Opinión
Ver día anteriorLunes 20 de enero de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
Cuando hay toros…
C

uando en la plaza México los aficionados transformados en paleta helada rumiábamos aburrimiento, un sentimiento seco nos llevaba a pedir La Victoria en espera de la faena que no llegaba y no llegó. Entre bostezo y bostezo le decía a mi morena duérmete morena que voy a llorar, duérmete morena que quiero beber y la esposa de toda la vida saltaba alrededor de mi y se levantaba en graciosos giros de fuego, de un tendido a otro de sol a sombra, de general a berrera, y balancear el aire y mecer el arrullo.

La tarde se iba al hielo: los toros de La Joya marcaban el paso de la temporada: débiles, rodando por el suelo, sin tolerar un puyazo y el cuarto recostado en el redondel al grado de ser apuntillado en el mismo. Más, aparecieron dos toros que sin ir al caballo se crecieron al pasar crudos y literalmente se comían la muleta, Aterrizaban planeando, suaves, fijos, etcétera… Los toros soñados para consagrarse. No fue así. Tanto Arturo Saldívar como Diego Silveti se estrellaron con bureles que traían fuego en las entrañas. Diego Silveti le perdió el ritmo al toro a lo largo de la faena, le resultaba imposible meterse en el terreno del toro y así no se puede. El toro se tragaba la muleta y se le iba. Intento torear por naturales, pero había que cruzarse y no lo hizo. Para rematar una estocada caída y otra más… Arrastre lento a este precioso toro jabonero con manchas color café con leche.

Ya Arturo Saldívar le había mostrado que no había que torear por pases naturales, solo una sarta interminable de derechazos. Al citarlo por la izquierda se asustó y le perdió el ritmo a otro espectacular burel de La Joya y nos helo el alma, que ya nunca se calentó. Pese a que realizó lo más torero de la tarde: dos tandas de ayudados por abajo en un palmo de terreno a un toro alegre, codicioso, suavote al igual que su hermano. Al igual que Diego al termino de estas arrítmicas faenas ¡a falta de toreo a esos toros! trataron de compensar con adornos y manoletinas. Nuevamente pinchazo, estocado muy caída y le regalaron una orejita. Ese juez tan regalador a veces y tan injusto otras.

Juan Pablo Sánchez regaló un toro de Vistahermosa (ídem) y a otra cosa. El alma helada requería calor, máxime a la avanzada edad del que escribe.