Opinión
Ver día anteriorMartes 4 de febrero de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ruptura-apertura
L

a exposición comentada en la entrega anterior pudo haber ganado de haberse museografiado de manera fundamentalmente cronológica, ¿eso hubiera comprometido su encanto visual?, o más bien, ¿hubiera conflictuado la inclusión de las piezas tardías, realizadas en este siglo? No lo creo. La vecindad de fechas de ejecución (aunque no hubo el tiempo o el cuidado de obtener todos los datos por parte del equipo curatorial) pudo proporcionar un interesante material de análisis para quienes nos interesamos en estos periodos.

Hay obras que necesitaban contraparte, por ejemplo, las dos participaciones del extinto pintor Fernando Ramos Prida, quien participó en Confrontación 66. Su cuadro Los felices colorados debe haber sido realizado hacia 1964: dos figuras esgrafiadas sobre fondo rojo, modalidad muy sesentera y vistosa que él pronto abandonó. Lo contrario que sucedió con Fernando García Ponce, de quien se exhiben dos espléndidos collages.

Otro cuadro aislado, interesante, pequeño, pertinente y muy cómico es el del español José Bartolí, quien fue asiduo de la legendaria Galería Prisse. La pintura de Leonel Góngora (1962), quien perteneció a corriente opuesta a Ruptura, o sea al rubro de los Interioristas se exhibe junto a otra obra de Ramos Prida, de 1972, misma que pudo haberse anexado al cuadro abstracto de Cordelia Urueta (1974) objeto hoy de una retrospectiva exhibida en el Museo Mural Diego Rivera.

Los simpáticos Adán y Eva de Soriano fueron pintados en 1948. ¿Supondrían ya una transición con el cambio que sobrevendría en este artista a partir de su primer viaje a Italia auspiciado por Diego de Meza? No podemos saberlo con seguridad, pero es la pieza mas antigua que se exhibe.

Una soberbia acuarela de José Luis Cuevas quedó compaginada con otra de Francisco Toledo. La de Cuevas es de 1977, la de Toledo carece de dato, pero bien pudieran ser contemporáneas. De Toledo hay asimismo un óleo de 1967, colección Pérez Simón. En vecindad están dos óleos de Francisco Icaza de su etapa escrituras, o sea, años 90. Icaza en cuanto a pertenencias se adhirió a Nueva Presencia, lo mismo que Artemio Sepúlveda, autor de un gran desnudo de 1962 proporcionado en préstamo por Horacio Flores Sánchez, quien además de coleccionista ha sido un gran promotor y conocedor, siempre generoso. Pero Icaza vivió ese periodo a conciencia, en ambos bandos. Hay una serie de pinturas distribuidas en los corredores de intemperie, donde acertadamente se exhiben también esculturas, como los dibujos sólidos al aire, que es lo que son las dos piezas de Juan Luis Buñuel, esta modalidad se usó mucho y sigue usándose en esta época tal y como lo ejemplifican las obras abstractas en sitios públicos de Fidel Figueroa. Los animales de Juan Luis Buñuel son divertimentos, no se corresponden en intención a los trazos en punta de plata de Héctor Xavier, uno de los más conspicuos integrantes de Ruptura. Su rinoceronte es desde luego mejor que el camello y ambas piezas pertenecen al zoológico de este artista que inició, creo, en 1958, mismo año en el que Juan Soriano pintó la no convincente Diana Cazadora que es torpe si se compara con sus afamados peces luminoso a la vista actualmente en el Museo de Arte Moderno en una exposición que abarca más o menos a artistas de estas mismas generaciones, pero con distinta intención, basada aproximadamente en el libro de Lelia Driben sobre artistas de esta generación.

La convergencia temporal de ambas exposiciones, la de Casa del Risco y la del Museo de Arte Moderno, es un acierto, pero se extraña la vigencia de la muestra mayormente anunciada de estas genealogías, que habrá de exhibirse muy próximamente en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (Muac). Cuenta con mucho tiempo de investigación y era de esperarse para mayores efectos de análisis e investigación que las tres muestras sobre temática vinculada ofrecieran convergencia temporal, pues eso hubiera redundado en un panorama de etapas de creación artística que por más que las hemos estudiado y analizado no las hemos llegado a calibrar, hasta ahora, mediante un conjunto amplio y simultáneo de originales. Me temo que eso no va a ocurrir a menos que se consiga que las muestras vigentes continúen su permanencia hasta que se inaugure la del Muac. Ojalá.

Al centro del segundo patio de la Casa del Risco, se yergue muy airosa la escultura Rayo, de Ricardo Regazzoni, típica de la geometría que bien le conocemos y con amplio efecto decorativo, está cerca de dos óleos de 1973, del yucateco Gabriel Ramírez con los que termina la exhibición en corredores. Abriendo esta zona se ubicó un cuadro de Roger von Gunten (también rupturista, pero sin fecha anotada) colección de Julieta Giménez Cacho. La muestra es pródiga no sólo en reconocidas firmas, sino en buenas obras. Ojalá pudiera perdurar, lo que daría lugar a otro panel de discusión que no se viera inesperadamente interrumpido por razones aleatorias, como el que tuvo lugar, con un público de lo más idóneo, el 28 del pasado enero.