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Desde el otro lado

Justicia blanca

L

a tarde del 26 de febrero de 2012, Trayvon Martin caminaba rumbo a la casa de un amigo de su padre en donde éste lo esperaba. Trayvon era un joven de 17 años como tantos otros, con las mismas aspiraciones y toda una vida por delante, la diferencia era su color en un barrio cercado, del tipo de los que ahora abundan en México, donde la mayoría de ellos son blancos. Fue por esa diferencia en el color de piel que George Zimmerman, uno de los vecinos investido de vigilante, se sintió amenazado y lo siguió en su camioneta. Llamó a la policía para advertirle que un joven negro caminaba por las calles de su barrio. La policía le ordenó permanecer en su vehículo, no perseguir al joven y dejar que ellos investigaran si efectivamente había un motivo de alarma. Contrario a las órdenes de la policía, Zimmerman continúo en su persecución, bajó de su vehículo y se enfrentó con el joven Trayvon. El resto de lo sucedido cae en el terreno de la especulación pues no hay otro testigo de porqué Zimmerman le disparó a quemarropa a Trayvon y lo mató.

Lo que siguió fue una investigación plagada de errores e inconsistencias a cargo de la policía que culminó en la presentación de un caso lleno de evidencias incompletas y mal sustanciadas por parte del ministerio público en el juiciow en contra de Zimmerman. A fin de cuentas, un jurado integrado por seis mujeres, cinco de ellas blancas, absolvió al acusado de lo que, a vistas de lo casi para cualquiera con el mínimo sentido común y de justicia, fue a todas luces un asesinato.

¿Cuáles fueron los atenuantes que el jurado consideró exculpatorios de Zimmerman? En el estado de Florida existe una ley que da la libertad a cualquiera que sienta amenazada su integridad para actuar en consecuencia y defenderse, incluso matando a la persona por la que se siente amenazado. Esta ley se complementa con la que permite a cualquier persona portar un arma, siempre y cuando la lleve oculta. No hay que bordar mucho para imaginar que quienes viven en ese estado están a sólo unos pasos de los tiempos en que los humanos deambulaban con un garrote en mano como la mejor forma de sobrevivir en un mundo de barbarie.

Esta idea de la sobrevivencia, en combinación con la persistencia de un racismo institucionalizado, fue en última instancia el resultado de la muerte de un joven cuyo color de piel en pleno siglo XXI es todavía motivo de sospecha, como en alguna forma el presidente Obama se refirió a este lamentable episodio.