Opinión
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Juego Limpio

Privatizar el balón

P

arece ser que a algunos no les sienta muy bien ser independientes. Hay un nuevo comienzo para la liga mexicana de futbol: el torneo Apertura 2013. El balompié mexicano copia, desde hace tiempo, las prácticas de otras ligas; imitando a la liga inglesa acertaron al identificar la trascendencia del torneo de Copa. En este último torneo tropiezan y copian a la liga española: no sus múltiples aciertos, sino lo malo.

En España se determinó cambiar el nombre de la liga por el de Liga BBVA a la primera división. Más pronto que tarde, los voraces mexicanos quisieron ganar más por una liga que aún no mejoran, demostrando que lo que más les importa es el dinero. Venden también el nombre de la liga al banco español, que de lo que sabe es dar crédito al consumo. Nuestra liga de futbol tendrá el horrible nombre de Liga BBVA Bancomer.

En México, este banco cuenta con más de 20 millones de clientes. Pero el deporte no es un banco, una cerveza o un cigarro. ¿Venderemos todo al mejor postor? Los estadios empiezan a llevar el nombre de diversas empresas, incluso compañías cerveceras. En un intento por conseguir una personalidad de marca, intentan tapar el daño que el consumo de estos productos ocasionan a la salud. Estratégicamente han escogido al deporte por ser una actividad con un supuesto bien saludable.

La utilidad del futbol

La utilidad del balompié no es sólo monetaria; que un niño practique futbol o cualquier deporte sin tener que ser cliente de ningún banco implica un bien social para el país, y para el sistema médico que colapsará si no se empieza a utilizar el deporte como un medio preventivo de la enfermedad.

Regalar esos beneficios a extranjeros es como regalar el petróleo; venden los bienes públicos, como las posibilidades de desarrollo deportivo, a un precio accesible y en cómodas facilidades. Aún hay en este país a quienes les gusta ser colonia y creen que en México sólo podemos ser mano de obra; no soportan que desarrollemos nuestros propios productos o a nuestros propios líderes; para ellos, vendernos es la mejor opción. Como si no fueran suficientes los múltiples ejemplos de dramas privatizadores (bancos, petroquímica, fertilizantes, bienes de capital, DINA…), ahora también el futbol.