Opinión
Ver día anteriorLunes 17 de junio de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Siria: diplomacia de guerra
E

l sábado pasado, la administración que encabeza Barack Obama anunció su decisión de incrementar, en alcance y en escala, el respaldo a los grupos armados que combaten al gobierno sirio, luego de una supuesta comprobación, hasta ahora no exhibida, de que el régimen de Bashar Assad habría empleado armas químicas contra los opositores. La medida incluye el envío de apoyo militar directo y de armamento a los rebeldes. Si la Casa Blanca esperaba calmar de esa forma a los halcones de Washington que presionan por una injerencia abierta y en gran escala en el país árabe, el tiro le ha salido por la culata, a juzgar por las reacciones del ex vicepresidente Dick Cheney y de varios legisladores republicanos, todos los cuales criticaron la medida por insuficiente y tardía. Por ejemplo, Lindsey Graham, de Carolina, se pronunció por crear una zona de exclusión aérea, lo que requeriría de la participación directa de la aviación militar estadunidense en el conflicto. La postura de Graham fue secundada por Saxby Chambliss, de Georgia, en tanto Cheney dijo que el apoyo a los rebeldes es demasiado poco, además de tardío.

Es claro que, a estas alturas, lo principal de la guerra siria ya no se desenvuelve en los campos de batalla, sino en el ajedrez de la diplomacia internacional. Ayer, en Moscú, el presidente ruso recibió al primer ministro británico, David Cameron, en una reunión previa al encuentro del Grupo de los Ocho (G-8), que debe comenzar hoy en Irlanda, cuyo tema principal fue la situación en el país árabe. Mientras Rusia se mantiene como aliada y proveedora de armamento de Damasco, Londres se prepara para secundar a Washington en el suministro de armas a los insurrectos.

En tal circunstancia, el llamado del papa Francisco al G-8 a procurar un cese al fuego inmediato y duradero en Siria parece un gesto aislado y condenado a encontrar oídos sordos. La confrontación siria es ya un escenario de negocios para los fabricantes de armas del mundo industrializado y un tablero en el que se dirimen intereses geopolíticos diversos y confrontados.

Como en episodios anteriores del acontecer internacional, en el caso sirio la diplomacia internacional, lejos de operar como dique a la espiral de violencia, parece dispuesta a atizarla y a impulsarla, movida por los intereses financieros de la industria militar y de sus segmentos próximos: las corporaciones de seguridad privada, los consorcios energéticos que medran con contratos de reconstrucción de países previamente destruidos y, como se ha dicho, los intereses geopolíticos de las principales potencias bélicas.

Cabe esperar que los sectores más lúcidos de las sociedades del mundo industrializado insten a sus gobernantes a frenar su afán intervencionista en el escenario bélico sirio. A estas alturas no parece haber otro obstáculo para la participación directa de las naciones occidentales en este nuevo triunfo de la barbarie.