Opinión
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El salvaje oeste michoacano
E

n el nuevo siglo mexicano, Michoacán se ha convertido en una redición del viejo oeste estadunindense, sólo que en lugar de la ley del revólver de entonces rige ahora la ley del cuerno de chivo.

Hoy como ayer, asistimos a la colonización de un territorio, al despojo de bienes y tierras, al vacío de instituciones de gobierno y, sobre todo, a la redifinición de las fronteras. Ciertamente, muchos de los actores de nuestra época son nuevos, pero otros son los mismos de entonces: mineros, ganaderos, ferrocarriles, forajidos y sheriffes en sus distintas versiones.

La siembra y tráfico de drogas es sólo una pieza más del rompecabezas del salvaje oeste michoacano. La entidad ocupa un lugar central en el mapamundi de las nuevas zonas de influencia planetaria que se disputan China, India, Estados Unidos y Canadá. Las fronteras que están volviéndose a trazar en ese estado están siendo fijadas por la disputa por las materias primas y la pelea por las rutas comerciales.

En Michoacán se localiza el puerto de Lázaro Cárdenas, el de mayor profundidad en México. De allí parte, con rumbo a Matamoros y Nuevo Laredo, en nuestra frontera norte, el más importante corredor comercial del sistema ferroviario mexicano y el más barato eje de transportación entre el Pacífico y el este de Estados Unidos: el Kansas City Southern de México (KCSM).

En la cartografía que retrata los contornos de los nuevos flujos comerciales puede dibujarse una raya que cruza el océano Pacífico y que conecta Lázaro Cárdenas, a punto de convertirse en el principal centro logístico marítimo de América Latina, con Shanghai, el mayor puerto del mundo ( Milenio, 10/2/4). Si en 2008 desde el embarcadero mexicano zarpaban únicamente 1.5 por ciento de las exportaciones de hie­rro a China, a mediados de 2013 salían por allí casi la mitad de las ventas nacionales del mineral al dragón asiático.

Oriente y occidente, costa y costa, y la frontera, han sido unidas por el ferrocarril. El 59 por cierto de la carga por contenedores que llega al puerto lo hace por línea férrea, es decir, a través del Kansas City Southern de México. La empresa, que es conocida como el ferrocarril del libre comercio, obtuvo la concesión de 50 años con el derecho exclusivo de prestar servicios de transporte de carga a lo largo de los primeros 30.

Lázaro Cárdenas se enlaza –como explica la red de jóvenes ante la emergencia nacional– a través de una red multimodal de transporte a un grupo de entidades federativas que en conjunto generan 60 por ciento del PIB nacional. En sus muelles se descargan las materias primas y manufacturas chinas que abastecen el mercado nacional, y los componentes que demandan las modernas plantas de ensamble instaladas en el Bajío, muchas de automóviles y aeroespaciales. De allí parten numerosos productos fabricados en los nuevos enclaves maquiladores. Por el puerto se exportaron el año pasado más de 172 mil coches y se importaron más de 146 mil unidades. A esa aduana arriban los precursores químicos para elaborar drogas sintéticas.

El eje Lázaro Cárdenas-KCSM es vital para descongestionar el movimiento interoceánico de mercancías desde y hacia Estados Unidos. Gracias a él, Washington puede sortear los cuellos de botella del Canal de Panamá y bajar sus costos de transporte entre el Pacífico y el Atlántico.

Nuestro vecino del norte tiene un severo problema orográfico. Sus agrestes montañas provocan que el traslado de mercancías entre oriente y poniente sea particularmente difícil, y el trasporte por tierra, una labor ardua y cara. Como ha explicado Andrés Barreda, casi 80 por ciento de la economía estadunidense está concentrada en su mitad del este. Allí se apiñan riquezas claves, la mayoría de ciudades e industrias estratégicas y una parte sustantiva de su población.

Por el contrario, el oeste es, excepto en la franja costera del Pacífico –particularmente rica en el valle de California–, un territorio no tan vastamente industrializado, aunque cuente con importantes reservas mineras, bosques y las instalaciones balísticas militares más importantes del mundo.

De ahí la extraordinaria importancia del corredor Lázaro Cárdenas-Nuevo Laredo. El traslado de contenedores con ferrocarriles entre los dos océanos a través de México puede resultar más rápido y barato por esta ruta que transitando el territorio montañoso estadunidense.

Michoacán ha adquirido creciente relevancia para China, y no sólo como una cabeza de playa en América del Norte. De allí zarpan toneladas del hierro para satisfacer su sostenido requerimiento de acero, en buena parte extraído y comercializado por la empresa templaria.

De acuerdo con la revista Expansión, varios consorcios del dragón asiático han crecido vertiginosamente en el área. Por ejemplo, la firma china Desarrollo Minero Unificado de México en Lázaro Cárdenas, con más de 30 concesiones en su haber, pasó de tener tres empleados a 600 en el país.

Desde agosto del año pasado, Servando Gómez Martínez, La Tuta, prendió las luces de alarma. En un video alertó: Tenemos una invasión desmedida de chinos. A lo mejor conviene a los intereses de varias corporativas, o no sé. Pero aquí están con nosotros ya. Y esos también traen mafias.

Meses después, declaró a Channel 4: Los chinos tienen la necesidad de negociar o de expandir sus mercados o de crear más fuentes de empleos o de crear más industrias de ellos en otras partes. Los chinos son unas trasnacionales inmensamente grandes. Son harto cabrones. Y precisó: Ningún empresario chino ha sido secuestrado.

John Kerry, secretario de Estado de Estados Unidos, reconoció que su gobierno estaba preocupado con lo sucedido en la entidad y dijo estar listo para tratar de ser útiles.

Son muchas las evidencias que indican que el incendio en el salvaje oeste michoacano está avivado no sólo por el insaciable apetito de una empresa criminal, sino por la guerra soterrada que China y Estados Unidos libran por el control de la cuenca del Pacífico y el acceso a los minerales. Como dice el clásico: ser paranoico no quiere decir que a uno no lo persigan.

Twitter: @lhan55