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Se trata de la quinta zona mexicana en obtener esta declaración por la Unesco

El Pinacate y Gran Desierto de Altar, Patrimonio Natural de la Humanidad

Los responsables de la reserva prevén un aumento del turismo y requieren más recursos

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La reserva combina en su paisaje dunas con campo volcánico, en el que destacan los cráteresFoto Carolina Gómez
Enviada
Periódico La Jornada
Lunes 22 de julio de 2013, p. 39

Puerto Peñasco, Son.

La Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar es un territorio único y con un paisaje excepcional, en el que coexisten una zona volcánica con nueve cráteres y flujos y burbujas de lava oscura (basáltica), produc­to de una actividad eruptiva que se inició hace más de cuatro millones de años; y dunas de arena fina y clara, similares a las del desierto del Sahara, además de tinajas, manantiales y humedales, así como una zona en la que se impone el sahuaro, un cacto columnar.

El 21 de junio pasado, tras ocho años de proceso, esta área natural protegida (ANP) fue declarada Patrimonio Natural de la Humanidad por la Organización de Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (Unesco), y su director, Federico Godínez Leal, reconoce que hasta ahora ha demandado pocos recursos para su mantenimiento.

El ingeniero, quien está a cargo de esta zona desde hace diez años, refiere que desde hace poco más de tres lustros la afluencia de visitantes al lugar, en el que habitan más de mil especies de flora y fauna –y que lo hace el desierto con mayor diversidad biológica en el mundo–, ha crecido de forma constante, e indica que ahora tiene un nuevo estatus. La expectativa es que el ecoturismo en la zona despunte aún más.

Ubicada en el noroeste del es­tado de Sonora, esta reserva cuenta con un presupuesto anual de dos millones de pesos, pero las necesidades rondan los 10 millones de pesos, manifiesta Godínez Leal, quien confia en que el presupuesto asignado al área aumente para el próximo año, debido a que cuando un territorio adquiere el rango de Patrimonio Natural de la Humanidad los gobiernos están obligados a conservar íntegro el bien, canalizando mayores recursos para su manejo, protección e investigación.

La reserva también se allega recursos con el cobro de derechos para ingresar. Un visitante nacional o extranjero paga 50 pesos para recorrer la reserva, mientras que los residentes locales sólo desembolsan 25. Esta cuota simbólica, refiere el director, ayuda a la operación, pero también existe una tienda de recuerdos en el Centro de Visitantes Schuk Toak (montaña negra en vocablo de los antiguos pobladores de la zona, los o‘odham). Además, en el auditorio se celebran foros, seminarios y cursos.

Durante una visita de La Jornada a la reserva, que depende de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), órgano desconcentrado de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), Horacio Ortega, subdirector de la reserva, subraya que el estatus que ostenta ahora como valor universal excepcional denota que no hay otro sitio en el mundo con las mismas características, y que generará mayor ecoturis­mo nacional e internacional a la zona, pues por carretera está ubicada aproximadamente a media hora de la zona de playa de Puerto Peñasco.

Ortega consideró que esta situación demandará mayor vigilancia y esfuerzos para conservar la zona y, por lo tanto, entre otros aspectos, aumentar la cantidad de expertos y guardaparques. En total, la plantilla de la reserva la componen actualmente dieciocho personas entre ecólogos, biólogos, expertos en recursos naturales e ingenieros. Pero se requieren por lo menos unas treinta personas, estima Godínez Leal, quien detalla que incluso desde antes de ser declarada Patrimonio Natural de la Humanidad, había comenzado a experimentar un aumento de visitantes, aunado al factor de que que su temporada alta es en invierno.

Godínez Leal destaca que las visitas han aumentado 600 por ciento en quince años, pues mientras en 1997 se recibían aproximadamente 3 mil visitantes por año, en 2012 fueron 18 mil, y para finales de este año la expectativa es de 24 mil. No obstante, estas cifras están aún muy lejos de la capacidad para recibir visitantes de la reserva, que es de 120 mil.

En El Pinacate y Gran Desierto de Altar se promueve especialmente, mediante convenios, la visita de grupos escolares y de universitarios, y también recibe turistas que acuden a Puerto Peñasco a disfrutar de sus playas, pues existen seis empresas prestadoras de servicios locales que organizan excursiones a la zona, la cual, remarca Ortega, es una de las reservas más limpias del país. Antes de entrar se da una explicación a las visitas en la que se señala que nadie puede tirar basura (ni siquiera orgánica). La basura que generan los visitantes se la tienen que llevar de regreso, explica.

La reserva posee 714 mil 556 hectáreas, lo que la sitúa como la tercera área natural protegida más grande de México. Además, es la quinta zona del país en ser declarada valor universal por la Unesco. Le precedieron la Reserva de la Biosfera Sian Ka‘an, en Quintana Roo; el Santuario de ballenas El Vizcaíno, en Baja California Sur; las islas del Golfo de California en Baja California, Baja California Sur, Sonora y Sinaloa, y el Santuario de la Mariposa Monarca, en Michoacán y Estado de México.

La reserva sonorense es hábitat del escarabajo pinacate, el cual, por su color negro brillante y la forma de su parte trasera, dio nombre al volcán homónimo o también conocido como Santa Clara, un pico de mil 206 metros de altura (el más alto de la región), pero también viven en la zona el borrego cimarrón, el berrendo, el venado bura, coyotes, zorra gris, juancito o ardilla de cola redonda, puma o león de montaña y murciélagos, entre muchas otras especies.

En cuanto a la vegetación, además de los bosques de sa­huaro, hay palo verde, palo fierro, ocotillo y choya.

La reserva alberga una zona de 250 mil hectáreas de campo volcánico en forma de corazón, al que se le llama El Pinacate y está rodeada completamente por un desierto de 500 mil hectáreas de dunas denominado Gran Desierto de Altar, originado por antiguos sedimentos del Río Colorado. Este es el desierto de dunas más grande de Norteamérica.

Ortega explica que entre marzo y mayo de cada año prevalecen vientos fuertes e intensos, de entre 60 y 70 kilómetros por hora, que originan que las dunas literalmente se muevan, –son dunas vivas–, y resalta que estas formaciones de arena son del mismo tipo de las del Sahara.

Es prácticamente como conocer el Sahara porque la morfología de las dunas es igual, en ambos lugares existen dunas tipo domo y estrellas, relata, aunque añade que el gran Desierto de Altar cuenta con un plus en relación con esa zona de África. En las dunas tenemos el doble de plantas y especies que en el Sahara, y allá no hay campo volcánico ni está cercano el mar.

En el escudo volcánico, compuesto por nueve cráteres tipo maar (es decir, con agua en el cráter, pues todos alguna vez la tuvieron), destaca El Elegante, un cráter de 32 mil años que se formó por la presión originada por el magma del subsuelo junto con el agua. Su nombre se deriva del hecho que es casi una circunferencia perfecta de una diámetro de mil 600 metros y que hace muchos años llevó a pensar que era una formación producto de la caída de un meteorito. Su profundidad es de 244 metros.

Godínez Leal detalla que la importancia biológica de los cráteres radica en que albergan a diferentes especies animales. Por ejemplo, las hembras del borrego cimarrón van a parir en la zona en donde las crías están más seguras, tras el resguardo de las paredes de los cráteres.

Además de los volcanes presentes en esta zona, cuya última actividad eruptiva ocurrió hace 8 mil años pero que se considera activa y con actividad latente, existen 400 conos cineríticos (que arrojaron ceniza).

En la reserva se presenta un patrón bimodal de lluvia: las del verano y las del invierno. En El Gran Desierto de Altar llueven aproximadamente entre 40 y 60 milímetros al año y en la zona el altiplano o Pinacate caen aproximadamente 150 milímetros en el mismo lapso de tiempo, y la temperatura en verano en la zona de dunas supera los 50 grados centígrados.

Paisaje de belleza universal

La reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar es comparable, por la distinción otorgada por la Unesco, con los parques Yosemite, Yellowstone y Gran Cañón de Estados Unidos; las Cascadas de Iguazú y Gran Glaciar de Argentina; las islas Galápagos en Ecuador, el Serengueti, el Kilimanjaro y el Monte Kenia en África; la Gran Barrera Arrecifal y Montañas Azules en Australia, la Amazonia central en Brasil y Tongariro en Nueva Zelanda.

Nombramiento por partida triple

Aunque sólo se requiere cumplir uno de los diez requisitos existentes para el otorgamiento del título de Patrimonio de la Humanidad (seis para el ámbito cultural y cuatro para el natural), la Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar cumplió tres de ellos, y por ello el 21 de junio en la Convención de Patrimonio de la Humanidad celebrada en Phom Penh y Siem Reap en Camboya, fue inscrita en la lista.

Cumplió el criterio 7, es decir, contar con una belleza paisajística excepcional; el 8, por tener procesos geológicos sobresalientes y geoformas extraordinarias, y el 10, contar con un hábitat de especies conservado y una diversidad biológica sobresaliente. En este último requisito el desierto sonorense y su corazón El Pinacate demostraron ser el desierto con más biodiversidad biológica del mundo, señala el acta.