Opinión
Ver día anteriorMiércoles 19 de junio de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Forzar la continuidad
L

os arrestos transformadores del actual gobierno al parecer se agotaron en el discurso de campaña. A un año de que el PRI fue declarado triunfador de la pasada elección federal, el panorama que espera a los mexicanos se ha clarificado. La continuidad seguirá a marchas forzadas hasta consumir las pocas reservas de legitimidad que quedan al gobierno. Todas las llamadas reformas estructurales llevan el duro, nocivo estigma de la desigualdad. Pero todavía más lo certifican las posturas que se adoptan desde la cúspide decisoria ante casi cualquier circunstancia y oportunidad. Ninguna de las acciones que se han llevado a cabo apunta en dirección contraria al curso concentrador del ingreso. La lucha entre los factores, capital y trabajo, ya de por sí desbalanceada en favor del primero (60 a 40), sigue el curso previsto por las elites del país. Las condiciones de vida del grueso de la población, en cambio, se deterioran a pasos consistentes.

El piso salarial marcado por los mínimos recién aprobados es un indicador más que evidente de las pretensiones depredadoras del poder establecido. El crecimiento desatado de los precios, en especial de aquellos que integran la canasta básica, así lo confirma. No hace falta repetir aquí las cifras que sustentan tal fenómeno, las angustias cotidianas de las mayorías nacionales le confieren validez y certezas suficientes. Los resultados de los recientes trabajos del Inegi, profundizando la morfología de las clases sociales, ayuda a visualizar la tragedia que implica el volumen de pobres existentes: 60 por ciento del total se integra a tan vilipendiado grupacho. Todavía no se puede predicar a México la categoría clase mediera como estatus ideal, aunque los esfuerzos de los difusores y académicos orgánicos siguen tal ruta.

Las recientes declaraciones del presidente Peña Nieto con motivo de su presencia en la reunión del G-8 son de una cortedad de miras notable. Sus pretensiones se reducen a buscar inversionistas por la vía de promocionarse como concertador eficaz. La vestimenta que los centros hegemónicos le vienen diseñando, al parecer, ha calado y agrandado sus ilusiones de vendedor estelar. Su presencia entre esos mandones del mundo no busca introducir una ojeada propia, aunque sea discordante, sobre los problemas que ahí se discuten. La crisis europea debida, principalmente, a la imperante distribución inequitativa y creciente con su falta de empleo desatada por las políticas neoliberales, cae fuera de sus alcances e interés. Poco dirá, si acaso, sobre los paraísos fiscales mantenidos contra toda marea por el mundo corporativo europeo. Nada ha dicho sobre el espionaje estadunidense recién denunciado. Tampoco adelanta opinión sobre la guerra civil de Siria. Menos aún parece interesarle la rebelión ciudadana turca. Él quiere promover la imagen de un gobierno reformista (el suyo, claro está) entrón, decidido a proteger y dar garantías al capital. Hacer mutis total ante la desigualdad, real centro de gravedad que aqueja a los mexicanos, es su trazado destino.

La muy cacareada reforma educativa entró en un tobogán de silencios y maniobras secretas. El haber programado las leyes secundarias para un próximo periodo del Congreso certifica la sordera del Ejecutivo para introducir modificaciones de fondo. La insurgencia magisterial sólo fue apaciguada: las mesas de la Secretaría de Gobernación para eso fueron montadas. El conflicto, por tanto, seguirá su curso y en el mejor de los casos desde la perspectiva oficial se irá diluyendo con el tiempo. El sistema educativo, mientras, aceptará cambios administrativos y laborales pero nada más. Las respuestas a las muchas interrogantes sobre el tipo de educación requerida para un México futuro seguirán siendo soslayadas. Las telecomunicaciones no modificarán, ni en el mediano plazo, su estructura monopólica. Las dos nuevas cadenas televisivas por licitar, de iniciarse su adjudicación inmediata, todavía tardarán varios años para que logren algún impacto positivo en la pobretona oferta actual. El mercado publicitario seguirá dominado por el actual duopolio. En la telefonía, celular y fija, será difícil visualizar el rompimiento de la dominancia de América Móvil. Aunque, posiblemente, se pueda abrir una brecha para la presencia de los grandes monstruos del exterior, listos para apropiarse de una buena tajada del mercado.

Los barruntos desgranados por el dúo formado por Peña Nieto y Videgaray, al tocar el espinoso tema de la hacienda pública y los energéticos, prefiguran un conflicto social en puerta. Pretenden dar la impresión de fuerza y seguridad a prueba de titubeos. Supuestos acuerdos cupulares y partidistas así lo transparentan. Lo que ignoran, casi totalmente allá arriba, porque lo ningunean, es la densidad del descontento popular que se habrá, para entonces, acumulado. El priísmo ha ido perdiendo legitimidad a paso acelerado. Esos arranques de sus pulsiones autoritarias chocarán, nuevamente, con la dispersa reciedumbre y la profundidad de las fibras colectivas en tratándose del petróleo y los impuestos regresivos.