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¿Si el gobierno piensa combatir el contrabando, cómo va a contrarrestar el hambre?

No somos delincuentes; sólo comerciamos comestibles, afirman balseros de Guatemala

Entre nosotros hay universitarios que sin salida laboral han tenido que dedicarse a este oficio

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Pocas ganancias e intensas jornadas de trabajo tienen los balseros que cruzan mercancías y personas por el río SuchiateFoto Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 29 de diciembre de 2013, p. 5

Tecún Umán, Guatemala.

El volumen de las gigantescas cámaras de llanta de tráiler nunca intimidó a Víctor Manuel Toyón. Hace 40 años se animó a cargarlas a su espalda. Dos inmensas ruedas de goma amarradas a unos tablones de madera se convierten en una embarcación. Así empezó su oficio de llevar balsas a la orilla del río Suchiate para el paso de personas y mercancías por esta frontera. Y así se ganó su apodo: Sansón.

Tiene 63 años, la piel chamuscada por el sol y un cuerpo atlético que le permite trabajar 16 horas diarias para mantener a sus 14 hijos. Duerme cuatro horas, y a la una de la madrugada, como todos los días, incluidos festivos y fines de semana, empieza su jornada.

Coloca un trapo rojo en su cabeza, lo amarra; se quita la camiseta y se pone una toalla en la espalda. Sus brazos fuertes, moldeados por los bícepes y músculos, levantan la balsa para colocarla al espinazo. El cuerpo robusto y vigoroso de Sansón luce diminuto con la carga. Camina unos metros y llega a la orilla del río, lentamente baja la embarcación y luego la arrastra hacia el agua, donde esperan los camareros.

Por cada barcaza le pagan 10 quetzales, alrededor de 18 pesos. Diariamente obtiene unos 300 quetzales: Quise encontrar un trabajo suave, pero sólo hallé éste, bien matado, dice mientras disfruta un descanso de media hora y bebe un refresco en la cantina frente al embarcadero. “Ya no tomo cerveza, la deje a los 25 años, porque hasta que me caía dejaba de tomar, y cuando me casé la esposa me dijo: ‘¿en qué quedamos?’”

Estudió hasta cuarto año de primaria y empezó a trabajar a los ocho años. Lo criaron unos tíos, a quienes recuerda particularmente por el maltrato: Me golpeaban mucho con cualquier cosa, con palos. Me escondía, pero al final me agarraban. En ese tiempo sufrí.

Dice que tiene dos mujeres, pero sólo vive con una; la otra se fue a la capital con dos hijos varones: Nos dejamos y me quede con la segunda. Ya tengo 18 años con ella. Mi hijo más pequeño tiene siete años. Por ellos trabajo duro todos los días, mientras haya empleo.

Sansón se muestra preocupado, al igual que el resto de los camareros. El general retirado Otto Pérez Molina ha amenazado acabar, a partir de enero, con la vida de este antiguo cruce clandestino entre México y Guatemala y el resto de la frontera, con el objetivo de eliminar el contrabando calculado en mil 500 millones de dólares anuales, según el gobierno guatemalteco.

El movimiento de gente y mercancías del Suchiate en Ciudad Hidalgo, Chiapas, es frenético por la mañana. Hay balsas que llevan entre 10, 15 o 20 personas; otras van cargadas con alimentos, gasolina, ropa. Los tricicleros cargados con personas o cosas bajan la pendiente que conduce a la orilla a gran velocidad. El paso cuesta 10 quetzales.

En esta temporada decembrina el agua del río es apacible, pero en otras la corriente crece y deja varios ahogados. Las endebles embarcaciones no garantizan la seguridad de los pasajeros.

Óscar Godínez disfruta clavando la estaca hasta el fondo del agua para empujar la balsa. El sonido apacible del remo se funde con el intenso sol de casi 40 grados. Suda. Lleva una toalla al hombro para secarse el rostro. Tiene 16 años trabajando como camarero y ha visto de todo.

Hace dos meses, Godínez observó cómo el río crecido se tragaba a un pasajero porque no sabía nadar. Nadie pudo hacer nada. Tampoco el día que un migrante hondureño se tiró al agua para evitar pagar y terminó ahogado: Me he tirado al agua. Primero pido la protección de Dios antes de tirarme, pero no siempre se puede salvar a la gente.

Cuenta que intentó el sueño americano, pero sólo llegó a McAllen, Texas. Estuvo preso mes y medio, sometido a cuarentena por varicela, algo completamente falso: Nomás porque me vieron unas ronchitas en la piel, puras mentiras. No me quedaron ganas de volver. Prefiero seguir aquí. La balsa es la fuente de trabajo no sólo para nosotros, sino para bastante gente. Esto es una cadena: comerciantes, camareros, tricicleros, cambiadores, cargadores, jaladores, choferes... vivimos todos de la balsa. Estamos metidos en esto por necesidad, es nuestra fuente de trabajo, aunque sea ilegal.

Alrededor de 500 camareros trabajan en este corredor natural fronterizo, que, según Tereso Villegas, tiene más de 70 años. En ese entonces la gente pasaba en balsas de madera cubiertas con bolsas de plástico.

Para Guadalupe Polanco, líder del grupo de camareros del paso Limón desde hace 22 años, la amenaza del general en retiro Pérez Molina es una venganza, porque el pueblo del municipio de Ayutla no votó por él en las pasadas elecciones: Quiere erradicar el contrabando, y nosotros como camareros no estamos en contra de que lo haga; lo único que pedimos al gobierno central es que antes de cerrar la única fuente de ingreso que tiene el pueblo de aquí, que abra otras fuentes de trabajo.

Doña Lupe, como lo conocen los balseros, está parado a la orilla del río y checa sus cámaras. Denuncia el hostigamiento que han estado sufriendo por parte del Ejército y la policía, que detiene los cargamentos de mercancías en el pueblo: “La presión es muy fuerte, quieren intimidarnos.

El Ejército está haciendo funciones que no le competen, como contrarrestar el contrabando y las personas que llevan esas mercancías. Está para defender a la patria de invasiones y guerras, no para combatir el contrabando; esa es cosa de la SAT (superintendencia de Administración Tributaria), pero como el general Otto Pérez tiene una ideología militar nos ha mandado la fuerza de tarea del Ejército que camina con sus tanquetas en el pueblo y persigue a nuestros compañeros comerciantes en pequeño.

Los balseros rentan las cámaras y también los turnos. Víctor Escobar ha trabajado los últimos seis años de balsero, gana al día 60 quetzales, alrededor 140 pesos. Transporta sólo mercancía: Pagamos 100 quetzales por la renta. Nos viene quedando lo mínimo. Hay días peores y mejores; aunque no nos alcance para vivir, qué le hacemos.

Entre los balseros hay universitarios, que sin salida laboral han decidido dedicarse a este oficio: ¿De qué sirvió que ellos tuvieran una educación, si no hay empleo? Hay contadores, bachilleres, maestros... todo es por el desempleo y la extrema pobreza en que nos quiere hundir el gobierno, dice Guadalupe Polanco.

El presidente –general en retiro– Pérez Molina ha anunciado que las aduanas a intervenir serán los puertos Quetzal y San José, Tecún Umán, y Ciudad Pedro de Alvarado, fronterizas con México y El Salvador, respectivamente.

Polanco reconoce que la actividad del paso es ilegal: Sabemos que tiene la razón el gobierno, pero por qué no mira verdaderamente dónde está el problema. Aquí es poco el contrabando que se pasa, comparado con el que pasa verdaderamente en las aduanas. ¿Por qué no mira adentro de su gobierno quiénes son los verdaderos contrabandistas?

Añade: “Nosotros no somos delincuentes, somos contrabandistas inducidos por la pobreza, porque no tenemos fuente de trabajo. Aquí pasa contrabando comestible, de los comerciantes pobres y honrados con ganas de trabajar y salir adelante con sus familias.

Adentro de las aduanas está el verdadero contrabando; allí se mueven millones, no como se mueve aquí, que hay gente que con 5 mil o 6 mil pesos trabaja. Eso es lo que decomisan y ni siquiera lo reportan, se lo reparten entre ellos mismos.

La lideresa pone de ejemplo los cargamentos de alimentos perecederos: “El compañero Rudy pasa salchicha y queso, y la policía le ha quitado dos veces su mercancía. ¿Acaso reportan la salchicha y el queso? Se la reparten entre ellos mismos. El gobierno no quiere ver eso. Nosotros le preguntamos al gobierno central que si piensa combatir el contrabando, ¿cómo le va a hacer para contrarrestar el hambre? Va a generar violencia. Un pueblo con hambre se vuelve revolucionario. Nosotros vamos a pelear por este derecho y por la subsistencia”.

Sansón casi termina su jornada laboral. Lleva 16 horas trabajando. Son las siete de la noche y sigue cargando balsas, haciendo posible el flujo de mercancías y personas. No sabe si podrá sostener su fuente de ingresos, pero está seguro de una cosa: Voy a seguir trabajando hasta donde se pueda; soy responsable de las cámaras. Hasta allí nomás.