Opinión
Ver día anteriorMartes 18 de febrero de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
¿Competir o cooperar?: una respuesta evolutiva
E

n su avance, la ciencia como pensamiento crítico ha venido echando abajo numerosos mitos que fueron construidos con fines de dominación por las cúpulas religiosas, políticas o mercantiles, o por la ciencia misma. Hoy comparto con los lectores los resultados más recientes de la investigación sociobiológica. Como veremos, estamos ya ante un nuevo panorama que da sustento científico a los planteamientos de emancipación ecológica y social, y que cuestiona varios de los principales cimientos de la civilización moderna, industrial y capitalista.

Sin intención de menospreciar sus valiosos aportes, el mayor error de los sociólogos ha sido creer que la vida social es un invento humano. Esto es de nuevo expresión de una visión antropocéntrica. Contrariamente a lo pensado, la sociedad como sistema o estructura es una creación biológica, pues hay decenas de miles de especies animales que previamente a la nuestra generaron vida social. Realizando una síntesis del fenómeno de sociabilidad en el mundo animal, E.O. Wilson distinguió en su obra Sociobiología (1975) cuatro pináculos de la evolución social: a) los invertebrados coloniales, formados por corales, medusas, sifonóforos y briozoarios; b) los insectos sociales: hormigas, termes, abejas y avispas; c) los vertebrados, donde abundan los ejemplos en peces, anfibios y reptiles, aves, mamíferos y primates no humanos, y d) finalmente, la especie humana y sus ancestros.

Si la sociedad no es un invento humano, tampoco lo es la política. Toda sociedad que permanece en el tiempo funciona por los mecanismos de organización, control y toma de decisiones. Los conjuntos sociales, sean animales o humanos, pueden ser sistemas jerárquicos o igualitarios, y en cada uno de esos se toman decisiones autoritarias o colectivas, es decir, autocrática o democráticamente. El análisis del comportamiento político de los hominoides revela complicados mecanismos de control, ejercicio del poder, sumisión, alianzas, etcétera, como sucede en las sociedades jerárquicas de los tres primates más cercanos a los humanos: los orangutanes, chimpancés y gorilas. Por ejemplo, entre los chimpancés, que forman tropas de entre 50 y 100 individuos, el grupo siempre es dominado por un macho (denominado individuo alfa), que es predominante sobre todos los otros, seguido por un segundo macho que domina a todos menos al primero, y así sucesivamente. En esta estructura las hembras son siempre sometidas al dominio de los machos*.

Tomando distancia de sus parientes más cercanos (los humanos y los chimpancés compartimos 98 por ciento de los genes), la evolución dio lugar en un periodo de 2 millones de años a sociedades igualitarias: las bandas y tribus. Es decir, la humanización de la animalidad también supuso un salto hacia sistemas sociales donde la cooperación, la sanción a los individuos antisociales, el reparto equitativo de los alimentos y las actitudes altruistas y solidarias marcaron una modalidad que resultó enormemente exitosa en términos evolutivos. Es muy probable que cuando Homo sapiens inició desde África su migración y expansión por el resto del planeta hace unos 60 mil a 70 mil años, la estructura y el funcionamiento de las bandas, como unidades sociales igualitarias, habría estado ya muy consolidada, además del lenguaje y el uso de armas y herramientas. La sujeción, anulación e incluso eliminación de los individuos egoístas o individualistas, corrió a cargo de diferentes tipos de sanciones, aislamiento e incluso su eliminación física. La gran paradoja de la historia es que estos sistemas igualitarios, que equivalen a 98 por ciento de la historia de la humanidad, comenzaron a revertirse hace unos 5 mil años con la aparición de los señoríos, reinos, estados e imperios. La política del paleolítico que significó un gigantesco logro para la humanidad, fue contravenida por un retorno a las sociedades despóticas o autoritarias, con individuos dominantes e individuos sometidos. Y esto alcanza su máxima expresión en las modernas sociedades industriales.

Más allá del intenso bombardeo de propaganda, información sesgada y visiones falsas al cual estamos expuestos permanentemente los ciudadanos del siglo XXI, existen ya diversos aportes derivados de la investigación científica que resitúan la enorme importancia evolutiva y civilizatoria de la cooperación, como fundamento de la sociedad. Ello contrasta con la deificación del individualismo y la competencia que son los valores sobre los que se edifica el mundo moderno. Me ha resultado sorprendente el número, variedad y calidad de las contribuciones científicas en torno a la cooperación, el comportamiento altruista y los mecanismos de reciprocidad que han aparecido en el último medio siglo. Este tema resulta clave para la toma de decisiones, la organización y la gobernabilidad en un mundo amenazado por una especie que hoy alcanza los 7 mil millones de individuos y que hacia 2050 llegará a ¡9 mil millones!

Los estudios sociobiológicos, paleontológicos, arqueológicos y etnográficos*, han revelado que la humana es la especie donde la cooperación de sus miembros ha alcanzado su máximo logro. A estas evidencias se han sumado las investigaciones sicobiológicas, incluyendo la teoría de los juegos*, realizadas con ciudadanos actuales, que parecen sugerir la existencia de un sentimiento innato de cooperación en los individuos. Todo lo anterior contrasta radicalmente con el panorama del mundo de hoy. Sin embargo cuando veo a los dictadores, líderes, arzobispos, magnates, plutócratas, generales y demás fauna que hoy domina al mundo, no puedo sino imaginarme que son simples monos de la clase individuos alfa, que no pudieron ser eliminados como en el pasado más remoto por el resto de los miembros de la especie social. También especulo que un salto hacia el futuro será la recuperación del espíritu de cooperación que hoy yace sumergido bajo la ideología dominante. Las innumerables batallas solidarias y por la emancipación, las luchas de las comunidades y los sindicatos, de los barrios y gremios, las rebeliones de los explotados; las nuevas organizaciones solidarias de economía, alimentos y ahorro, hallan su fundamento en ese rasgo dejado por la evolución social de millones de años que alcanzó su cenit con los seres humanos: la cooperación.

* Para más información, bibliografía y enlaces consulte: www.laecologiaespolitica.blogspot.mx