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Llevan al cine su obra Historias de cronopios y de famas para conmemorar al escritor

A 30 años de su fallecimiento, legiones de lectores siguen a Julio Cortázar

Probó que una literatura atrevida puede volverse clásica, dice el narrador nicaragüense Sergio Ramírez

El 26 del próximo agosto se cumplirá el centenario del autor de Rayuela

 
Periódico La Jornada
Miércoles 12 de febrero de 2014, p. 6

Buenos Aires/Managua, 11 de febrero.

Un escritor juega con las palabras pero juega en serio; juega en la medida en que tiene a su disposición las posibilidades interminables e infinitas de un idioma, decía el argentino Julio Cortázar.

Este miércoles en que se conmemora el 30 aniversario luctuoso del autor de Rayuela, se recuerda en diversos países a quien desarrolló una obra literaria única dentro de la lengua española. Cortázar fijó su residencia en París en 1951, donde desarrolló su carrera literaria y falleció el 12 de febrero de 1984.

Sus magistrales relatos sorprendieron con la introducción de lo fantástico en la realidad cotidiana. Pero fue la gran novela Rayuela la que lo consagró en el ámbito internacional y se convirtió en una de las insignias del boom latinoamericano, con la presencia permanente de lo lúdico y el humor.

Más allá de los debates sobre si predomina en sus diversas facetas el Cortázar fantástico, lúdico o el comprometido con Cuba y Nicaragua, el escritor sigue atrayendo a infinidad de lectores.

Suele suceder que un escritor después de que muere tiene una etapa un poco oscura, y luego si es buen escritor es reconocido de nuevo. Creo que eso está pasando con Cortázar. Por suerte, porque es un gran escritor, afirma Ricardo Piglia, autor argentino.

También Cortázar buscó de manera intensa una renovación del lenguaje y le quitó un manto de solemnidad a la literatura.

El Bolívar de la novela en AL

El escritor –también fallecido– Carlos Fuentes, amigo de Cortázar, lo definió alguna vez como el Bolívar de la novela latinoamericana. Nos liberó liberándose, con un lenguaje nuevo, airoso, capaz de todas las aventuras.

Cortázar fue un apasionado del jazz y el boxeo. También formó parte del Tribunal Russell II, que juzgó y denunció las violaciones a los derechos humanos de diversas dictaduras latinoamericanas. Su compromiso político lo convirtió en un cronopio trotamundos, mientras la junta militar argentina (1976-1983) lo colocaba en las listas negras. Cortázar pasó de ser un emigrado voluntario a un exiliado.

Al autor de Historias de cronopios y de famas le tocó nacer y morir en Europa, en parte por ese azar que a su criterio hacía mejor las cosas que la lógica. Y este año, además de recordar su muerte, celebrará su llegada al mundo hace un siglo, el 26 de agosto de 1914 en Bruselas, donde su padre desempeñaba una misión diplomática.

Cortázar tenía cuatro años cuando su familia regresó a Argentina y poco después su progenitor abandonó para siempre la casa familiar. La infancia y adolescencia del autor transcurrieron en Banfield, suburbio sureño de Buenos Aires, con una enorme afición por leer y escribir.

En 1960 se publicó su primera novela, Los premios, y dos años más tarde, la colección de textos Historias de cronopios y de famas, donde aparecen los cronopios, esos seres desordenados y tibios que obran con rebeldía. En 1963 fue el turno de Rayuela, protagonizada por Horacio Oliveira y la Maga.

En esa época, el escritor viajó a Cuba invitado como jurado del Premio Casa de las Américas. Allí nació su compromiso con las causas latinoamericanas y una estrecha relación con la isla. Años más tarde, visitó varias veces Nicaragua para apoyar con fervor la revolución sandinista.

Julio Cortázar se propuso vivir en su terreno lúdico y fantástico, pero con la adopción de un compromiso que se reflejaría en su creación literaria. Ese Cortázar que abandonó la torre de marfil de la literatura pura publicó, entre otros, Libro de Manuel (1973), que según dijo le valió palos de izquierda y derecha.

Foto
Julio Cortázar (1914-1984), en Madrid. Imagen tomada del libro Manual de cronopios, publicado por Ediciones de la Torre

Desde Nicaragua, Sergio Ramírez dice que su amigo Cortázar probó que en poco tiempo una literatura atrevida de naturaleza experimental, que juega con las palabras, puede volverse clásica.

Como fue el caso de Rayuela, que marcó a toda su generación. Y pasada la frontera del siglo parece revivir en cada otra generación. Lo novedoso se vuelve clásico cuando conserva su frescura y no necesita ser embalsamado.

El argentino Martín Caparrós, quien hizo una de las últimas entrevistas a Cortázar durante su visita a Buenos Aires en diciembre de 1983, dice que hay una especie de recuperación. Como si ya hubiera pasado el purgatorio que la mayor parte de los escritores sufren cuando mueren y del cual de algún modo vuelven los que vuelven después de una cantidad de años.

El mexicano Juan Villoro explica que la principal aportación de Cortázar es introducir una zona afectiva en la literatura fantástica. Hay grandes cuentos previos al escritor que se ubican en la región de umbral entre lo real y lo fantástico, pero él convirtió a esa experiencia sobrenatural en algo íntimo, entrañable, compartible, muchas veces enternecedor. Era un autor que compartía sus gustos (el tabaco oscuro, el jazz, el box y las muchachas con polera) y los incorporaba como talismanes a su universo fantástico.

Quehacer en la traducción

De Cortázar se recuerda que el año de su llegada a la capital francesa en 1951, se publicó en Buenos Aires su primer volumen de cuentos, Bestiario. En 1953 contrajo matrimonio con la argentina Aurora Bernárdez y ambos trabajaron como traductores en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Esa misma década vieron la luz nuevos libros de relatos: Final del juego (1956) y Las armas secretas (1959).

El escritor concretó todavía una anhelada visita a Buenos Aires a finales de 1983 y se sorprendió por las amplias muestras de cariño en un país que recuperaba la democracia. Regresó a la capital francesa, donde recibió los cuidados de Aurora Bernárdez, hasta que su vida se apagó a los 69 años a causa de leucemia.

Fue enterrado junto a Carol Dunlop, su segunda esposa, en el cementerio parisino de Montparnasse. Sin embargo, la maquinaria del juego no se detiene, mientras Cortázar, tal como postula en Rayuela, siga logrando hacer del lector un cómplice, un camarada de camino.

Entre las actividades conmemorativas se enfila hacia la fecunda relación entre Julio Cortázar y el cine, la cual empezó hace más de 50 años. Y este año, cuando se conmemoran 30 de su muerte, se amplía con una película inusual y original, como su obra: un filme de dibujos animados para adultos con ilustraciones de grandes artistas plásticos argentinos.

El responsable de adaptar al cine Historias de cronopios y de famas, uno de los libros más complicados de traducir en imágenes, fue Julio Ludueña, quien eligió 10 relatos y las ilustraciones de Daniel Santoro, Luis Felipe Noé, Antonio Seguí y Carlos Alonso, entre otros, para realizar este filme, que tras su paso por Mar del Plata, La Habana y otros festivales, se estrenará en Argentina en abril o mayo.