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Periódico La Jornada
Sábado 24 de agosto de 2013, p. a16

La disquera británica Decca eslabona el nuevo capítulo de la apasionante serie “Los gadgets también lloran”: no solamente lanza un nuevo disco compacto, todo un triunfo en la crisis generalizada de los formatos convencionales de consumo cultural, sino que enaltece el firmamento de la música de concierto con un hallazgo: la voz de la joven soprano rusa Julia Lezhneva.

Con este hermoso disco, Decca pone en su sitio los argumentos, con hechos, en favor del formato disco compacto, frente al crecimiento imparable de las nuevas maneras de escuchar música merced a la Internet (Spotify, Deezer, Rdio, Soundcloud, más las que se acumulen esta semana), como una opción para el melómano que prefiera calidad de sonido frente a la cantidad, ya incalculable, de música que circula por Internet, pero con merma considerable en la nitidez acústica, pérdida de relieve, contexto y demás.

En este interesante panorama, siguen sucediendo fenómenos de ventas como el reciente disco de otra soprano rusa, ella ya consagrada: Anna Netrebko, cuya grabación en homenaje a Verdi por su bicentenario, se vende como pan caliente, citando a los Clásicos.

Por lo pronto, el material que ofrece el disco titulado Julia Lezhneva significa también un baño de agua fresca (nuevamente, la frase es de los Clásicos, je) pues se aparta del consabido formato que reúne arias de ópera en una sucesión un tanto previsible de éxitos del hit parade operístico.

La apuesta de Decca con esta soprano de 23 años de edad se llama Motete, género musical en boga en el siglo XVIII y cuya belleza, complejidad y rebuscamiento formal, recibió un bautizo de honor de parte de algunos musicólogos: conciertos para voz.

Confirmaron así las virtudes de los Motetes con arias virtuosísticas de contenido religioso en lugar de operático. Su popularidad fue vasta. Su belleza, inconmensurable.

La obra que abre el disco, In furore iustissimae irae, de Antonio Vivaldi, desde su título indica su carácter dramático, la fuerza incomensurable que imprime esta jovencita para dar vida a un texto que compele a lo terrible para enseguida, como sucede en muchos Motetes, flotar sobre lagos de tranquilidad y paz.

Los colegas del New York Times también tuvieron que citar a los Clásicos para calificar el tono de gran belleza de la voz de esta notable muchachita: belleza angelical, mientras los flemáticos y correctos redactores de The Guardian, fueron contundentes: perfección técnica.

Los Clásicos podrían añadir un adjetivo que viene al caso: impresionante. Pruebe el lector los clips de video que están en YouTube, donde Julia Lezhneva interpreta en el estudio de grabación algunos de los pasajes más difíciles y también los más bellos de este disco, además de que ofrece su frescura vertida en sus argumentos para hablar acerca de las partituras que pone en vida desde su maravilloso aparato fónico.

Saeviat tellus inter rigores, la obra de Handel que ella interpreta, también oscila de lo terrible a lo sublime; In caelo stelle clare (Estrellas blancas en el cielo) de Nicola Porpora, también brinda placeres enaltecedores al escucha. Todas estas obras nos recuerdan el repertorio que ha cimentado otra gran cantante favorita del Disquero: la mezzo italiana Cecilia Bartoli y como no existen las coincidencias, la propia Julia Lezhneva informa que la diva romana, Bartoli, es una de sus heroínas y de hecho eligió el camino musical a seguir cuando compró, a sus 12 años de edad, el disco que la Bartoli consagró a Vivaldi, en 1999.

El final feliz de este disco hiperrecomendable es también una bendición desde su mismo título: Exsultate, Jubilate, esa pieza de belleza celestial que Volfi Mozart escribió con suspiros, alas de ángel y muchas, muchas sonrisas.

Porque, en efecto, uno dice Mozart y sonríe.

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