Opinión
Ver día anteriorLunes 7 de octubre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Dos ciudades mayas
L

a arquitectura que creó el universo de los mayas es una obra de hombres y mujeres de genio cuya gloria se grabó para siempre en la piedra. Representa el mundo sagrado. En sus ciudades la selva debió ser domeñada para poder tejer la vida según los designios de los dioses. Basamentos, edificios, ámbitos ceremoniales, plazas, todos los elementos ocupaban un lugar según el orden espiritual del alma maya. La calidad de sus espacios y la sutileza de sus detalles deslumbra a todo aquel que camine por sus senderos.

En Uxmal, ciudad del clásico, todo el ser maya se manifiesta a través de una ideal geometría. A partir de ella se perciben y se preservan las huellas del espíritu.

La compleja ornamentación de los frisos yucatecos y la expresiva minuciosidad de los motivos que la decoran, se desarrollan con una prístina claridad y con una perfecta proporción en esta gran ciudad del Puuc. El marco natural de la selva baja, la bruma de la aurora, las nubes, la falta de agua, la luz del sol, todos los elementos se condensan en la obra de los mayas para darle ritmo arquitectónico a las creencias y a la vida.

En el Templo del Adivino se maneja la luz para adornar los mascarones de Chaac. La fachada del templo que corona el edificio estaba pintada para hacer resaltar la maestría artesanal y la elegante concepción del espacio que tenían sus constructores. El cuidado estético de esta obra se suma al concierto de la música que se escucha al contemplar Uxmal desde lo alto.

El Edificio del Gobernador, el de las Tortugas, la Gran Pirámide y el Palomar arroban la mirada desde el Cuadrángulo de las Monjas. La eternidad, esa obsesión humana, parece estar aquí al alcance del tiempo.

En la fachada poniente del Cuadrángulo de las Monjas, como en todo el universo religioso de los mayas, la serpiente rige como signo de la eterna renovación de la vida. Aquí se conservan la memoria plástica y la memoria mítica.

La densidad de los símbolos del Edificio del Gobernador, conteniendo su tiempo, desafía las posibilidades de desaparición de esa memoria. El placer estético se hace acompañar del ritmo de las relaciones de los hombres. La decoración en este monumento es un ancla del alma de los mayas. Tejer, esculpir, construir para salvar, es la divisa.

En Uxmal, la danza de la luz y de la sombra sobre los frisos juega para dar mayor profundidad a la memoria. Los lazos con el universo están ya asegurados.

Chichén Itzá es mosaico cultural del universo antiguo, es magna ciudad maya tolteca del posclásico, es cénit del crisol mesoamericano.

Toda la ciudad se construyó en tiempos ritmados para esquivar el rayo, dirigir el viento, dominar la sequía. Formada por templos, palacios, juegos de pelota, baños de vapor, observatorios, casas habitación, calzadas, en esta arquitectura se advierte el propósito astronómico y calendárico que la motivó. En las entradas de los templos se esculpen serpientes. El uso de las columnas señala un cambio radical en la idea del espacio. Los temas toltecas se reconocen también en los guerreros esculpidos en los pilares, en los frisos de los jaguares, en las serpientes emplumadas que se alternan con las águilas. Toltecas son también los atlantes y la presencia del Chaac Mol.

La danza de basamentos y taludes hemos de imaginarla como una fiesta del alma. Envueltas en estuco sus paredes –tan pronto rojas, tan pronto azules– nos traen el permanente recuerdo del bien y el mal, y los hace llegar directo al corazón y a la memoria. La vida cotidiana estaba aquí atada a lo sagrado. Los rumbos de los vientos, los colores, las plantas, los animales, todo estaba cargado de un sentido que regía cada instante de la existencia de los hombres.

Arquitecto genial, el pueblo maya de Chichén, en su cotidiano rezo a las fuerzas del mundo, aprendió a hablarle a la piedra, supo conversarle a la madera, platicarle a la luz. La ciudad se ordena así, lúdica y simétrica, como sólo puede serlo entre los sueños. Forma parte de un orden justo que el hombre no puede comprender pero del que no puede escapar.

Chichén Itzá es armónica fusión de dos estilos. En ella se conjugan, recreándolos, antecedentes de dos distintos tiempos y rumbos de Mesoamérica. He ahí su profunda grandeza, su extrema originalidad.

Lo que sucede aquí, en Uxmal y Chichén Itzá, propiciado por la grandeza de los mayas y por la arquitectura que las crea, hace capaz a los hombres y mujeres de ver lo invisible y alcanzar lo imaginado, lo soñado. Vayan y vean. Allí sentirán lo que es vivir en los espacios de la memoria.

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