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Concluye seminario en el Franz Mayer; son gente de trabajo que requiere apoyo, reiteran

Artesanos piden a Peña Nieto no dejar morir la tradición y herencia del rebozo

En Fonart no calificamos como pobres; en la SE, tampoco: no somos micro ni pequeñas empresas, señalan

Solicitan una campaña que acerque nuestras técnicas y productos al público

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Ayer concluyó el encuentro El arte del jaspe y el rebozo: pautas para la conservación de una tradición. En la imagen, don Evaristo Borboa, de 86 años, rebocero de Tenancingo, mientras hacía una demostración de su oficio en el recinto del Centro HistóricoFoto Cristina Rodríguez
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Artículos que se ofrecieron en la expoventaFoto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Lunes 8 de julio de 2013, p. 7

La difícil situación por la que atraviesa la tradición del rebozo clásico, por falta de apoyos, así como varias peticiones para empezar a remediarla, se dieron a conocer en una carta dirigida al presidente de México Enrique Peña Nieto, por parte de los reboceros, tejedoras y empuntadoras participantes en El arte del jaspe y el rebozo: pautas para la conservación de una tradición, seminario y expoventa que ayer finalizó en el Museo Franz Mayer.

Para no dejar morir lo que un día nuestros padres y abuelos nos enseñaron, en la misiva leída en la clausura simbólica por Camelia Ramos Zamora, del taller Xoxopastli, telar de cintura, en Malinalco, estado de México, se pide apoyos y créditos blandos para asegurar que con lo que trabajamos sea lo mejor, que la materia prima sea de óptima calidad, la cual requiere de insumos de algodón importado para lograr el calibre delgado que nos permite mantener la calidad de los rebozos.

Se acota que no nos puede atender con todos sus programas el Fondo Nacional para el Fomento a las Artesanías (Fonart), porque “no calificamos como pobres. Tampoco hemos sido sujetos durante años de la Secretaría de Economía (SE), porque somos artesanos, o micro o pequeñas empresas.

Somos personas de trabajo, no estamos para estirar la mano, pero lo cierto es que nuestros talleres requieren de verdad apoyos, aseguran.

Además, los requerimos para introducir maquinaria sencilla semimecanizada que permita hacer más rápido ciertas fases de nuestro trabajar y abaratar costos, permitiendo que las partes que necesariamente deben hacerse a mano puedan ser mejor pagadas.

Los representantes de 16 localidades pertenecientes a los estados de Tlaxcala, de México, Querétaro, Guanajuato, San Luis Potosí, Michoacán, Oaxaca y Veracruz, también piden ser reconocidos “oficialmente como artesanos o artistas populares a través de la Secretaría de Educación Pública (SEP), para que nuestros hijos puedan dedicarse a estas artes y oficios con orgullo y ‘ser alguien en la vida’”.

De allí que solicitan desarrollar mecanismos para que se establezcan escuelas-taller, donde podamos compartir nuestros conocimientos técnicos e históricos con las nuevas generaciones al tiempo de recibir capacitación en administración, mercadotecnia e innovación, sin perder nuestras raíces. Pidieron reconocimiento oficial para la Escuela de Rebocería de Santa María del Río, San Luis Potosí, que ha sido fundamental para que el arte de esa localidad siga vigente.

Si constantemente se escucha hablar de denominación de origen, marca colectiva o un reconocimiento de la Unesco, los responsables de la carta primero quisieran asegurar el futuro de nuestra tradición. Para hacerlo, solicitan una campaña nacional e internacional que acerque nuestra técnicas y productos al público.

A modo de conclusión, Marta Turok, organizadora del encuentro de cinco días, dijo que en un futuro habría que reforzar los talleres para y entre los artesanos, porque quieren conocerse mejor. Lo que queda puesto en la mesa es cómo los conocimientos de uno pueden apoyar a otros, cómo los que logran posicionar su producto puedan apoyar a que los demás también tengan un mayor perfeccionamiento, expresó la antropóloga.

Se refirió al apoyo estatal a la Escuela de Rebocería de Santa María del Río como una plataforma que sí funciona, aunque reconoció que se tiene el prestigio de la seda, de que sea una pieza que se va a heredar. Entonces, tenemos que trabajar el algodón. Tenemos que explicar a la sociedad que éste tiene otras características y cualidades que no tiene la seda. Además, que no asocien el algodón con el indígena, la marchanta y la pueblerina.

Turok se pronunció por hacer más escuelas taller para formar a los jóvenes y que tengan un reconocimiento oficial como artesanos por parte de la SEP, para que haya orgullo y dignidad en el oficio. No se trata de convertir todo en educación formal, sino reconocer los oficios, mejorar la instrucción pedagógica.

Otra conclusión tiene que ver con el rebozo popular en el sentido de encontrar formas de mecanizar una parte del proceso para que lo que se hace con la mano, de una manera u otra se pague mejor. Por otro lado, el encuentro permitió a los artesanos ver que son una hermandad, que comparten una tradición, que no están solos en su lucha. No se trata de hacer una cooperativa, algo formal, sino de que haya un tipo de acuerdos, por ejemplo, que juntos puedan acceder a esa materia prima de primera calidad, precisó Turok.

Usar el ADN de la comunidad

En la parte académica, la diseñadora Carla Fernández habló de cómo al estudiar el patronaje indígena mexicana, con base en cuadrados y rectángulos, me dí cuenta de que a pesar de la conquista persistió el origami textil. Si Fernández escogió trabajar directamente con los artesanos para sus diseños, se debe a la necesidad de usar el ADN de la comunidad.

También se presentó Arte popular guanajuatense: con la tradición en las manos (Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato), primer libro en más de 30 años que recupera la tradición de los artesanos de esa entidad, que incluye capítulos sobre la talabatería, la talla en madera, la joyería, el rebozo y la cartonería.