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El realizador estrena hoy Miradas múltiples. La máquina loca, con música de Michael Nyman

La obra de Figueroa es como abrir un cajón con fotos de tu familia: Maillé

En la cinta se entrevista a 29 de los cinefotógrafos más destacados del mundo; deviene clase magistral

El fotógrafo pintaba con luz en el blanco y negro, afirma Gabriel Beristain, en el documental

El color es el opio en el cine, dice Ricardo Aronovich

Foto
Escena de la película La perla, de Emilio Indio FernándezFoto Fundación Televisa
 
Periódico La Jornada
Viernes 27 de septiembre de 2013, p. 8

Miradas múltiples. La máquina loca es un documental que se centra en el trabajo de uno de los creadores más importantes del siglo XX en México: Gabriel Figueroa (1907-1997), figura que termina por ser el pretexto para una clase magistral que, por medio de la cinta, ofrecen algunos de los mejores cinefotógrafos del mundo. Contiene imágenes clásicas de la época de oro del cine nacional del cual Figueroa fue testigo y protagonista.

La filmografía de Figueroa es el mirador en el que se vuelcan los fotógrafos de cine más talentosos para evocar su estilo, aportar sus puntos de vista y sus íntimos sentimientos.

En Miradas... México es el actor escondido, pero es el actor principal. México se revela de una manera entrañable. Es como abrir un cajón con fotos de tu familia las cuales nunca habías visto y al mirarlas dices: ese era mi abuelo o mi tío, a quienes no conocí pero de ahí vengo, dice a La Jornada el realizador de la cinta Emilio Maillé (México, 1963).

La película, producida por Gustavo Ángel y Mónica Lozano, que se estrena este viernes, es una clase de hora y media acerca del trabajo del director de foto, hombre invisible, pero esencial en las producciones.

Se pueden apreciar las palabras de Vittorio Storaro, Darius Khonji, Xavier Aguirresarobe, Janusz Kaminski, Pascal Marti, Luciano Tovoli, Christopher Doyle, Ángel Goded, Gabriel Beristain, Philippe Rousselot, Hideo Yamamoto, Jean Michel Humeau, Walter Carvalho, Ricardo Aronovich y Affonso Beato, entre otros.

Palabras que soñaba

Maillé asegura que no era algo que buscara. Quería la palabra de los fotógrafos importantes, pero no imaginaba que pudiera reunir “no sólo a los nombres que están en el filme, sino que se lograran esas palabras con las que soñaba. Para mí sí fue como una clase magistral simplemente por estar sentado frente a ellos, que también fue una de las cosas más deliciosas de hacer este proyecto.

A muchos les tuve que refrescar la memoria con imágenes que les mandé de Figueroa, a través del cual se reconocieron, porque casi nadie nunca los entrevista, porque son personajes desconocidos, de la oscuridad, de los que nadie piensa en la importancia que tuvieron en las películas. Una vez que terminan una, se van y hacen otra y nadie habla de ellos. Por eso, por medio de la figura de Figueroa se vieron y fueron tan generosos en su tiempo, en sus palabras... se clavaron unos más que otros.

Uno de ellos fue Aronovich para quien el color merece una discreción terrible. Así como Marx dijo que las religiones son el opio del pueblo, el color (en el cine) es el opio. El color es para engatusar a la gente, y la prueba es que estamos rodeados de gran cantidad de imágenes como las que ofrece la televisión, comenta en la cinta el argentino, uno de los más provocadores. La de él es una provocación, asegura Maillé.

Los fotógrafos como Figueroa tenían que hacer un trabajo casi perfecto dice por su lado el mexicano Ángel Goded. Para hacer una hermosa película en blanco y negro hay que tener la historia y hay que saberlo hacer, agrega.

Del trabajo de Figueroa otros dicen que conocía la musculatura de los actores y que su blanco y negro era color tinta con un aura plateada, como fuegos artificiales en blanco y negro, plantea Darius Khondji.

Para el mexicano Gabriel Beristain el fotógrafo pintaba con la luz en el blanco y negro y había que crear la emoción del color sin éste.

Los fotógrafos presentes en el largometraje estuvieron emocionados de poder expresar lo que son por medio de otro, como Figueroa. No es una biografía. Se menciona de una forma discreta al inicio quién fue Figueroa, quien tenía un rigor que lo llevaba a lograr ese blanco y negro fantástico y tan bien compuesto. Pero más que eso, me interesaba descubrir a los fotógrafos y poder hacer este tejido fino de imágenes. No hubo descubrimiento. Todo viene de las emociones, asegura Maillé.

Otra de las virtudes del documental, comenta el también realizador de cintas como Rosario Tijeras, es la de llevar al espectador a un viaje que no cuenta una historia, un hecho; lo único de lo que te puedes agarrar es de las imágenes y las emociones que éstas generan mezcladas una con la otra, acompañabas por palabras sorprendentes. Eso hace un coctel que te hace viajar de una forma potente.

Lo digital pudiera hacer que cualquiera fuera cinefotógrafo, se comenta en el filme, pero agrega Maillé que en potencia es más fácil hoy, pero seguimos viendo cintas malas y buenas. Hay muchos elementos que hacen algo estético. No es tan sencillo, pese a que las cámaras sean más buenas, tienes que contar una historia, pero en efecto, antes había todo un proceso que tenías que dominar, como lo hacía Figueroa.

Para muchos, la llegada del color al cine “fue el mismo shock que cuando llegó el sonido. Trabajar con colores te llevaba a emociones de otra manera y hubo quien lo entendió bien y le dio poesía a ese color. No es nostalgia trabajar con blanco y negro, sino la fuerza de llevarte a otro lugar. No me queda claro eso del blanco y negro y la disyuntiva del color; es un misterio bonito que se genera a través del filme, en el cual caigo. Sales con preguntas que te enriquecen. Lo que sí es real es que con ese blanco y negro intuías los colores”.

Revela Maillé que el documental proviene del goce que le dio la muestra Bajo el cielo mexicano: Gabriel Figueroa, arte y cine, curada por Alfonso Morales y montada en el Palacio de Bellas Artes. Creo que se tiene que hacer el documental sobre su vida, pero yo sólo quería mostrar el arte de este señor.

Ambientes de Manuel Rocha

Las imágenes que se presentan en el filme son emblemáticas del cine mexicano. Hay algo importante que es el trabajo de restauración, de salvaguarda de archivos fílmicos, que son nuestra memoria. Tenemos que cuidar ese legado de que hace que seamos lo que somos.

En la película, la música del maestro Michael Nyman es fundamental. Ayuda a las imágenes, las lleva y las hace fuertes, pero también era importante tener silencios.

Nyman ofreció todo su repertorio a Maillé. Le dijo que usara todos sus discos, incluidas composiciones que nunca había publicado. Emilio escogió lo que le gustó y lo que sentía que era “el antiNyman. Es decir, quise no poner las cosas más conocidas de él. Me interesó encontrar aspectos desconocidos y sobre eso trabajé. Manuel Rocha hizo ambientes, los cuales se acoplaron muy bien a la música del maestro inglés, que sólo compuso ex profeso para al cinta la pieza que aparece en los créditos finales.

Por qué le dio Nyman su repertorio: es un enloquecido con la fotografía en blanco y negro. También vio la exposición y eso fue lo que lo motivó a decirme entrarle por donde quieras.