Opinión
Ver día anteriorSábado 14 de septiembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

Tecnócratas vs realidad

Un soplo de debilidad

Peña Nieto jala parejo

L

a cruda realidad obligó al gobierno federal a que en tan sólo ocho meses redujera en dos ocasiones su pronóstico de crecimiento económico para 2013: del 3.5 por ciento, originalmente ofrecido, recortó a 3.1 por ciento, y de allí, el tijeretazo más reciente, a 1.8 por ciento. En medio del discurso sobre la solidez económica nacional, prácticamente de un plumazo redujo su estimación a la mitad, aunque nunca dejó de presumir lo bien que marchan las cosas.

El gobierno anterior no lo hubiera hecho peor. En los albores de 2008, cuando en todo el mundo los gobiernos advertían sobre la peligrosísima tempestad que se avecinaba e instrumentaban diversas medidas para atemperar el golpe, en México la maravillosa dupla Calderón-Carstens despachaba en traje de baño, lente oscuro y coctel en mano, y pronosticaba los hermosos días soleados de los que gozaba la economía nacional, no sin olvidar que, decían, la crisis de afuera nos hace los mandados, porque en el peor de los casos, y sólo en el peor, se trataba de un simple catarrito. Para ese año, el pronóstico oficial de crecimiento económico fue de 3.2; la realidad lo ubicó en un desplome de 6.5 por ciento, el peor en ocho décadas. Pero se trató de un simple catarrito.

Ese dúo dinámico demostró, por si hubiera duda, que como médico resultó excelente carnicero, pero los mexicanos saben qué pasó con ese catarrito, de qué magnitud fue el huracán, cuál fue el ramalazo real que recibieron y el enorme costo que les significó (y que siguen pagando). Pero parece que a la gloriosa tecnocracia autóctona esta experiencia (no la única, desde luego) de nada le sirvió, le pasó de largo, porque no deja de excederse en el discurso (que describe un país inexistente) y comete, una y otra vez, el mismo error: negar la realidad.

Allí está el caso del flamante secretario de Hacienda, Luis Videgaray, para quien técnicamente México no está en recesión. Se trata, dijo, únicamente de un momento de debilidad en el crecimiento y de un escenario de desaceleración. Como bien lo apunta la nota de ( La Jornada, Roberto Garduño y Enrique Méndez, 12/9/2013), el súper secretario dijo lo que dijo a pesar del entorno de contracción del gasto público, de la caída del PIB y de que el gobierno tendrá que recurrir a deuda para cumplir con el ejercicio del Presupuesto de Egresos.

Así, palabras más o menos, Videgaray repite el discurso de sus diez antecesores (de Gustavo Petriciolli, con Miguel de la Madrid, a José Antonio Meade, con Felipe Calderón): la economía mexicana es una gloria universal, a pesar de que en los últimos treinta años su promedio de crecimiento, a duras penas, es de 2 por ciento cada doce meses, sin mencionar el creciente número de pobres, los salarios miserables, el empleo formal escaso y cada más precarizado, el rotundo avance de la informalidad y tantas maravillas adicionales. Revísese el discurso de esos diez secretarios de Hacienda, previos al actual, y nadie se sorprenderá no sólo de la similitud en el discurso, sino –lo peor de todo– en los resultados.

Pero insisten: de los problemas de caja con Miguel de la Madrid a los errores de diciembre con Salinas y Zedillo; del atorón de Fox al catarrito de Calderón, y ahora del 3.5 al 1.8 por ciento, y descontando, porque Videgaray asegura que se trata únicamente de un momento de debilidad en el crecimiento y un escenario de desaceleración. ¿De plano no registran de qué tamaño es la realidad? Obvio es que el sol no se puede tapar con un discurso, pero ellos creen que sí.

Técnicamente, pues, el país no está en recesión, pero la actividad económica se deterioró en todas las regiones de México, y el menor dinamismo afectó particularmente la generación de empleos formales, las ventas al menudeo y mayoreo, y la construcción, particularmente la edificación de vivienda, de acuerdo con el Banco de México ( La Jornada, Roberto González Amador, 13/9/2013). Y todas son todas: como decía aquel viejo anuncio, de Sonora a Yucatán, y no precisamente los sombreros Tardán, sino la economía y, por ende, el bienestar de los mexicanos.

Las causas que explican tal deterioro económico “tienen que ver con la desaceleración de la economía mundial –que afecta en particular las exportaciones industriales de México– y al menor dinamismo de la demanda interna, especialmente en el gasto público y de la actividad en el sector de la construcción, en particular, la edificación de vivienda se mantuvo estancada (en momentos en que el gobierno federal propuso gravar con 16 por ciento la compra y alquiler de casas, así como las hipotecas). También, con la caída de la confianza de los consumidores en las regiones centrales del país, así como la fuerte contracción que se observó en la actividad manufacturera en la región centro. En contraste, los indicadores de actividad en el sector turístico y del financiamiento a las empresas se fortalecieron” ( ídem).

La actividad comercial, tanto al mayoreo como al menudeo, registró en el segundo trimestre variaciones negativas o nulas en todas las regiones, medidas en términos anuales. Los empresarios consultados por el banco central para la elaboración del reporte atribuyeron el estancamiento de la actividad a un menor dinamismo de la demanda interna, asociado con la menor generación de empleo y el deterioro en la confianza de los consumidores, detalla el Banco de México. En ese entorno de atonía en las actividades industriales y comerciales, en las cuatro regiones del país disminuyó la oferta de puestos laborales, con lo que continuó reduciéndose la tasa de crecimiento anual del empleo. La desaceleración fue más acentuada en el norte.

Entonces, ¡ánimo!, mexicanos crédulos, que ya lo dijo Videgaray.

Las rebanadas del pastel

Para demostrar que él sí jala parejo y que también está dispuesto a sacrificarse, el presidente Enrique Peña Nieto hizo un anuncio igual de espectacular que de noble: a los mexicanos fiscalmente exprimidos hizo saber que mientras ellos pagan el voluminoso costo económico, el solidario gobierno que encabeza ha decidido asumir el costo político de la llamada reforma hacendaria, pues cobrar impuestos, imponer nuevos y eliminar exenciones o tratamientos preferenciales en la legislación fiscal, de ninguna manera resulta popular. Tanta generosidad deslumbra, pero ¡haberlo dicho antes!, porque si previo a su anuncio hubiera tenido la amabilidad de preguntarles con qué opción se quedarían, sin duda alguna, y con gusto, los mexicanos habrían preferido asumir el costo político de la citada reforma, y dejar para el gobierno peñanietista el voluminoso costo económico de la misma.

Twitter: @cafevega