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La escuela privada de prescolar y primaria Manuel Bartolomé Cossío cumple 50 años

Con el siéntate y el cállate no se llega muy lejos; dejemos hablar a los niños

Un buen profesor permite que sus alumnos florezcan, señala Graciela Tapia, directora del plantel

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Graciela Tapia, con una de sus alumnas, durante la charla con La JornadaFoto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Sábado 1º de febrero de 2014, p. 7

Hacer florecer a los niños ha sido la labor de la maestra Chelita, como todos le dicen a la directora de la escuela privada Manuel Bartolomé Cossío, que está de fiesta por su 50 aniversario.

Un buen maestro no es el muy exigente o el que enseña bien. Sino el que permite que sus niños florezcan, afirma Graciela Tapia en entrevista.

Eso es lo que interesa en esta escuela: verlos cómo crecen, se desarrollan, las cosas que discuten, su absoluto sentido de la justicia. ¡Es precioso! Los niños pueden decir cosas maravillosas, pero hay que dejarlos hablar. Con el siéntate y cállate no se llega muy lejos.

Profesora normalista desde 1950, ha visto cambiar el tiempo y las generaciones. “Los niños han cambiado también. Ahora están muy estimulados por los medios, los juegos electrónicos, los celulares y verdaderamente si uno no tiene cuidado pueden ir perdiendo sus características de niño y convertirse en recipientes, en vez de creadores de algo.

Los niños ya no son reposados, tranquilos, que pueden estar leyendo una tarde completa. Los medios los llevan a pensar que las cosas han de ser rápidas, fulgurantes y divertidas. Y lo que no sea así, no les impacta. Entonces es volver un poco a deleitarse con la música, con el canto, con la lectura, con la actuación y, claro, con todos los medios de los que puedan disponer.

Enorme respeto por los niños

Al subir las escaleras de la primera escuela activa de la ciudad de México, en los muros destacan placas conmemorativas a la labor docente en el plantel de educación prescolar y primaria: por los 35 años de trabajo fecundo, a Chela por 50 años de enriquecer el pensar y el sentir de nuestros niños y niñas. La más reciente, fechada en 2010, por 60 años de inspirar el gusto por enseñar.

La diferencia de las escuelas activas, o de educación nueva como prefiere llamarlas, es que fundamentalmente pone al niño al centro de la enseñanza. Uno diría, eso tiene sentido, pero para las escuelas convencionales lo más importante es el programa de estudios. En contraste, la propuesta implica que el maestro debe tener un gran respeto por el niño. No lo puede atropellar de ningún modo ni por ningún motivo. Es decir, es el centro fundamental de todo lo que sucede para su propia educación. Lo que hace es generar una gran confianza, una gran seguridad en los niños y además un gran deseo de saber.

Es contraria a imponer un programa pensado por adultos, realizados en mesas de trabajo, en escritorios de oficinas, que poco tienen que ver con la realidad de los niños y los intereses. No se favorece la imaginación ni la creatividad ni la posibilidad personal de desarrollo que realmente tienen los niños.

“Educar tiene que ver muy poco con saber sumar o saber restar. Lo importante es comprender, interesarse, decidirse. Son cuestiones que se deben aprender cuando se es niño y tener un bagaje de personalidad fuerte, de seguridad y de idea de cómo se quieren mover los chamacos cuando sean mayores. Es mucho más que saber cosas. La educación es desarrollar toda una forma de pensamiento y de acción”, indica.

Más allá de obedecer

Sentada en la biblioteca, hasta donde se escucha el griterío de los niños, Graciela Tapia confirma: Yo sí tengo un libro que definió mi vida. Cuenta que fue una obra de Herminio Almendros, un profesor español republicano, que escribió a partir de ciertas prácticas escolares que realizó el pedagogo francés Célestin Freinet.

Me impactó cómo describía una escuela que está viva. Donde los niños vibran de entusiasmo, discuten por sus intereses y sus hallazgos. Eso llevó a la joven normalista a conocer a Freinet en Francia, volver ilusionada a darse un frentazo con la escuela oficial y sentirse verdaderamente sofocada por un sistema que no permite a los niños nada, más que obedecer.

Que estaba loca, fue lo que le dijo su marido, José de Tapia, cuando le propuso fundar la escuela. En unión con otros dos profesores la nueva propuesta pedagógica comenzó a funcionar en 1964, sin recibir sueldo, para poder pagar la renta de la casita ubicada en la colonia Del Valle. Con sólo 20 alumnos, en el transcurso del primer año duplicaron la matrícula y se mudaron a un lugar más amplio. “Nos decían los papás: ‘oye, tengo un amigo que me pregunta por qué mis hijos vienen tan felices a la escuela y los suyos repelan todo el santo día’”.

Desde 1975 ocupan un amplio espacio a espaldas de la avenida San Fernando, en Tlalpan. Se trata de un terreno donado por el gobierno capitalino. Los salones construidos con la colaboración y organización de los padres de familia. En el nivel primaria atienden a 200 alumnos. “Nuestro asunto son los niños. A los 12 años un niño tiene dentro de sí un esquema perfecto de la persona que puede ser.

Con 83 años me encanta bajar a dar clases a los niños. Relata que le dan cartitas. Por ejemplo, en su cumpleaños más reciente una niña le escribió: eres la super mega maestra. Eres muy divertida.

Una fiestota, dice, es lo que harán por los 50 años de la escuela Manuel Bartolomé Cossío. Las ceremonias y discursos se los dejo a las escuelas convencionales y a la burocracia. Nosotros nos vamos a divertir y a rencontrar. Esto será el 8 de febrero, en la Casa Club del Académico.

Dicen que en esta escuela las palabras que se oyen más son responsabilidad y respeto. Sin embargo jugamos y nos reímos en la clase, confirma Chelita poco antes de las 2 de la tarde. En unos minutos el patio se inundará de niños que florecen.