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2014
L

as expectativas sobre el desempeño de la economía mundial en 2014 son mejores que las de 2013. Las proyecciones del FMI señalan que habrá un crecimiento de 3.6 por ciento anual, superior en siete décimas al desempeño de 2013. Para el conjunto de economías avanzadas se espera un aumento del producto de dos por ciento, cuando en 2013 fue de apenas 1.2. Particularmente para USA el producto podría aumentar en 2.6, un punto porcentual más que en 2013. La Europa del euro, que en 2013 cerró con un dato recesivo de -0.4 por ciento, se espera que este nuevo año crezca uno por ciento.

Para el mundo en desarrollo, como ha venido ocurriendo desde hace tiempo, y particularmente en los años de esta crisis, se espera un desempeño mucho más dinámico. En este conjunto de países habrá un ligero incremento en el crecimiento en 2014 que lo llevará a un 5.1 por ciento anual, superior al 4.5 logrado en 2013. Las grandes economías de este bloque tendrán desempeños desiguales: India mejorará sensiblemente al pasar de un dato de 3.8 en 2013 a uno de 5.1 en 2014; Rusia pasará de un crecimiento de 3.6 a uno de 4.2; Brasil de 1.2 a 3 por ciento; finalmente, China reducirá ligeramente su impresionante ritmo de crecimiento al pasar de 7.6 a 7.3.

Como consecuencia de desempeños marcadamente desiguales, en los que la dinámica mundial recae cada vez más en el mundo en desarrollo, Brasil, Rusia, China e India, sumarán el 20 por ciento del producto mundial, ligeramente menos que lo que significan Japón, Alemania, Francia y el Reino Unido, que juntos aportan el 20.73 por ciento del PIB global. Por supuesto, estos últimos países seguirán teniendo mayor relevancia en función de su modo de inserción en la globalidad. Estados Unidos, por su parte, seguirá disminuyendo su importancia relativa al aportar el 22 por ciento de lo que produce el mundo.

México, ha mantenido la apuesta que los neoliberales priístas hicieron en la década de los ochenta del siglo pasado: ligar nuestro funcionamiento económico al de Estados Unidos. El TLCAN construyó una estrecha relación entre la industria estadunidense y la industria que produce en México. Esta relación subordinó a las manufacturas mexicanas con el argumento de que nos ligábamos al polo más dinámico del mundo. En aquel momento la economía estadunidense aportaba más de la tercera parte del producto mundial, lo que alentó al grupo conservador en el poder a rediseñar las relaciones económicas de nuestro país con el resto del mundo.

Casi 30 años después las cosas han cambiado mucho. Estados Unidos hace tiempo que dejó de ser la locomotora que arrastraba al mundo, siendo sustituida por China, primero, y luego por varios países emergentes. Mantener la dependencia con la industria de Estados Unidos implica perder la posibilidad de que el dinamismo de los emergentes sirva para impulsar nuestro crecimiento. Por esto sostener que las grandes empresas petroleras del mundo desarrollado, a las que dejaremos explotar nuestros recursos energéticos, impulsarán el crecimiento es, por lo menos, iluso.

En la estructura de la economía mundial México sigue perdiendo relevancia. A finales del siglo pasado llegamos a ser la octava economía del mundo y en 2013 hemos descendido a la posición décimo tercera. La apuesta de los neoliberales se perdió y, con ello, perdimos todos. Siguen apostando al mismo caballo, aunque hace tiempo que dejó de ser ganador. La promesa de que con la reforma energética la economía del país regresará a los ritmos de crecimiento de la época dorada del nacionalismo mexicano no se cumplirá. Habrá quienes ganarán con la nueva configuración del poder en México que resultará de la reforma, pero no ganaremos todos.

Por esto el año que recién inicia será uno más de los años neoliberales: lleno de promesas de grandes logros que nunca se cumplen. Serán el inicio de nuevos tiempos en los que, como ha sido norma desde 1988, ganarán los poderosos, junto con sus socios extranjeros, y perderemos el resto de los mexicanos. Así será hasta que cambie la composición política en el Legislativo. Desde ahora hay que preparar la contienda electoral próxima porque será decisiva.