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Israel en la FIL
D

avid Grossman señaló en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) que los palestinos tienen derecho a tener su propio Estado, libre, independiente y soberano. Añadió que, a su juicio, sería la única manera de que haya paz entre israelíes y palestinos, y que él no podría vivir bajo la carga de la ocupación, humillante para sus pobladores. Sería un tormento.

Esta declaración, palabras más palabras menos, ha sido recogida por varios diarios mexicanos y europeos, y no podemos soslayarla pues viene de alguien que no sólo ha demostrado profundidad de pensamiento sino que, además, perdió a su hijo Uri en agosto de 2006, en la guerra en Líbano, supuestamente contra Hezbolá. Cuando Uri murió, Grossman escribió lo siguiente: Me gustaría que pudiéramos mostrarnos más sensibles unos con otros. Que pudiéramos liberarnos de la violencia y la enemistad que se han infiltrado tan profundamente en todos los aspectos de nuestra vida. Que supiéramos cambiar de opinión y salvarnos ahora, justo en el último instante, porque nos aguardan tiempos muy duros (Nuestra familia ha perdido la guerra, El País, 21/8/06). Y el escritor israelí, lejos de encerrarse en el luto y en sentimientos negativos, sacó de sí palabras de aliento y de respeto para quienes los gobiernos de su país han querido dejar sin tierra, sin hogar y sin patria.

Como a Grossman, percibo igual a muchos israelíes que, me consta, se nutren de un pensamiento humanista y plural que reprueban el avasallamiento de unos sobre otros y el colonialismo fuera de tiempo (si acaso tuvo su tiempo) e irrespetuoso de la otredad.

Pienso que así como en México no se confunde a los ciudadanos con su gobierno, al enfocar a Israel debemos hacer lo mismo. Gobiernos son gobiernos (como entidades del Estado) y ciudadanos otra cosa, unos con su gobierno y otros no. Ni siquiera es un problema de mayorías y minorías, lo importante es que no todos los ciudadanos de un país son cómplices de su gobierno. La historia nos ha enseñado que incluso los que callaron en un momento, sobre todo en terribles circunstancias de intolerancia, persecución y miedo, lo hicieron más por sobrevivir que por complicidad. Algunos de ellos, durante la larga noche del expansionismo nazi, escondieron y protegieron en sus casas a los perseguidos, les salvaron la vida con políticas distintas al exterminio (Oskar Schindler, por ejemplo) o con salvoconductos diplomáticos como lo hizo nuestro embajador Gilberto Bosques. La historia, por fortuna, no es en blanco y negro. Tiene excepciones y muchos matices.

Hace unas semanas amigos judíos y no judíos redactaron una carta sobre Israel como país invitado a la FIL de este año. Ahí se decía que “los abajo firmantes queremos destacar la necesidad de tener muy presente la historia del Estado de Israel y el hecho de que su creación provocó una tragedia: la del pueblo palestino, condenado al exilio… Ciertos sectores judíos de izquierda al interior del sionismo se opusieron a la partición de la tierra y propusieron para la región un modelo alternativo al del Estado nacional. Sin embargo, la política del sionismo, como movimiento nacional eurocéntrico, hizo que el nuevo Estado de Israel, desde que se instaló en territorio palestino, optara por el enfrentamiento con la población local mayoritaria y no por una política de coexistencia con los pobladores nativos… Hay un punto nodal que no puede ignorarse: el Estado de Israel es de carácter étnico y confesional. No es un Estado de ciudadanos, es un Estado para un sector exclusivo de ciudadanos: los judíos. En este sentido, puede verse como un Estado judío fundamentalista, aunque viste un ropaje de formalidad democrática occidental. Para las personas que viven en Israel, en este momento coyuntural, la existencia pacífica depende de una decisión moral y política insoslayable: la de abandonar la concepción colonial y expansionista de la ideología sionista”.

“El Estado de Israel dice abogar por la paz con el pueblo palestino. Se pregunta uno por qué no empieza por el reconocimiento y el apoyo a la concreción del Estado palestino, en lugar de seguir alimentando permanentemente esta especie de pax romana: se mantienen los territorios bajo mandato israelí, incautando terrenos palestinos; se rodean de muros que aíslan y que cortan la posibilidad de una continuidad territorial palestina así como de una vida digna para ambos pueblos… Lamentablemente, los gobiernos israelíes –y sobre todo la administración actual, encabezada por Netanyahu– no han mostrado una intención creíble de solucionar el problema colonial, y por lo tanto cambiar de rumbo. Los 45 años de ocupación militar por el Estado de Israel han enfrentado a dos poblaciones heterogéneas que habían demostrado sobradamente su capacidad de convivir en paz, trabajando en una misma tierra amada. El yugo colonial ha ido alimentando el legítimo deseo de liberación del pueblo palestino. Lo que desearíamos muchos es una política de entendimiento real, no desde el uso de la fuerza militar ni desde las argucias diplomáticas, sino a partir de la moral, la ética y la justicia, que el pueblo judío supo legar al mundo en voz de sus profetas.”

La carta es más extensa y sufrió algunas modificaciones propuestas sobre todo por los abajo firmantes judíos, que conocen del tema mucho más que yo. Finalmente circuló en la red electrónica y se sumaron más personas.

Me parece que en esencia es lo que ha planteado el gran escritor israelí citado. Mi opinión personal va más o menos en este mismo sentido y me adelanto a decir que no es mi intención establecer polémica sino sólo afirmar mi convicción de que ningún gobierno, con o sin apoyo de su pueblo, tiene el derecho a someter a otro, por mucho que sean legítimas sus aspiraciones a tener un país.

rodriguezaraujo.unam.mx

PD. El lunes a las 15:30 horas trataron de robar con violencia y pistolas mi automóvil en Cuernavaca. Aparte del susto, le rompieron la parte de atrás. Esta vez la libramos.