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Estación Buenavista
M

uchos de los lectores que no se cuecen al primer hervor, habrán viajado en alguna ocasión en uno de los ferrocarriles que salían de la estación Buenavista. Para viajes largos se podía ir en el pullman, que convertía los asientos en literas para dormir, después de haber cenado opíparamente en el vagón-comedor. Recuerdo haber viajado de esa manera con mis padres a Veracruz y a Oaxaca; son recuerdos muy gratos de mi infancia.

Este importante medio de comunicación que se desarrolló con gran éxito durante el porfiriato, en la segunda mitad del siglo XX, padeció un gran deterioro tanto en equipo como en su administración e infraestructura; prácticamente cayó en quiebra, por lo que el gobierno en lugar de renovarlos decidió venderlos.

En 1999 lo adquirieron empresas privadas mexicanas y extranjeras que supuestamente lo modernizarían y volvería a transitar por todo el país, como en sus tiempos de gloria. ¿Qué pasó?, ¿dónde están las modernas vías, con los flamantes vagones que prometieron? Se cuenta que se han ido desmantelado vías, rieles y durmientes, mucho se ha vendido y otro tanto lo han hurtado.

La vieja estación Buenavista recientemente cobró nueva vida, como parte de un plan de regeneración urbana que incluyó la construcción de la biblioteca José Vasconcelos. La estación fue sometida a un profundo proceso de transformación y se aprovecharon las vías que llegaban a la terminal para poner en funcionamiento la primera línea de tren suburbano del valle de México. Se construyó una nueva terminal ferroviaria con 10 andenes que por ahora prestan servicio al suburbano, pero que, supuestamente, en el futuro podrían permitir la llegada y salida de trenes que comuniquen a la ciudad de México con otras zonas metropolitanas del país.

El proyecto incluyó la construcción del centro comercial Forum Buenavista, enorme conjunto que incluye salas de cine, cientos de locales comerciales, bancos, restaurantes y una pista de hielo. En la parte superior en la zona de comida rápida, un gran ventanal permite disfrutar de una magnífica vista panorámica de la ciudad.

La estación Buenavista surgió casi simultáneamente con el nacimiento de la colonia Guerrero. La desarrolló Rafael Martínez de la Torre, representante de importantes empresarios porfiristas que en 1865 adquirieron los terrenos de la que había sido la hacienda de Buenavista.

El prominente Antonio Escandón, uno de los socios, promovió que aquí se estableciera la estación del primer ferrocarril que viajaría de la ciudad de México al puerto de Veracruz. El maestro de obras alemán J. Muller la construyó en estilo neoclásico y la inauguró, en 1873, el presidente Sebastián Lerdo de Tejada.

En los terrenos aledaños se desarrolló la colonia Guerrero, con sus barrios de Los Ángeles y San Fernando. En el barrio llamado Nonoalco se instalaron los talleres, bodegas y patios de maniobras; hacia el norponiente, en Tlatelolco, se ubicó la aduana.

La primera estación Buenavista se localizaba al sur de la actual, en la esquina de avenida de los Insurgentes con Puente de Alvarado. Ya en el siglo XX la estación quedó inmersa en la ciudad y se decidió demolerla, dejando libres los terrenos que ahora ocupa la sede del PRI y la delegación Cuauhtémoc. La estación ferroviaria se movió hacia el norte, donde en 1958 fue puesta en operación en la ubicación que tiene hasta la fecha.

Para comer hay múltiples opciones en la plaza comercial o si quiere saborear el mejor pozole guerrerense de la ciudad, en la cercana calle Moctezuma, en el número 12, dentro de un edificio está la pozolería del mismo nombre. Ahí la familia Álvarez Garduño prepara esa suculencia gastronómica desde hace tres generaciones. Los martes, jueves y sábado preparan, además del pozole blanco, el verde, que es la especialidad. Se acompaña con aguacate, chicharrón y ¡sardinas!, al estilo guerrerense; no se asuste, pruébelo y después me cuenta. De postre pida los huevos estrellados, otra sorpresa. Los domingos cierran.