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El canadiense mostró su poder de convocatoria al llenar el lunes y el martes el Foro Sol

Beliebers se rinden sin condiciones ante Justin Bieber, sueño creado por el poder mediático

Su voz está cambiando y ha bajado un tono en interpretaciones que antes no le costaban trabajo

Foto
Justin Bieber durante el concierto del lunesFoto Cortesía Ocesa
 
Periódico La Jornada
Miércoles 20 de noviembre de 2013, p. 9

El pasado lunes, el cantautor canadiense de 19 años de edad Justin Bieber reunió a 52 mil 352 fieles, creyentes, beliebers del pop rosa, en el primero de dos conciertos consecutivos en el Foro Sol, donde la tónica fue el grito desaforado, agudo, contenido durante meses o años, producto del sueño creado por el poder mediático, que todo lo crea y todo lo destruye.

A las siete y media de la noche, miles de menores de edad, muchos acompañados de sus padres, corrieron ante una música que se oía a lo lejos. Un papá reclamó a su esposa que dijera a sus dos hijas que ya había comenzado el rosario de sentidas y sufridas canciones. No era el ídolo, sino Jet Lag, grupo abridor del que pocos tienen información. Lo más, es que también fue el telonero de la tocada de One Direction.

Ansiosos por llegar

En el puente que une al Palacio de los Deportes con el Foro Sol, una madre reclamaba a personal que daba el acceso lo lento del trámite. Estaba fuera de sí y pronunciaba groserías, de mentada para arriba y para abajo. No era para menos, pues el operativo dispuesto por las autoridades dificultó la llegada al foro. Un atorón terrible en Churubusco, para llorar sobre Viaducto, desesperante en Añil.

Cuando por fin se pasaron los filtros de acceso y de ser ubicados en el asiento respectivo, se soltó el aire y los músculos se relajaron. Jet Lag acababa su participación anunciando que seguiría Justin. Al oír el nombre, la gritería de la muchedumbre lastimó el yunque y el estribo.

Otra espera. En la pantalla central, un reloj marcaba el tiempo en el que aparecería el cantautor nacido en 1994. Se apagaron las luces. El reloj marcó segundos y por último décimas y centésimas. Vestido de blanco, con guantes. Todo níveo. ¡México City, hola, te amo con todo mi corazón!, pronunció.

En adelante todo sería toser y cantar. Había llovido. Miles habían comprado capas de hule que no fueron necesarias.

All around the world resonó y los ecos pusieron a Justin en el centro del universo. Sus fans se le entregaban sin condiciones. Era un auto de fe.

Con sus coristas y coreografías hizo gala de su energía, a los 19 años... salvo infecciones estomacales que ya lo obligaron a cancelar un toquín.

Brincó, corrió, giró, aplaudió, rió, actúo, dedicó con la mano, lanzó besos. Todo se le aplaudió. Su voz está cambiando y ha bajado un tono en interpretaciones que antes no le costaban trabajo.

Es el Believe Tour, que se enciende con Take you. Se quitó su elegante saco y mostró su cuerpo de efebo sólo cubierto con una playera. La muchachada suspiró. Porque no todo es cándido y asexual. Justin explota un erotismo innegable, abrumador.

Catching feelings fue el contexto para instar a los creyentes a unirse al rito de ser uno mediante el canto unísono.

El concierto de corazones no destrozados siguió con popurríes integrados por One Time, Eenie meenie y Somebody to Love.

Se cambió de volada y reapareció con playera y tenis rojos, más una chamara negra. Para su historia breve, pero fructífera en cheques, se proyectaron imágenes en las que se recordó cuando se recortó el pelo.

Las chicas al escenario

A moverse con She doesn’t like the lights. Con una cámara recorrió sus tatuajes. Es lo grandilocuente de lo pequeño. Todo importa. Never say never, Beauty and beat. ¿Se están divirtiendo esta noche? En One less lonely girl hizo subir a una privilegiada, en un recurso no nuevo, pero que llevó a todas al escenario.

Para el acabóse: Se quitó la playera y eso fue el maremágnum, alimentado por As long as you love me y Believe, con el que fue a teclear el piano. Boyfriend... ¿Quién es mi baby?, y se arrancó con Baby.

Fue el final. No hubo encore. ¿Cómo, sólo hora y media?, se escuchó. Ríos de gente buscaron las diferentes salidas y se encontraron con una situación de tránsito peor que cuando llegaron. Estaba cerrado en la esquina de Churubusco y Añil. Todo era un caos. Es que nadie respeta, analizó un taxista.

La venta de souvenirs estuvo a todo vapor: camisetas con la foto de Justin, almohadas para soñar con Justin, llaveros rosas con bordes dorados y foto del cantante, dijes, chamarras, sudaderas, fotos de 10 y dos por cinco pesos. Lleve la taza y la playera de este güey, dijo un vendedor harto de pronunciar el nombre de Justin Bieber.