Opinión
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El último viaje de El Gaviero
M

urió el poeta de la condición humana, de los ríos insalubres, del mar que se desborda, de las tierras de calor, de las fiebres, de las pesadillas, de las salinas y de los arenales; el poeta que vio la vida como una aventura, como una travesía donde todos los elementos que forman su inventario, las mujeres que se fueron como se marchan los días, el olor de la hierba y el ruido que producen los insectos con sus élitros o esas piedras que vimos y habrán de sobrevivirnos ásperas y pequeñas, son los elementos que nos vencen en esta lucha estéril que nos agota y nos lleva mansamente a la tumba.

Álvaro Mutis, 1923-2013 fue más conocido como narrador que como poeta. La nieve del almirante, Ilona llega con la lluvia, La última escala del Tramp Steamer o Abdul Bazur soñador de navíos son algunos de sus libros que reinventaron el género de novela de aventuras de mar y selva. Pero toda su narrativa, hay que decirlo, nació en su poesía, en aquella oración de Maqroll El Gaviero, quien después de vivir experiencias liquidadoras, terminales, sólo quiere, pese a su rebeldía, no ser olvidado.

El miércoles 20 de enero de 1989 le pregunté a Mutis en su casa donde tenía la reproducción de La muerte de Marat de Jacques-Louis David y un Tramp steamer a escala (uno de esos barcos de carga vagabundos donde transcurrieron muchas de sus historias), si escribía para, como Maqroll, no ser olvidado.

Poeta al fin, prefirió contestarme con una imagen: recordó que una noche al escribir bajo la luz de una vela pensó que la poesía era semejante a esa luz luchando en medio de la noche. Una luz que parpadeaba, que daba la impresión de sucumbir pero que era más fuerte, a fin de cuentas, que el corazón de la noche.

La poesía, dijo, es un testimonio de la vida, de la infructuosa lucha contra la muerte. Mutis creía que el poeta era un visionario, alguien que ve de lejos, desde la otra orilla; el que desde el otro lado del mundo nos ayuda a mirar.

Por supuesto eso nunca se alcanza, por eso todo poema es un ensayo, un fracaso, el testimonio de lo que no se logró. Pero el que un poema sea sólo el intento fallido no le quita mérito. Es el testimonio del hombre en el mundo. Por eso la poesía tiene esa condición de oración, de invocación, de maldición.

Octavio Paz alguna vez dijo que Mutis era un poeta de la estirpe más rara en español: rica sin ostentación y sin despilfarro. Es cierto, su sonoridad no cansa, le sirve al poeta para contarnos historias. Historias mínimas o grandes aventuras. El oscilante paso de los ríos que cambian su rumbo con los años o las andanzas de un marino envejecido, sin barco, viviendo siempre en los bordes de la vida.

El secreto de la narrativa de Álvaro Mutis está en su poesía: allí se encuentran los temas, las atmósferas, los personajes que ha desarrollado en todas sus novelas. Allí está todo el universo de este escritor colombiano. Su tradición es la de Conrad y la de Stevenson pero, también, la del cardenal de Retz y Chateaubriand. Mutis, como todo gran escritor, es un autor excéntrico. Su creatividad ha formado, con los años, su propia legislación: por eso Maqroll, el personaje que ha saltado de una a otra de sus novelas y ha vencido incluso a la muerte pues ha resucitado.

Alguna vez, hablando del origen de su universo narrativo, le expresé que en sus poemas existían muchos rastros de sus novelas. En un poema, que era una especie de oración, le comenté, aparecía Maqroll El Gaviero. Allí está todo me dijo Mutis, 'en la poesía se encuentra todo.

Si Álvaro Mutis fue la voz narrativa de Eliot Ness en Los Intocables, si fue el primer lector de las novelas de su amigo Gabriel García Márquez, si fue el personaje encerrado en Lecumberri por una trasnacional, si fue un amigo como pocos y un gran conversador, ahora Álvaro Mutis ya sólo será sus lectores, los que volverán a sus libros como ocurre sólo con la obra de los grandes escritores o aquellos que empezarán las verdaderas aventuras de Maqroll el Gaviero que sabe que ni el amor, ni la desdicha, ni la esperanza, ni la ira, volverán a ser las mismas para él ante los ojos de cada uno de sus nuevos lectores.