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Retornan a sus lugares de origen luego del magno concierto en el Auditorio Nacional

Más de 500 niños continuarán en sus confines el Programa Música en Armonía

Las agrupaciones comunitarias de ese proyecto del Conaculta suman ya un centenar

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Niños y jóvenes integrantes de orquestas, coros y bandas durante el concierto del martes en el Auditorio NacionalFoto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Viernes 29 de noviembre de 2013, p. 4

La noche del miércoles, a 24 horas de transcurrido el acto, el eco de euforia seguía intacto entre gran parte de los 500 niños y adolescentes que participaron en el concierto con el cual fue presentado de manera oficial el Programa Música en Armonía, la noche del martes en el Auditorio Nacional.

Concentrados en varios hoteles periféricos al Centro Histórico de la ciudad de México, los contingentes de noveles instrumentistas y cantantes procedentes de diferentes puntos de la República todavía no salían de su azoro por presentarse en un lugar tan grandote y con hartísima gente.

Mucho menos creían del todo que hubieran sido ovacionados por el público que llenó el coloso de Reforma, tampoco que hubiesen conocido en persona y trabajado con el compositor Arturo Márquez, cuyo Danzón 2 es pieza obligada en las clases y ensayos de gran parte de esos pequeños artistas en sus lugares de origen cuando tienen en puerta una presentación importante.

Ninguno de los participantes en el concierto oculta que es una experiencia imborrable. Más aún para aquellos que no habían siquiera salido de la atmósfera bucólica de su comunidad.

Entre ellos se encuentran algunos de los 10 infantes provenientes de las ocho regiones del estado de Oaxaca, que forman parte de una enorme banda sinfónica creada hace año y medio, sin ningún tipo de apoyo oficial, por el compositor Narciso Lico Carrillo, reconocido hace unos días con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el campo de Artes y tradiciones populares.

Congregados en grupos por edad o sexo, el rostro de esos niños y niñas se encendía al narrar la emoción y que sintieron cuando tocaban y cantaban en tan imponente recinto. Atrás habían quedado varios meses de trabajo, así como una semana de ensayos intensivos en la capital del país.

Algunos aún entonaban canciones que interpretaron para esta ocasión especial, como el Jicote aguamielero, de Cri-Cri, con toda su atmósfera de festividad, o la ternura desbordada de Vois sur ton chemin, de Bruno Colais.

Sin embargo, para la mayoría la más hermosa de las obras de esa noche fue Alas (a Malala), de Arturo Márquez, cuyo estreno mundial tuvo lugar en esa velada.

Es una obra orquestal-coral que tiene como sustrato la cumbia colombiana y se distingue por la dulzura y tersa emotividad de sus sonidos, una especie de marejada de luz y sonrisas, con un mensaje de paz y esperanza.

Al término de su ejecución, a cargo de los instrumentistas y cantantes, el público aclamó al compositor, quien subió al escenario para agradecer el reconocimiento. Esa postal se repitió momentos después, cuando el autor dirigió como uno de los tres encores del concierto su Danzón 2.

Algunos con sonrisas tímidas, otros con pena, varios de esos niños y jóvenes, al preguntárseles de forma directa, aceptaron su deseo de ser músicos profesionales. Otros, aclararon que tomarán un camino diferente. La único de sus certezas en común por ahora es que aprender música los hace inmensamente felices.

El Programa Música en Armonía, iniciativa del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes –a través del Sistema Nacional de Fomento Musical y la Dirección General de Culturas Populares– se suma a la estrategia para combatir y prevenir la violencia y desigualdad social en el país, mediante la integración de agrupaciones musicales comunitarias infantiles y juveniles en el país, especialmente en zonas marginadas.

Según información de ese sistema, hasta abril pasado había 13 agrupaciones comunitarias, a las cuales en los meses subsecuentes se han ido sumando más para, a la fecha, alcanzar un centenar. Colaboran 300 maestros y participan 9 mil 800 niños y jóvenes.