Opinión
Ver día anteriorDomingo 1º de septiembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Fecha de caducidad
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res vidas y una sola muerte. Kenya Márquez, ex directora del Festival Internacional de Cine de Guadalajara, realizadora también de varios cortometrajes, ha elegido prolongar y afinar en Fecha de caducidad, su primer largometraje, la trama propuesta en su corto Señas particulares (2006), llevando hasta sus últimas consecuencias su apuesta inicial por una comedia del absurdo.

Con un guión propio, en colaboración con Alfonso Suárez, la realizadora propone un relato de ironía cruel, con toques macabros astutamente controlados, cuya distinción mayor es el profesionalismo de tres de sus protagonistas: la veterana actriz Ana Ofelia Murguía, convincente y magnética de principio a fin; Damián Alcázar, camaleónica interpretación de un grotesco gran ingenuo, detonador de infortunios propios y ajenos; y Marta Aura, una mujer que hace de los problemas de los demás la ocupación central de su muy agobiada existencia. La joven Marisol Centeno tiene un papel importante que consigue sacar a flote decorosamente en medio de este duelo de grandes actuaciones.

De no ser por las esporádicas filmaciones en exteriores (calles de Guadalajara, parques, estación de tren ligero), el conjunto cabría perfectamente en un escenario teatral, con cuatro espacios fúnebres y complementarios: el modesto departamento de doña Ramona (Murguía); el desolado refugio de su vecina, la joven Mariana (Centeno); el tugurio inenarrable donde habita el mil usos, bueno para todo y para nada Genaro (Alcázar), y la morgue de un servicio forense, punto de encuentro de los personajes centrales y resumen exacto de las atmósferas sugeridas.

La trama es mucho más ingeniosa de lo que finalmente ofrece el manejo esquemático del guión. Oswaldo, el insufrible hijo holgazán de una abnegada madre (Murguía) desaparece misteriosamente, al parecer víctima de un secuestro exprés. El itinerario de la madre que afanosa- mente busca el paradero de su hijo, es narrado desde tres puntos de vista, el de la propia Ramona, anciana testaruda; el de la joven Mariana, accidentalmente involucrada en el asunto; y el del inefable Genaro, un elegido de Dios, según palabras propias, para esclarecer el caso y ofrecer a la madre la resolución del enigma, y que sólo complica todo de manera por demás funesta.

El asunto, de entrada muy atractivo, soporta el lastre de una trama secundaria insuficientemente desarrollada: la infatuación amorosa de Genaro por Mariana, las reticencias y abandonos caprichosos de esta última, y el aspecto entre patético y cómico de la situación, muy lejos de los tonos justos y emotivos de Párpados azules, de Ernesto Contreras, con Enrique Arreola y Cecilia Suárez en papeles mejor delineados. La alusión al crimen organizado y al clima de zozobra que provoca en la ciudadanía es muy tangencial y sale casi sobrando. El cruce de la violencia en provincia y la pesadez sofocante de una morgue –posible encuentro entre El infierno, de Luis Estrada, y Halley, de Sebastián Hoffman–, no logra crear en Fecha de caducidad toda la tensión dramática que sugiere este microcosmos escénico del temor y la desesperanza que vive hoy todo un país. Tal vez no haya sido ése el propósito de la directora, pero ciertamente sí era una de las posibilidades más interesantes del relato.

Es evidente que la película procura crear una atmósfera de desolación y agobio, muestra de ella son las recurrentes tomas cenitales que oprimen a los personajes, y que en la calle derriban a doña Ramona. También los interiores macilentos, los muebles de podrida madera infestada de alimañas, las tiras de carne de res secándose al aire libre en el patio de Genaro, la sopa de tomate que rutinariamente prepara doña Ramona y que, una y otra vez, es alusión al derramamiento incontenible de la sangre.

Crónica jocosa de un suceso de nota roja, Fecha de caducidad tiene tintes de revista sensacionalista y de cómic de humor macabro, y una confianza tal vez excesiva en la eficacia de esos recursos explotados sin el contrapeso de emociones verdaderas. En lugar de una compleja comedia del absurdo (al estilo del chileno Raúl Ruíz en Tres vidas y una sola muerte o del perturbador Barton Fink de los hermanos Coen), la realizadora elige los trazos gruesos y una avalancha humorística desprovista de sutilezas. Un impulso dramático mayor y de calibre más perverso habría dado verdadera Fecha de caducidad a las últimas ilusiones de un país en quiebra, al fatuo cinismo de sus gobernantes, a la manipulación mediática que derriba voluntades ciudadanas y encumbra a mediocridades, y a una guerra absurda contra la delincuencia organizada que busca todavía su mejor expresión en la comedia cinematográfica.

En esta cinta desigual, nerviosa y por momentos inspirada, Kenya Márquez ha revelado un gran talento para dirigir a buenos actores y grandes vacilaciones para llevar a buen término una trama prometedora. Hay sin embargo entusiasmo y brío suficientes para nuevas y mejores incursiones en terrenos tan delicados como el de la comedia negra en este nuevo cine mexicano.

Twitter: @CarlosBonfil1