Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 15 de diciembre de 2013 Num: 980

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Poesía y educación:
algo huele a podrido
en la enseñanza

José Ángel Leyva

Andanzas del
marxismo lennonismo

Luis Hernández Navarro

Albert Camus desde
esa visible oscuridad

Antonio Valle

Camus: la rebelión
contra el absurdo

Xabier F. Coronado

De aforismos, cuentos
y otras aventuras

Mariana Frenk-Westheim

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Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
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Alonso Arreola
Paso a Retirarme
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Cabezalcubo
Jorge Moch
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Alonso Arreola
Twitter: @LabAlonso

John Zorn y Moonchild, bestiales

“¿Viene o no John Zorn? ¿Se subirá a tocar?”, se preguntaban los medianamente enterados. “¿Esto es un festival? ¿Qué más actividades o bandas hubo?”, se cuestionaban los menos informados. “¿Por qué tan caro el boleto?”, decían los de allá. “La verdad no conozco a Moonchild, me regalaron las entradas”, se atrevían los más sinceros. “Yo pasé gratis al mostrar mi disco comprado en iTunes porque aquí no se consiguen los físicos”, presumía alguien. Reflejo de una confusión expectante, todo eso se escuchaba entre quienes alegremente iban llenando el Museo Anahuacalli la noche del pasado 29 de noviembre para la única actividad más o menos promocionada del recién creado Festival Bestia.

La verdad sea dicha, no entendimos bien lo de gastar y arriesgar tanto en una sola producción cuando se pudo hacer algo más nutrido y que representara menos fallas. No se nos tome a mal. Lo que hizo Moonchild sobre el escenario fue encomiable, así como la iniciativa de Claudia Curiel, directora de Bestia. Nos referimos a que John Zorn –cuya música se homenajeaba ese día por su sesenta aniversario– nos ha visitado varias veces cobijado por festivales como Radar, cuya estructura permite  –no sin dificultades– patrocinadores, difusión, mejor producción y precios más accesibles; mientras que ahora su presencia lució como un esfuerzo heroico y desorganizado “de quién sabe quién” (como decían muchos tras 30 minutos esperando una cerveza). Veremos sus propias conclusiones, pues Bestia estuvo apoyado por Arca, esa curiosa entidad fondeadora involucrada en eventos como Tag DF, cuyas cabezas cuesta trabajo identificar pero que en su sitio presumen “el respaldo de Televisa” (sic).

El asunto es que, semanas antes de realizarse, corrió el rumor de que el Bestia sería un festival de metal. Pero no. Sus productores dicen que se mueve “en torno a una estética atravesada por el rock, el hardcore, el metal y la distorsión”.  Igualmente, que desea “difuminar las líneas divisorias entre diferentes géneros dando cabida a la improvisación y al uso del ruido como ‘materia prima’” (sic). Eso suena interesante, aunque muy pretencioso para un paso inicial. Debemos ser críticos al ayudar: tienen buen ojo pero hay que madurar. Las otras dos bandas que constituyeron su propuesta y que se presentaron en el Museo del Chopo dos días antes (Annapura y Monogatari), así lo confirman. También la débil difusión para el ciclo de cine con música de Zorn, mostrado en la Cineteca y el Tonalá.

Entonces, pese a lo estimable de su plan, es probable que los resultados le anoten al Bestia una contribución más a la praxis que tiempo ha debilita el nivel y la salud de las carteleras, llevando a muchos productores independientes a la renuncia. Hablamos de artistas de nicho llevados a foros desproporcionados, de una competencia desleal con las grandes empresas de entretenimiento, de escasos medios tradicionales para difundir eventos especializados, de ignorancia en los medios masivos (abocados a ese “fenómeno” llamado: Emmanuel y Mijares se juntan), de conciertos para músicos y melómanos cuyo perfil obliga a priorizar gastos y, sobre todo, hablamos de esto: son muy caros (máxime si se trata de un set de 50 minutos, aunque tal sea el concepto del grupo).

Sea por avaricia de los músicos, de sus manejadores, de sus agencias de contratación, de los promotores locales o del infame Ticketmaster (sus comisiones y condiciones son verdaderamente absurdas), el público es quien termina pagando el pato. Por ello nos parece bien que quienes intentan un alto nivel experimental aprendan a negociar y presionar en el tablero de juego. Incluso creemos positivo que haya fracasos en pos de una revisión de nuestro pulso real. El sector al que van no da para tanto y así no podrá crecer. El país es más que algunas zonas privilegiadas de Ciudad de México. De cualquier forma le deseamos suerte, inteligencia y salud al Festival Bestia. Ojalá sepa convivir y crecer entre las otras bestias diletantes. Ahora hablemos sobre la presentación de Moonchild.

¿Qué? ¡Ya nos acabamos el espacio de este domingo, lectora, lector! No importa. Es simple: como casi siempre pasa con Mike Patton (voz), Joey Baron (batería), Trevor Dunn (bajo), John Medeski (órgano) y John Zorn (se subió a dirigir el último tema), lo hicieron brutal. Búsquelos, aguante las primeras embestidas, enójese primero y vuélvase un niño sin prejuicios después. Valore el nivel técnico y compositivo. Sonría encontrando las muchas bandas que los originan. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.