sólo puede ser algo :-) :-).

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya