Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 15 de diciembre de 2013 Num: 980

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Poesía y educación:
algo huele a podrido
en la enseñanza

José Ángel Leyva

Andanzas del
marxismo lennonismo

Luis Hernández Navarro

Albert Camus desde
esa visible oscuridad

Antonio Valle

Camus: la rebelión
contra el absurdo

Xabier F. Coronado

De aforismos, cuentos
y otras aventuras

Mariana Frenk-Westheim

Leer

Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
@JornadaSemanal
La Jornada Semanal

 

Ana García Bergua

El placer de proseizar

En una entrevista de José de la Colina con José de la Colina, dice José de la Colina:  “Me aburre escribir en oraciones cortas. No tengo nada contra las oraciones cortas si las leo en Azorín, en Borges, en Paz, etcétera. Me parece muy bien que cada uno tenga su modo de respiración en la escritura. Yo hablo de mi propia escritura, e insisto: aun los trabajos de encargo los escribo à mon seul plaisir y creo que el párrafo largo, la oración continua, me da más sensación de fluencia, de seguimiento del tiempo, que la prosa de mucho punto-y-aparte y mucho punto-y-seguido. La escritura larga me permite, creo, cierta musicalidad de la prosa, quizá dar impresiones de perspectiva y volumen y diferentes ritmos y tiempos. Es como un placer sensual proseizar así, es como si la escritura adquiriera la materialidad de una tela que estás tejiendo o una arcilla que estás modelando, y eso lo sientes físicamente.”

Esta entrevista se puede leer en De libertades fantasmas o de la literatura como juego, el nuevo libro del autor santanderino y sobre todo mexicano que el Fondo de Cultura Económica acaba de editar. En él, la prosa se echa andar como quien sale de excursión para recolectar asuntos literarios grandes y pequeños, pero que al final resultan, más que nada, muy inquietantes, si bien muchos de ellos están aderezados con un humor alegre y a veces cruel. Cuántas cosas sabe José de la Colina, por cuántos asuntos menudea su curiosidad, desde los personajes de Cervantes hasta la historia de la adivinanza, desde las escrituras y vidas de sus contemporáneos y amigos como Pedro Miret, Gerardo Deniz, Salvador Elizondo, Octavio Paz, hasta los temas “grandes”, como Las mil y una noches, Kafka, Drácula y Don Juan. Desde el método Saint-Denis para controlar los sueños hasta las canciones de Cri-Cri, pasando por Tablada.

En este libro maravilloso, difícil de soltar por la sabrosa amenidad y el juego con que se abordan temas por otra parte muy cultos, nos acercamos a la libertad de quien, como él dice, ejerce sus derechos en el Reino de la Imaginación y hace sus propios, hermosos, estudios literarios, emprendiendo pequeñas investigaciones alrededor de asuntos que se considerarían  “laterales”:  una historia de los libros fantasmas, es decir, los libros inexistentes en la pérfida realidad pero existentes en otros libros (y nos cuenta también la historia de la novia fantasma de Juan Ramón Jiménez). Otra, sobre los personajes quijotescos de Cervantes en otros textos que no son el Quijote. Una cultísima historia de la adivinanza, un ensayo sobre la cursilería, otro sobre el tartamudeo como arte, un ensayo sobre la dedicatoria. Siguiendo los juegos del OuLiPo (el “taller de literatura potencial” que Raymond Queneau y otros escritores inventaron en los años cincuenta), José de la Colina se prueba como ejecutor de pastiches (“Gregorio Samsa en 12 versiones”), busca anagramas y palíndromos, indaga juegos surrealistas con los sueños. Los textos de este libro encuentran misteriosas correspondencias entre sí, temas que los van hilvanando como, ya lo dije, un paseo, pero no el paseo de quien anda distraído mirando el paisaje; más bien el caminar absorto del buscador de hongos, ése que sabe reconocer los ejemplares más ricos y también los venenosos, los más bellos o los que provocan visiones. Su marcha es incesante, una prosa que se echa a andar y va encontrándose con su asunto como si fuera una casualidad, gira y caracolea con el gusto de una danza, se detiene donde la frase le regala una revelación y en un paréntesis expresa un disgusto o una ensoñación al margen, que viene a cuento. 

Aquí mismo dije hace poco que los textos de José de la Colina nos hacen ver que las llamadas curiosidades literarias son en realidad la literatura misma y el sentido de la literatura es la curiosidad en todos los sentidos: este libro sería una comprobación palpable y muy sabrosa, más en estos tiempos en que la academia e internet han logrado la triste victoria de quitarle la osadía (jocosa) a la prosa. Como él mismo dice en su pequeño prólogo “Al lector (si lo hay)”, De libertades fantasmas o de la literatura como juego, buscaría ser como una charla de amigos que “hablara de aquellos asuntos y aspectos marginales o poco serios o generalmente considerados menores o de juego”. Una charla de amigos escritores ejerciendo sus fantasmas o libertades imaginarias, las únicas que tenemos en realidad.