Opinión
Ver día anteriorViernes 22 de noviembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿Más desatinos? Una disfunción alarmante, 2º acto
E

n el primer acto se comentaron las acciones que se supone son parte de la llamada nueva estrategia para la seguridad pública. De su examen se desprende que no existe formalmente nada que pudiera llamarse así. Las evidencias están en todos aquellos puntos. ¿Por qué no se han adoptado las grandes decisiones mediante un diseño visionario? ¿Por qué se crea y sostiene una disfunción conceptual, orgánica y funcional?

No se ha podido entender que ya brincamos de la falta de seguridad común hacia el gran crimen, y de éste a la ausencia de paz social. No se anticipó que estamos ante un problema de seguridad nacional. Tres dimensiones de la antisocialidad terriblemente distintas. Los sucesos en Michoacán sólo pronostican tiempos peores: más violencia.

La paz social está alterada por esta alza del crimen. Es absurdo cantar que el homicidio doloso ha cedido. El tema es un grave efecto acumulativo de ya varios sexenios. Debe verse así, entenderse así y enfrentarse consecuentemente. Ni empezó ayer ni terminará mañana. El México a 20 años está en riesgo. Debe entenderse que la visión estrictamente antiviolencia que se tiene no es suficiente. Es aceptar que no se ha hecho nada integral para atender ese nuevo acoso: la brutalidad.

El futuro, que es incierto en sus detalles, es totalmente predecible en su conjunto. Está en juego el complejo tema de la seguridad nacional que para efectos trascendentes es la inestabilidad y fragilidad de los órganos de gobierno que conducen con miras cortas e intentos de solución que son apenas contención de lo que viene. No lo hemos enfocado con altura.

Los exégetas del gobierno se desviven dando datos estadísticos sobre la reducción de homicidios y así proclaman la eficacia. Las evidencias palmarias que sí ven observadores externos de gran solvencia los hacen opinar diferente.

Datos que el gobierno no quiere ver están en el Índice Global de Paz, que es un indicador universal del nivel de paz social de un país. Lo formula, de acuerdo con 22 indicadores, el Institute for Economics and Peace junto a un panel internacional de expertos provenientes de institutos para la paz.

El índice ha recibido el apoyo de personalidades como el Dalai Lama; el arzobispo Desmond Tutu; Muhammad Yunus, premio Príncipe de Asturias y premio Nobel de la Paz; la ex presidenta de Irlanda Mary Robinson, alta comisionada para los Refugiados, de la ONU, y premio Príncipe de Asturias, y el ex presidente de Estados Unidos Jimmy Carter, premio Nobel de la Paz. Sus opiniones tienen el peso de la verdad y éstas señalan que México ocupa el lugar 135 de 158 en orden descendente, una situación de violencia más crítica que la de Guatemala, con 124, o Haití, en el 107.

Si se tomara el estudio mencionado como hipótesis de trabajo, fácilmente se distinguiría que con los métodos actuales y los tiempos apremiantes, este gobierno sencillamente no logrará un avance racionalmente aceptable que se inserte positivamente en un logro de largo aliento.

Las cosas simplemente no coinciden, no se entienden. Se anuncia la preparación de un Programa Nacional de Seguridad Pública, que debió ser una esperanza, pero con inexplicable ligereza estuvo en consulta sólo del 21 de octubre hasta el 8 de noviembre. Escasos 18 días naturales para algo tan complejo y trascendente. Una vez más se crea perplejidad.

Dieciocho días naturales para convocar, escuchar y estudiar las propuestas de sociólogos, demógrafos, educadores, criminólogos, policías, periodistas, penitenciaristas, economistas y sociedad organizada y abierta. El gobierno ha sido eficaz en otros proyectos llegándose a una terrible conclusión: la seguridad y la justicia siguen siendo sólo tema de discurso y de intentos que pueden ser honestos, pero son desafortunados.

El desconcierto se sostiene. Sigue sin ser formalizada la multicitada nueva estrategia, y como se toman decisiones aisladas y se dan pasos quizá irremediables sobre la materia, la sensación de desconfianza crece, alimentada por la situación.

En otra contradicción con los exégetas presidenciales, a las opiniones externas se suma el sentir del pueblo. Los que no conocen su llanto no lo entenderán. Es inevitable así pensar ¡qué nos espera para los próximos años!

Donde no hay seguridad, no habrá desarrollo: en los estados fallidos o en ausencia del Estado el crimen y el conflicto son la única ayuda al alcance de los que sufren y deben sobrevivir.

Theodor Winkler, experto internacional en seguridad