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 Portada 
Presentación 
Bazar de asombros 
      Hugo Gutiérrez Vega 
Dos fines de semana 
  en Austin City Limits 
  Saúl Toledo Ramos 
La restauración agónica: 
  el primer año de EPN 
  Gustavo Ogarrio   
  
La taquería 
  revolucionaria 
  Juan Villoro 
Luis Villoro: 
  nueve décadas y más 
  Isabel Cabrera 
Los búhos de papá 
  Carmen Villoro 
  
Los Bronces de Obregón 
  Leandro Arellano 
Encuentro 
  Dimitris Doúkaris 
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Columnas: 
        Bitácora bifronte 
        Jair Cortés 
        Mentiras Transparentes 
		Felipe Garrido 
        Poesía 
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        Javier Sicilia 
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	 Miguel Ángel Quemain 
	   [email protected] 
    
    
    Utopya, la coralidad rebelde de Psalmón 
    
    
    Tal vez David Psalmon sigue entre nosotros porque piensa que México tiene remedio, que  es posible hacer un teatro sin paredes. Por eso, en temporada cortísima pero  que continuará en otros foros, sitúa su nueva producción en ese espacio difícil  de someter a coordenadas precisas, enclaustrar en cuatro paredes y someter a  los rigores del tiempo lineal.  
    Se llama Utopya y se  trata de un teatro de concierto, tan coral como íntimo, donde el actor acepta la convocatoria de fundirse en lo  grupal, pues la exigencia técnica gratifica lo suficiente como para  dejar ver la posibilidad de que ese colectivo emerja como personaje y como  sujeto de una enunciación que puede ir de lo colectivo a lo individual, inmerso  en lo novelesco: “la novela sin personajes”, decía Barthes.  
    Este  montaje es resultado evidente de una labor de seducción para que Teatro sin  paredes cuente con la coproducción de la Coordinación de Música y Ópera del INBA,  a través de Epromúsica y la Casa del Lago-UNAM, lo que  significa reconocer una  trayectoria sólida y aprovechar la calidad de una agrupación apoyada por el Estado. 
    La  insistencia multidisciplinaria de Teatrosinparedes  ofrece productos que le permiten a intérpretes de todas partes mostrar sus logros y capacidades. Por ejemplo, en el conjunto hay varios artistas  favorecidos con los apoyos del Fonca en distintas modalidades. Psalmon muestra en cada montaje cómo es  posible hacer más con menos. 
    
    Utopya es una obra para armar. Sin embargo, el  rompecabezas tiene combinatorias limitadas. Su idea es muy interesante pero  inconsistente dramatúrgicamente, porque no hay líneas anecdóticas que sostengan  distintas continuidades y menos aún en las decenas de posibilidades que se  mencionan en el programa de mano. Es “un rompecabezas  en movimiento compuesto por  veintinueve actos escénicos originales   presentados en forma simultánea, repetida y sin orden pre-establecido en  múltiples espacios”.Lo que se  evidencia es una propuesta más  aforística que narrativa. 
    Sí  pueden establecerse rutas distintas sin riesgo de alterar el significado, pero la redondez de las escenas carece de elementos que estructuren un pasaje entre ellas, que sea legible y  posibilite un paisaje que se elabore como  resultado de algo más que una suma de escenas. Lo que se recuerda del tránsito  es la particularidad de cada una, su impacto emocional y su desarrollo  temático. 
    Hay en  Psalmón una línea estética y temática que viene del mundo comprometido  brechtiano, aunque no es la única lectura evidente  que atraviesa su obra. Grotowski, Barba,  Craig, por mencionar unos cuantos, sin pensar en que se trata de  seguimientos al pie de la letra, están ahí  como lecciones donde la plástica, lo grupal, actoral y dramatúrgico están presentes.  
    Lo que sigue a las escenas que admiten  la fragmentación es un recorrido dirigido que  concluye en un final festivo, multicolor, carnavalesco, en los múltiples  sentidos tanto populares como bajtinianos. El  mundo del carnaval reaparece a veces como tragedia y otras como farsa; basta  ver las utopías de la protesta que se han afincado en distintos momentos,  unas en Reforma, otras en el Zócalo y otras  más en el Monumento a la Revolución. 
    Esto no significa que lo que tengamos enfrente  sea un fracaso. Las aspiraciones de  las obras artísticas por lo general aparecen en los prólogos, las introducciones y, en el caso del teatro, en las  conferencias de prensa y los programas de mano. Los resultados únicamente pueden estar sobre el escenario, y lo que logra Psalmón es un concierto de enorme  intensidad que termina por encaminar al espectador en cuadros finales de  afinada coralidad.  
    Un elemento transfronterizo en este  Teatrosinparedes es la música. La  intervención musical que obsede a Psalmón para hacer sonar el teatro produce  una atmósfera rica en sugerencias y significados, como lo que hacen los Tres  Tristes Tangos conformados por Alex  Daniels, Jorge González y Daniel Paz.  Hay un disco (Indio libre) que muestra las posibilidades de esa aventura, donde se recogen dos obras que forman parte  del repertorio del grupo concebido por Alex Daniels y Daniel Hidalgo. 
    Al  final, quedan muchas preguntas sobre  la posibilidad de lo festivo y la creación,  que invitan a plantearse al espectador la posibilidad de un mundo mejor, la  certeza de que Utopya es un  grito de esperanza, una quimera necesaria, un  territorio en construcción y una manera de caminar  de frente y sin detenerse. La Utopya es también un microcosmos personal de poderosa  resonancia en lo colectivo. 
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