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Las reclusas son obligadas a trabajar como esclavas, acusa Nadezhda Tolokonnikova

Joven de Pussy Riot encarcelada denuncia abusos y se declara en huelga de hambre

Pide un traslado a otro penal por amenazas

Se trata de un chantaje: vocera del reclusorio

Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 24 de septiembre de 2013, p. 25

Moscú, 23 de septiembre.

Tras denunciar amenazas contra su vida por oponerse a las infrahumanas condiciones laborales en su centro penitenciario, Nadezhda Tolokonnikova, integrante del grupo Pussy Riot que cumplió ya tres cuartos de su condena a dos años de privación de la libertad por cantar una oración punk contra el presidente Vladimir Putin en el principal templo ortodoxo de esta capital, se declaró en huelga de hambre este lunes.

“Recurro a esta medida extrema, pero estoy completamente convencida de que es la única solución posible ante la situación creada. La administración (de la cárcel, eufemísticamente llamada campo de trabajo) no quiere escucharme y tampoco puedo permanecer callada, viendo cómo se caen de cansancio las reclusas, sometidas a condiciones laborales peores a las que tendrían si fueran esclavas”, explicó Tolokonnikova en una carta dada a conocer hoy por su esposo, Piotr Versilov.

Cuando la activista de Pussy Riot se quejó ante el subdirector del centro penitenciario IK-14 de Mordovia, a 600 kilómetros de Moscú en sentido este, el funcionario rechazó la petición de modificar el régimen laboral que obliga a las reclusas a trabajar en el taller de costura entre 16 y 17 horas diarias a cambio de un salario mísero, apenas equivalente a un dólar el mes anterior, y le recomendó: no te preocupes más, pues en el otro mundo seguro que no tendrás ninguna queja.

Así consta en la denuncia de Tolokonnikova que presentó hoy su abogada, Irina Jrunova, ante el Comité de Instrucción y la procuraduría de Rusia, en la cual solicita fincar responsabilidades penales al teniente coronel Yuri Kuprianov por atentar contra su vida en grado de amenaza.

Según la denunciante, varias reclusas le han confiado que la administración del centro penitenciario las instiga a asesinarla a cambio de la promesa de dejar impune el crimen y de darles, como premio, preferencias en el trato.

Pide, por ello, ser trasladada a otro centro penitenciario donde se respeten los derechos humanos y las reclusas no sean tratadas como esclavas.

En la carta donde explica por qué decidió iniciar la huelga de hambre hasta que la administración del IK-14 de Mordovia deje de mortificar a las reclusas, Tolokonnikova describe condiciones similares al Gulag de los tiempos estalinianos.

Cuenta que las presas, divididas en brigadas de costureras, trabajan de 7 y media de la mañana a 12 y media de la noche, porque cada brigada tiene la obligación de entregar cada día de la semana 150 uniformes de policía por un salario mensual que no supera el equivalente de un dólar.

Incumplir esa norma desproporcionada implica severos castigos como anular el único día de descanso –un domingo cada mes y medio–, o dejar a la intemperie a las reclusas formadas durante horas, sea invierno o cualquier otra temporada, sin permitirles tomar agua ni ir al baño.

La vocera del centro penitenciario, Marina Janeyeva, confirmó que Tolokonnikova inició la huelga de hambre, pero desmintió las acusaciones y dijo que se trata de un chantaje del esposo y la abogada de la reclusa.

Según ella, Jrunova y Versilov exigieron a Kuprianov facilitar el traslado de Tolokonnikova a una cárcel más cercana a Moscú y, en caso de negarse, lo amenazaron con presentar una denuncia en su contra. Hasta le mostraron el texto ya escrito por la reclusa, declaró a una emisora de radio.

Al parecer, esta versión no convenció al consejo de derechos humanos, instancia consultiva del Kremlin, que mañana enviará a Mordovia una delegación, encabezada por su titular, Mijail Fedotov, a visitar a Tolokonnikova y comprobar si son ciertas las arbitrariedades que denuncia.

Maksim Kononenko, columnista de Izvestia, se preguntaba esta noche qué necesidad de mentir tendría una muchacha que quedará en libertad dentro de poco más de seis meses y concluye que su denuncia sólo puede deberse a un marcado sentido de solidaridad con las demás reclusas, las que aún tendrán que seguir cumpliendo sus condenas en un auténtico infierno.