Opinión
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Los puntos y las íes
C

uando el río baja revuelto y caudaloso hay muchos que tratan de sacar provecho de un fenómeno que no provocaron y que hasta podría arrastrarlos. En todos los procesos sociales modernos, quienes desconfían de la capacidad de creación, reacción y acción de la gente de a pie y ven en el origen o detrás de los mismos las garras de chacales y lobos o el pico de águilas imperiales, encontraron una explicación fácil abonada por el hecho de que cuando hay sopa todos quieren meter su cuchara. Así, la independencia de España, fue para ellos obra inglesa; la nacionalización cardenista del petróleo, una maniobra de los nazis que se preparaban para la guerra; el movimiento nacionalista boliviano de Gualberto Villarroel o el peronismo, otras tantas hechuras del Tercer Reich, y el levantamiento de los consejos obreros húngaros, que se decían comunistas, una maniobra de la CIA, al igual que la ruptura de Checoeslovaquia con el Pacto de Varsovia o que las gigantescas huelgas de diez millones de obreros polacos que luchaban por la autogestión obrera de la industria estatizada.

Por supuesto, en todos esos casos, los ingleses, los nazis o los estadunidenses u otras fuerzas menores intervinieron de diferentes modos. Pero la cuestión real es quién utilizó a quién: Bolívar a los ingleses o éstos a los independentistas. Además, los manipuladores, Maquiavelos de cuarta categoría y provocadores de todo tipo no actúan sobre el vacío; como dije anteriormente, para tratar de provocar un aborto debe existir previamente un embarazo.

La tarea de los analistas de las autodefensas guerrerenses y michoacanas debería consistir por eso en ver por qué y cuándo aparecen y en cuál situación nacional (económica, social y cultural) lo hacen, cuáles son sus contradicciones internas, que siempre existen en todo proceso social importante (Zapata no era igual a Villa ni a los constitucionalistas) y, por último, cuál es su dinámica y qué piensan de ellos los que se supone serían los marionetistas, o sea, la gente de Los Pinos y el Departamento de Estado.

Ahora bien, éste, que prohijó los paramilitares asesinos y terroristas colombianos que expulsaron y expropiaron a millones de campesinos, por boca del secretario John Kerr, declaró que se sentía muy preocupado por los sucesos en Michoacán.

No le falta razón. México es un semi Estado, con una economía inestable, generadora de una inmensa desigualdad social, de la ampliación de la pobreza y de la caída de los salarios reales. Tras romper en los años 80 el pacto social tácito establecido por la Revolución mexicana (te doy reformas y aumento tu nivel de vida y tú me dejas gobernar a mi antojo), y enterrar ahora la Constitución que todavía garantizaba algunos de los jirones de las conquistas del cardenismo, el gobierno acaba de conceder el dominio de la economía y del presupuesto nacional a las trasnacionales, profundizó la dependencia alimentaria de los productos gringos, abandonó a su suerte la producción rural nacional, no tiene ya independencia energética, la violencia espanta a los turistas y, como Centroamérica, México depende de las remesas, o sea, esencialmente de la exportación de la sangre y la capacidad de los mexicanos.

El gobierno, con una política social con recursos cada vez más limitados, con sucesivas elecciones ilegítimas, fraudulentas y enfrentado no sólo al poder de los narcos sino también a la fuerza creciente de la autorganización popular armada, carece de legitimidad y consenso. Sólo puede contar con una represión que corroe a las mismas fuerzas armadas, envilecidas, infiltradas por el crimen y obligadas a realizar una política proimperialista.

Todos los mexicanos, por otro lado, saben que las futuras elecciones presidenciales serán nuevamente fraudulentas, de modo que el electoralismo de los opositores ma non troppo es la aceptación tácita de que abandonaron resignados la disputa del poder, de que no se apoyan ni se apoyarán en los movimientos no electoralistas que crean bases de poder popular y cambian la relación de fuerzas políticas y sociales en regiones enteras.

Los partidos, como el PRD y ahora Morena, que en algunos momentos despertaron la esperanza de ser posibles canales para un cambio social profundo, se ven reducidos a disputar el poco honroso puesto de principal fuerza parlamentaria cuando el Congreso no tiene la menor independencia frente al Poder Ejecutivo y, principalmente, frente a los amos trasnacionales de la economía.

Con intervenciones y manipulaciones o no, con o sin mano negra, las autodefensas de Guerrero y Michoacán nacieron y se desarrollan como autorganizaciones populares. Combatirlas como hace el EPR ayuda a la alianza entre la oligarquía y el narcotráfico, y si por desgracia llegase a haber un choque entre algunos sectores cooptados de las autodefensas michoacanas y algún grupo ultrarradical infiltrado, el gobierno podría intentar una provocación mayor.