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38 Festival Internacional de Cine de Toronto
Pérdidas en el espacio
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En esta imagen publicitaria de Gravity aparecen Sandra Bullock, a la izquierda, quien interpreta a Ryan Stone, y George Clooney, quien personifica a Matt KowalskyFoto Ap
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oronto, 8 de septiembre. Los elogios recibidos en Venecia no fueron exagerados. Gravity (Gravedad), de Alfonso Cuarón, es por mucho la mejor realización de su corta filmografía, un triunfo artístico que reconcilia a la ciencia con la ficción y también la poesía. Si bien su anterior Niños del hombre (2006) apuntaba ya a logros de ligas mayores, Gravity alcanza la categoría de clásico instantáneo. Cuarón no es sólo el director y el productor, sino también su coguionista (en colaboración con su hijo Jonás) y su coeditor (con Mark Sanger).

La acción se sitúa en el espacio, a 600 kilómetros sobre la Tierra, donde dos astronautas trabajan fuera de su estación espacial. Él, Kowalsky (George Clooney) es un veterano de la Nasa, mientras ella, Stone (Sandra Bullock, en el papel de su carrera) es una debutante que efectúa reparaciones al equipo externo. Una anunciada lluvia de chatarra espacial, restos de un satélite ruso, provocan un desastre y Stone queda a la deriva. Eso es apenas el inicio de una estrujante aventura de supervivencia en el hostil aunque majestuoso ambiente del espacio.

Desde su primera escena, Gravity suspende todo escepticismo. Cualquiera diría que se trata de la primera película de ficción filmada en locaciones reales del espacio. La referencia obligada a 2001: odisea del espacio es superada en cuanto a verosimilitud. Tal es el dinamismo de la puesta en cámara, la maestría fotográfica de Emmanuel Lubezki y el apoyo de impecables efectos especiales que uno se siente como en una experiencia de inmersión. En este caso, el efecto de la tercera dimensión no es un mero gimmick para cobrar más caro el boleto, sino una parte esencial de dicha experiencia. (Verla en dos dimensiones o, peor, en video, como ocurrirá eventualmente, es quitarle gran parte de su chiste).

Quizá el único elemento discordante sea el tono demasiado jocoso del personaje de Clooney, aun en cara a la muerte. En esos momentos se evoca más bien a Buzz Lightyear, de Toy Story, que a un astronauta auténtico. Pero es una objeción muy menor a una obra que dará mucho de qué hablar.

Por cierto, tanta expectativa había entre los acreditados del festival de Toronto para ver Gravity, que la entrada a la sala fue otra hazaña. Desde una hora antes de iniciar la función ya había una multitud ordenada en filas que no parecían tener principio ni fin. Por supuesto, la sala de 555 butacas fue insuficiente y muchos profesionales se quedaron afuera. Eso sí, el festival ya programó una función adicional para prensa e industria el día de mañana.

Tal fue el impacto de Gravity que hasta parece desproporcionado hablar de otra película en el mismo espacio. Pero vale la pena mencionar Palo Alto, si tan sólo para abordar el fenómeno de James Franco, ya consagrado como el ajonjolí de todos los moles en los medios gringos. El ubicuo actor también es director y su segunda película: Child of God, se presenta en el festival después de que la primera, As I lay dying, se estrenó en Cannes este año. Asimismo, es escritor en sus ratos libres y una colección de sus cuentos, titulada Palo Alto, ha sido adaptada al cine y dirigida por Gia Coppola, nieta de Francis Ford, nada menos. La película –con una secundaria actuación de Franco, no faltaba más– es otro recuento más de cómo la juventud de hoy –llamémosla Generación XXX– pierde su potencial cometiendo pendejadas. Coppola pone y mueve la cámara mejor que su tía Sofía (bueno, eso cualquiera), y no juzga a sus desperdiciados personajes, sino los observa con desmarcada curiosidad. Así, la película con nombre de motel de paso sirve para marcar el debut aceptable de la portadora de un apellido que, alguna vez, tenía connotaciones del mejor cine.

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Twitter: @walyder