Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 1 de diciembre de 2013 Num: 978

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La poética de
Juan Gelman

Juan Manuel Roca

Festival Internacional
de Teatro Puebla
Héctor Azar

Miguel Ángel Quemain

Las calles, los teatros
Miguel A. Quemain

Puebla, de tradición
teatral novohispana

Miguel A. Quemain entrevista
con Moisés Rosas

Manuel Acuña,
poeta mayor

Marco Antonio Campos

Ibargüengoitia y
el Día del Libro

Ricardo Guzmán Wolffer

Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
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Paso a Retirarme
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Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
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Juan Domingo Argüelles

La búsqueda poética de Jair Cortés

Perteneciente a la generación del setenta, Jair Cortés (Calpulalpan, Tlaxcala, 1977) publicó su primer libro de poemas, A la luz de la sangre (1999), a los veintidós años, una buena edad para iniciarse en la publicación de la obra literaria, cuando ya la adolescencia ha quedado atrás y la juventud es esa fuerza que, en el caso del poeta, está alimentada de la infancia.

Luego publicaría otros cinco poemarios: Dispersario (2001), Tormental (2001), Contramor (2003), Caza (2007) y Enfermedad de talking (2008). En todos ellos, y en el primero, hay una permanente búsqueda no del tiempo perdido sino del mundo recobrado que la memoria del poeta se encarga de transformar en algo más que memoria: en presente perpetuo que nombra lo esencial.

Nombrar la sangre, por ejemplo, es volver al presente el origen de la estirpe, el mundo cotidiano familiar, con su dolor y con su dicha, con los colores y sombras del ayer que se transforman en luminosidades y tinieblas del poeta que canta y recuerda.

Jair Cortés escribe, como bien lo dice en uno de sus poemas, desde una jaula de nostalgia, pero también desde una biografía de las palabras: la nostalgia sirve para recordar, pero casi siempre es mala para nombrar: las palabras del poeta transforman el recuerdo íntimo en una materia que, si es noble y dúctil y ecuménica, servirá también para nombrar la emoción de todos los lectores.


Los poetas Álvaro Solís y Jair Cortés

No se equivoca ni poética ni genealógicamente Jair Cortés cuando advierte: “Cargamos a nuestros abuelos,/ a los padres de sus padres,/ y algún día seremos lastre de los hijos que no tendremos,/ de los hijos que cabalgan/ en la frágil senda de la esperanza.” Y no menos cierto es: “El padre nace en los hijos,/ asoma los ojos en sus ojos,/ y humedece la garganta en el pozo eterno de la descendencia.”

Para un poeta, antologar la obra propia es, de algún modo, elegir entre todo lo que ha escrito, no sólo los poemas que mejor lo representan en su estilo, sus temas, sus búsquedas y logros, sino también aquellos que mejor lo nombran o lo siguen nombrando desde ese mundo inmóvil enjaulado en la nostalgia. Esto es lo que ha hecho Jair Cortés en Ahora que vuelvo a decir ahora: una reconciliación poética (Conaculta/Ediciones Eternos Malabares, 2013).

Por lo demás, habría que decir que, más allá del deseo, en la vida no se pueden elegir demasiadas cosas: por principio, ni el origen ni la infancia, y luego –si de elegir estamos hablando– es obvio que la poesía no se elige nunca, porque la poesía (o la vocación lírica o el misterio poético, según quiera nombrársele) es un destino y no una elección: para algunos un destino amargo, una fatalidad; para otros, un sino afortunado, mas no por ello siempre feliz, y para los más, entre los muchos, sólo un lujoso pasatiempo y una fútil ociosidad que a nadie daña mientras no obligue a nadie.

Desde su primer libro, que me tocó editar, hace catorce años, Jair Cortés mostraba, en esas páginas inaugurales, que no elegía ser poeta, sino que seguía un dictado misterioso que se presenta, irrenunciable, cuando nos es imposible ignorar el presente perpetuo de la infancia. Rilke lo dijo mejor que nadie, y nadie ha podido desmentirlo: “La verdadera patria del hombre es la infancia.” Con mayor razón es esto cierto para el poeta.

Releo estas páginas antológicas de Jair Cortés y renuevo la emoción de aquel joven ya no tan joven que leía, para editar, a un muy joven poeta que ya no tenía modo de renunciar a serlo. Cuando la poesía no es un destino, podemos abandonarla en el momento que se nos dé la gana. En el caso contrario, no podemos dejarla nunca.

Los lectores podrán leer en este libro los inicios y el feliz desarrollo de la obra de un poeta que, aun pasados los años, sigue siendo joven. Aquí están sus primeros poemas, pero también algunos de los más recientes que forman parte de su libro aún inédito La canción de los que empiezan (2013), título éste que es sintomático: para el poeta, como para Sísifo, todo es siempre volver a empezar: dicho de otro modo, con el título y el subtítulo, afortunados, de esta antología personal, Ahora que vuelvo a decir ahora: una reconciliación poética.