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El fotoperiodista expone 37 imágenes de bardas fronterizas de todo el mundo en el Muro de Berlín

Donde se ha construido un muro, la vida muere, dice Kai Wiedenhöfer

La muralla más fotografiada que se exhibe es la levantada por EU en su frontera con México

Busca demostrar que la construcción de cercos no son una solución a los conflictos

Foto
El fotógrafo, frente al tramo que queda del Muro de Berlín, donde se exhiben sus placasFoto Eva Usi
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Jueves 11 de julio de 2013, p. 8

Berlín, 10 de julio.

Un trayecto de lo que se preserva del Muro de Berlín se ha convertido en un recordatorio visual de otros muros de la vergüenza existentes en el mundo, entre ellos la frontera entre México y Estados Unidos.

El fotógrafo Kai Wiedenhöfer, ganador del renombrado World Press Photo Award en 2002 y 2004, está acostumbrado a trabajar bajo condiciones extremas. Desde que siendo estudiante de fotografía fue testigo de la caída del Muro de Berlín, ha viajado por el mundo en busca de otros muros y cercos divisorios para constatar el efecto que esas barreras de concreto tienen sobre la gente que separan.

En 1989 fue testigo de cómo la población berlinesa celebró la caída del Muro de Berlín. Fue muy impactante ver el ambiente festivo y la gentileza incluso de los temibles guardias fronterizos. La gente realmente celebró el derrumbe de ese muro. Eso me hizo pensar que por fin teníamos un mundo libre de amenazas, como una guerra atómica; sin embargo, desde entonces, la construcción de muros de contención ha tenido un verdadero renacimiento, dice Wiedenhöfer en conversación con La Jornada.

La llamada East Side Gallery, con más de un centenar de coloridos murales pintados por artistas de todo el mundo, sobre la cara este de un tramo del Muro de Berlín, es uno de los atractivos turísticos de la capital alemana. Preservado como galería de arte al aire libre, luce íconos de la era soviética, como el célebre beso fraternal protagonizado por el entonces líder de la extinta República Democrática Alemana, Erich Honecker, y su homólogo soviético, Leonid Breznev.

Parecen réplicas de las originales

En la cara interior de esa muralla que ve hacia el río Spree ahora se exhiben 37 fotografías sobredimensionadas de Wiedenhöfer, que muestran edificaciones fronterizas de todo el mundo que, montados sobre el Muro de Berlín, parecen réplicas de los originales.

Cuando Israel comenzó a construir su cerco de seguridad en 2004, Wiedenhöfer estaba ahí con su cámara. En exhibición se ve una imagen del muro que recorre los territorios ocupados en Jerusalén. De un lado se ve un campo de refugiados palestinos, instalado en 1958, que ha multiplicado el número de habitantes y se ha convertido en una ciudad. Del otro lado se ve un asentamiento judío. “Mi impresión es que el muro no resolverá el problema en ese lugar, es una solución provisional“, dice el fotógrafo.

El fotoperiodista también buscó motivos en Belfast, Irlanda del Norte, para abordar un conflicto entre católicos y protestantes vigente desde hace siglos. El resultado son imágenes de una ciudad con brotes incendiarios y marcada por el sectarismo religioso que divide a los vecindarios con murallas de paz de varios metros de alto.

Se ve la división reforzada por alambres de púas existente entre Corea del Norte y del Sur, las vallas fronterizas en los enclaves españoles de Ceuta y Melilla, en Marruecos, la frontera que separa a turcos y grecochipriotas en Chipre, y el muro de hormigón en la frontera entre México y Estados Unidos. Las imágenes establecen un diálogo visual con los sistemas levantados durante la guerra fría que antaño recorrían las fronteras inter-alemanas.

El propósito del fotógrafo es documentar la edificación de muros fronterizos, unos ocho en todo el mundo, y demostrar que éstos no son una solución a los conflictos que detonan su construcción.

La muralla que más fotografió con un total de siete imágenes en exhibición fue la levantada por Estados Unidos en su frontera con México. Es una región en la que trabajé mucho. Recorrí prácticamente toda la frontera, desde Tijuana hasta Matamoros, pasando por Ciudad Juárez.

El fotógrafo, acostumbrado a trabajar solo y lejos de los motivos cotidianos que publica la prensa masiva, también estuvo en Agua Prieta y en Nogales, en el estado de Sonora, ciudades que se encuentran literalmente partidas por la frontera.

Una de las imágenes de Wiedenhöfer muestra el puente del ferrocarril que cruza el Río Grande y termina en lo que parece una muralla. Del otro lado es territorio estadunidense y lo que parece un muro es un portón que se abre y se cierra para dejar pasar el tren, relata el fotoperiodista de 47 años.

Denominador común

Aunque han sido experiencias muy diversas y no exentas de peligro como en Tijuana y en Ciudad Juárez, donde la simple presencia policial y del ejército son una constante advertencia sobre la violencia del narcotráfico, el fotoperiodista señala que todas las barreras que fotografió tienen un común denominador: Donde se ha construido un muro, la vida muere. La gente emigra a otro lugar. Donde hay un muro, los alrededores comienzan a desmoronarse. Donde hay muros que separan a la gente, se crean prejuicios o creencias falsas sobre lo que ocurre al otro lado, a menudo percepciones fuera de la realidad, porque la gente no se comunica.

Pero también fue testigo de rituales que son motivos de esperanza. En el pueblo de Anapra, (en Ciudad Juárez), hay una festividad cada año en la que se celebra una misa con sacerdotes en ambos lados de la frontera, que colocan sus mesas a ambos lados de la cerca. La gente trata de mantener el espíritu de comunidad pese a la división fronteriza que los separa, explica.

“Hay un dicho muy popular en aquella zona que dice: “I didn’t cross the border; the border cross me” (yo no crucé la frontera; la frontera me cruzó a mí), que escuché varias veces de mexicanos en ambos lados de la frontera que se ve que llevan viviendo en ese territorio desde hace 500 años”.

La muestra inaugurada este 10 de julio permanecerá abierta al público hasta fines de septiembre.