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Cosme anota dos y coloca el pase para el tercero, en amarga tarde de los auriazules

Gallos da clase de futbol a unos Pumas sin resistencia en CU

Las dos llegadas de los locales, que terminaron en la red, anuladas por fuera de lugar

Un gol tempranero paralizó a los pupilos de Torres Servín; aficionados pidieron la salida del técnico

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El delantero argentino Martín Bravo (10) fue bien marcado por la zaga del Querétaro, que ganó por primera vez en Ciudad UniversitariaFoto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Lunes 29 de julio de 2013, p. 2

Una derrota siempre deja una nota triste en el ambiente. Es como si algo desapareciera irremediablemente con el fracaso. Ese aire viciado de melancolía flotaba ayer sobre Ciudad Universitaria, donde los Pumas perdieron ante Gallos Blancos de Querétaro por un penoso marcador de tres a cero.

Ni siquiera había espacio para la rabia, porque la derrota llegó sin oponer resistencia, como si los universitarios hubieran claudicado apenas sintieron que el juego se les salía de control. Porque no fue una derrota peleada, sino una en la que los humillados bajan pasivamente la vista ante su verdugo. Y el encargado de manipular la guillotina fue el colombiano Wilberto Cosme, quien anotó los dos primeros, y sirvió para que el chileno Esteban Paredes metiera el tercero.

Pumas sólo tuvo dos llegadas en todo el partido, y en ambas ocasiones anotó en fuera de lugar. Mientras los Gallos Blancos dieron una clase de orden, impecables en sus posiciones, coordinados en sus movimientos y atentos al contragolpe. Con esas condiciones, los del Querétaro entraron cuantas veces quisieron al área rival, que ofrecía infinitas posibilidades por el caos y nerviosismo de los defensas.

En el otro extremo, la delantera de Pumas nunca pudo atravesar la impecable línea defensiva de Gallos Blancos. Ni el entusiasta, pero poco preciso Martín Bravo, ni el sorpresivo Javier Cortés se notaron en la cancha; el recién fichado Ariel Nahuelpán permaneció como una incógnita.

No se sabe si es un gran goleador o un bloque de cemento con 1.90 de estatura; mientras sus compañeros no le pasen la pelota, nadie conocerá su verdadero potencial. El argentino rapado esperó siempre que alguien le sirviera un centro con el que pudiera demostrar lo que tiene en los pies. Pero todo el juego estuvo esperando de espaldas al arco, como si estuviera cumpliendo una pena.

El primer gol fue una advertencia. Cosme presumió su explosividad para la carrera, con zancadas de velocista, siempre dejó en ridículo a los auriazules que tuvieron la mala fortuna de intentar marcarlo. Llegó al área, encaró al antes insobornable Darío Verón, y en un duelo como de pistoleros del oeste venció el más rápido. Cosme amagó, el paraguayo compró el engaño, y disparó cruzado ante los ojos atónitos de la afición universitaria.

Muy pronto se esfumó el anhelo del empate, pues el cuadro auriazul se achicó ante lo inesperado de la situación. El conjunto visitante, en cambio, se volvió compacto y efectivo. Defendía en tropel, pero con sentido, salía disparado al contragolpe y con idea clara de cómo hacer daño. Cuatro minutos después del gol, Diego de la Torre recibió un balón que recetó al arco, pero gracias al esfuerzo del arquero Alejandro Palacios los auriazules se salvaron de sufrir el segundo tanto tan rápido.

Cosme ya tenía en aprietos a toda la defensa de Pumas. Unas por su propia insistencia y cualidades incontenibles para el ineficaz tridente compuesto por Verón, Pikolín y Velarde; otras porque el arquero Palacios, que parecía inseguro para ese entonces, equivocó una salida y entregó la pelota al colombiano, quien intentó una vaselina a la que le faltó tan poco para convertirse en gol, que provocó un alarido de angustia en las gradas.

Ya con toda la confianza que provoca un rival tan anémico, el Querétaro empezó a mostrarse más atrevido y Cosme resumió el espíritu colectivo. En otro alarde de velocidad y picardía, el colombiano volvió a encarar a Verón, y en una carrera lo dejó atrás para simplemente puntear ante la salida del portero y marcar el segundo gol de su cuenta.

Expulsión del refuerzo

En esas condiciones, Pumas ya no parecía rival, sino víctima dócil. La impotencia cegó unos segundos a Nahuelpán, quien al no tener balones para intentar hacer su trabajo, eligió la pierna de un adversario como sustituto. Le pegó una plancha que le valió la tarjeta roja directa al minuto 62.

A 10 minutos del final, Cosme otra vez puso en ridículo a sus escoltas, a quienes dejó atrás en un sprint. Entró por el carril derecho y antes de atreverse a una locura, envió un centro que dejó a su compañero esteban Paredes solo ante el arco auriazul para que anotara el tercero con un toque suave bombeado que dejó en el césped al portero.

Con el partido perdido, los espectadores suplicaban para que el árbitro Roberto Ríos silbara el final y acabar de una vez con el bochorno. Por eso, cuando los altoparlantes anunciaron que agregarían tres minutos, en la tribuna se escuchó un avergonzado: ¡Nooooo! Otros pidieron la salida del entrenador auriazul, Antonio Torres Servín.

Al finalizar, el técnico no encontró explicaciones para entender una derrota ante un rival con el que nunca habían perdido en Ciudad Universitaria, para saber por qué habían caído en la segunda fecha y en casa. En un intento por parecer un héroe trágico, asumió la culpa y dijo que sólo él era responsable de semejante fracaso.

Estoy apenado con toda la afición porque es nuestro primer partido del torneo en CU, dijo Torres Servín.

Afuera del estadio, la gente se alejaba sin asomo de rabia por la derrota. Parecían tristes y avergonzados, como si algo más profundo se hubiera perdido.