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Mario Lavista comparte sus recuerdos con la pianista, fallecida el miércoles pasado

Para María Teresa Rodríguez entender la música como diversión era inconcebible
 
Periódico La Jornada
Sábado 7 de septiembre de 2013, p. 7

La música como una especie de pasatiempo y entretenimiento era algo inconcebible, una suerte de aberración para la pianista María Teresa Rodríguez, quien falleció la noche del miércoles a los 90 años de edad, en la ciudad de México.

Así rememora el compositor Mario Lavista, quien recuerda con gran cariño, respeto y admiración a la maestra, a quien conoció en la década de los años 60, en el Taller de composición de Carlos Chávez, del cual él era alumno.

Para el autor, pensar en la también docente siempre lo ha remitido al legendario pianista Claudio Arrau, con el que, a su decir, ella compartió varios rasgos en común.

Ambos tienen un árbol genealógico pródigo y prodigioso que hunde sus raíces en Beethoven, maestro de Czerny, quien a su vez lo fue de Liszt, el cual transmitió el conocimiento de Bach y de las tradiciones pianísticas e interpretativas del siglo XIX a través de Martin Krauze, maestro de Arrau, y del legendario Theodor Leschetizki, hasta llegar a dos brillantes condiscípulos, Prokofiev y Borowski, éste ultimo maestro de María Teresa Rodríguez, destaca Lavista.

Por otro lado, tanto para ella como para Arrau, la música como simple pasatiempo y entretenimiento es inconcebible, es una suerte de aberración, aserto más que pertinente en estos tiempos sordos en los que domina un gusto musical chabacano y ramplón, de una creciente e incontenible superficialidad.

Otro rasgo en común entre ambos intérpretes tenía que ver con su dominio de un repertorio enciclopédico, asienta el compositor, aspecto sobre el que destaca: “¿Cuántos pianistas pueden abordar con la misma solvencia técnica y hondura interpretativa una fuga de Bach y un preludio de Debussy, las Escenas infantiles de Schumann y las Estructuras de Pierre Boulez, o el Concierto de Grieg y el de Chávez? –el cual, por cierto, fue estrenado en México por Arrau, y grabado por María Teresa con la dirección de Eduardo Mata. Pocos, muy pocos, y entre esos pocos está María Teresa Rodríguez, artista de primer orden”.

En un artículo que escribió con motivo de un homenaje que Instrumenta Oaxaca rindió a la intérprete en 2005, Mario Lavista evoca que fue a finales de los años 40 cuando María Teresa Rodríguez conoció a Carlos Chávez.

Y se inició una profunda amistad y una sólida y productiva relación profesional entre los dos músicos, colaboración que culminaría, tiempo después, con la grabación de la integral para piano del compositor mexicano, empresa, en verdad, titánica y difícil de ser superada, asienta el creador en dicho texto.

A principios de los años 60, el mismo Carlos Chávez la invitó a ser la pianista del recién fundado Taller de Composición del Conservatorio Nacional de Música. Durante cuatro años leyó y tocó las obras de los jóvenes compositores que acudían a ese centro de estudios musicales. Su impecable y sorprendente lectura a primera vista, y su infalible y fino oído musical le permitieron descifrar las partituras de los estudiantes con una calidad y solvencia profesionales poco comunes.