Política
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Nosotros ya no somos los mismos

Te llames como te llames

Motes que el tiempo convirtió en metáforas incomprensibles

A

principios del mes pasado, el Tribunal Electoral del Poder Judicial dio inicio a una campaña informativa sobre la jurisprudencia aprobada por la sala superior (tesis 27/20/12), que reconocía el derecho de los candidatos a un puesto de elección popular a agregar, al nombre con el que oficialmente habían sido registrados, algún mote o sobrenombre por el que eran más conocidos en su comunidad. La campaña era no sólo ñoña y carente de imaginación sino, además, confusa. En un cartel aparecían dos candidatos. El primero pegaba una sola foto con su nombre: Heriberto. El otro repetía su foto tres veces pero con diferentes nombres: José María, Chema y El Chato.

La propuesta gráfica no se explicaba y menos aún con el título: Te llames como te llames. Pareciera como si el problema, en vez de ser el sobrenombre del candidato, fuera el nombre del elector. Al final firmaban: Tú tomas la decisión (¿cuál?) nosotros la protegemos (¿de quién?). Como se ve, tanto el destinatario como el contenido del mensaje resultaban equívocos. Pienso que hubiera sido mucho más comprensible agregar a la foto alguna leyenda como: aunque lo conozcas como Pedro y se llame Pablo. Aunque tenga 12 de familia y todos le digan Ángel (ejemplo excedido pues los ángeles carecen del instrumental imprescindible para perpetuar la especie).

O sea, si tú ya escogiste al ciudadano que quieres como tu representante, identifícalo en la boleta con el alias o apodo con el que tú y todo el mundo lo conoce. En fin, esta opinión, además de no solicitada, es tardía. De lo que estoy seguro es que en mi pueblo va ser muy benéfica. Hay personas que mueren octogenarias y hasta que en la esquela sale su nombre completo, la gente se entera como se llamó toda su larga existencia: La Chiquis, La Bebé o El Chacho. Los apodos, sobre todo lo cariñosos, surgen aun antes que el nombre y los que son mandados, demoledores, desde la primaria. Les platicaba anteriormente, que en mi tierra los apodos pueden ser figurativos, abstractos, surrealistas, hiperrealistas, aunque también simplones y, no pocas veces crueles.

Imagínense a un jovencito mustio, formalito, con una vocecita susurrante, con manos entrecruzadas y que siempre al conversar pone los ojos en blanco. No puede resultar extraño que toda la gente lo conozca como El Mira Santos. Y el pobre compañerito que, como tiene una pierna mucho más pequeña que la otra (defecto congénito o polio de aquellos tiempos), debe usar un zapato con una suela de 10 centímetros. El peso obliga a un paso firme y el otro medio arrastrado. ¿A quién se le ocurrió, y desde qué edad, llamarle El Punto y Coma?

Ella era en verdad, espectacular: un monumento de 17 años. Desearía describir su geografía con todo detalle, pero me llevaría tres columnas y, además, ni el país ni yo estamos para un sobresalto más. Lo haré un lunes en el que quiero cronicar sobre las grades divas y vedettes que por trabajo, aventura o suerte pude ver de cerquita. Ahora sólo platico que esa mujercita no se escapó de la obsesión saltillense por los apodos.

Como frecuentemente, (por no balconear me abstengo de decir que a diario) llevaba un vestido verde que se le ceñía de tal forma que parecía pintado sobre la piel, al salir de una clase de biología alguien exclamó: ¿no es bellísima La Clorofila? De ahí hasta la fecha, no es otro su nombre. Una chaparrita tenía bien ganada fama de extrovertida y emotiva. Era, decían voces siempre anónimas, una chinampina. Siendo tan efervescente resultaba natural que le llamaran La Sal de Uvas. Era un joven extrovertido, entusiasta, gran compañero, cualidades que no lo libraron de un rudo apodo. Nadie sabía si padecía de ictiosis, dermatitis atípica o queratosis, pero su piel era la más seca y escamosa del condado. La Lija fue el nombre que le dieron y que él asumió toda la vida.

Durante su boda los amigos hacían corrillos: ¿tú crees que La Beba (o sea la desposada) esté consciente de lo que le espera al rato? Todos los colegas le envidiaban su numerosa clientela. Era de los doctores ya desaparecidos: Médico general, cirujano y partero. Los pacientes 1. Doctorcito, se me hinchan los pies, me truenan las articulaciones 2. Los cólicos son terribles y a mi edad, ni modo que sea la visita mensual. 3. El asma no me deja dormir. 4, Ayúdeme por favor, ya me acabé tres frascos de damiana oyendo el Himno Nacional y nada de nada. 5. No pueden ser las anginas, me las han sacado tres veces. El doctor hacía a cada paciente una minuciosa exploración: la presión, el pulso, la lengua, los reflejos, los pulmones, la barriga y luego pensativo se dirigía a un bello sarape multicolor (made in Saltillo), lo levantaba y gritaba: “¡mamá!… ¿Cómo se llama la yerbita que me das en mi te de todas las noches? Desde el fondo de la casa, una cascada voz contestaba: ¡estafiate, mi’jo, estafiate!

En las tertulias, el mercado, el Rosario las comadres comentaban: Con la ayuda de la virgencita del Sagrado Corazón (abogada de las causas difíciles y desesperadas), y gracias al doctor Estafiate (ahora con mayúscula que es nombre propio), estoy rete’ aliviada, ya ves que él es siempre tan acertado (el doctor House, de aquellos tiempos).

La lista es infinita, pues se renueva generacionalmente, además los apodos son hereditarios. –Oye, qué buena está La Chayota –¿Quién? –Pues la hermana de El Chayote, la que fue miss Coahuila). A muchos motes el tiempo los convirtió en metáforas incomprensibles: El fideo se convirtió en un gran canelón y el que era chino ahora es totalmente calvo. Otros, como en el principio, siguen siendo inasibles.

Nadie es capaz de describir el gargajo, la basca, la jaqueca o al niño antiguo, pero desperdigados dentro de un grupo de cien personas, hasta Stevie Wonder los identificaría.

Y ya que tratamos de apodos, se me ocurre preguntar al señor procurador y al señor secretario de Seguridad del Distrito Federal. Dado que el día de ayer se cumplieron nueve meses de su aventurada declaración, estamos a punto de aprehender a los responsables de los desaguisados del primero de diciembre. Ya tenemos sus apodos.

¿Consiguieron identificarlos ya, y no nos lo han dicho para proteger su privacidad y no entorpecer su honorable ejercicio profesional? Si no es así dense prisa: al que le decían El Globo Terráqueo le hicieron una exitosísima liposucción, se volvió travesti y va punteando en el certamen de México Next Top Model. El enano del tapanco se sometió a un tratamiento intensivo con hormonas del crecimiento y está a punto de incorporarse a los Harlem Globetrotters (1.90 metros, mínimo).

Pasemos ahora a un tópico por demás comentable. En Puebla se editan dos publicaciones: Síntesis e Intolerancia. Pues resulta que el director del primer diario citado, Armando Prida Huerta, demandó al director del segundo, Enrique Núñez Quiroz, porque éste, a principios del mes pasado, lo calificó de maricón, puto y puñal. El altercado llegó a las alturas superiores del país y la voz tonante (y tronante) de los señores ministros de la Suprema Corte de inmediato se dejó oír para condenar esas expresiones que ensucian nuestro lenguaje y resultan asaz discriminatorias y homofóbicas tanto, que consideraron que su uso puede dar lugar a demandas penales. ¡Échense esa!

Menos mal que los ilustres lexicólogos, filólogos, etimólogos españoles Dña. María Moliner y don Joan Corominas y el investigador y académico José Moreno de Alba, jalisciense, ex director de la Academia Mexicana de la lengua, ya no están en posibilidad de registrar agravios. Ese tema lo conversaremos en próxima columneta.

Nos referiremos igualmente a uno de los anuncios más inicuos y estúpidos de la pantalla televisiva, tanto, que estoy seguro que ni el humanista defensor de los derechos humanos, que produjo el mensaje de las ratas, se hubiera atrevido a realizarlo. Sí, me refiero al del jovenzuelo decepcionado de su padre, por el Internet mediocre que le proporciona en su casa. Se aceptan opiniones anticipadas.

A quienes alborozados, dentro y fuera de Venezuela, festejan el traspié lingüístico del presidente Nicolás Maduro, siento desilusionarlos. Las bases de apoyo al gobierno popular se han acrecentado en horas, con la entusiasta solidaridad y apoyo de dos amplios sectores sociales: el femenil y la comunidad gay, que aún desde roperos, clósets, armarios y chifonieres, saludan la propuesta presidencial: ¡Claro que sí, Presidente, como Cristo multipliquemos –sin disyuntivas– peces, panes y penes!

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