Opinión
Ver día anteriorDomingo 16 de junio de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
A la mitad del foro

Borrón y cuentas viejas

P

udiera ser porque en el vecino país del norte los políticos y, desde luego, los académicos, ya no hablan de la clase trabajadora, ( the working class), sino de la clase media. Si acaso, los memoriosos, nostálgicos del New Deal y la prosperidad de la posguerra hablan ocasionalmente de los estadunidenses de cuello azul, no por afinidad falangista, sino por la vestimenta obrera en contraste con el cuello blanco y almidonado de oficinistas, patrones, banqueros y citadinos que en San Luis Potosí identificamos como curros.

Vecino de siete estados el potosino. Y de Aguascalientes, no de la Lonja, vino la reclasificación de los mexicanos. Nada menos que al atragantarse la euforia neoconservadora que diera por muerta la lucha de clases. La reclasificación viene del Inegi, autónomo y dirigido por Eduardo Sojo, quien fuera secretario de Economía en el sexenio sabático de Vicente Fox; alegre director de sesiones de análisis en las que conducía a los distinguidos participantes en un juego de salón en el que se ponían y quitaban gorritos de distinto color, afines al tema y al ritmo del infantilismo tecnocrático. Pudiera ser por el impacto del gobierno de Lula, quien sacó a 40 millones de la pobreza en Brasil y los incorporó a la clase media. Por lo pronto los datos del Inegi se inclinan a demostrar que México es ya, o aceleradamente se aproxima a ser un país de clase media.

Al borde del abismo de la desigualdad que polariza a México, entre renglones torcidos de la concentración de la riqueza en el uno por ciento o menos de la población; aquí, donde impera la ostentosa oligarquía criolla y los gobiernos no representan al pueblo, sino a los dueños del dinero y se inclinan sumisos ante la clerigalla. Aquí, donde cientos de miles de niños trabajan en labores duras de bajo salario y nulas garantías sociales; aquí, donde los jornaleros agrícolas padecen, barbechan, cultivan y cosechan en familia, habitan tugurios temporales y son nómadas en su propia tierra. Borrón y cuenta nueva, dirían los navegantes de la transición en presente continuo. En este país hay, pocos pero hay, mexicanos de clase alta; hay mexicanos en clase media creciente. Y una mayoría apabullante de mexicanos de clase baja. Tal cual. Sin eufemismos ni agravios equívocos o disonancias cognitivas.

Con razón imploran la protección del Sagrado Corazón y de la Virgen María, ofrendan y ponen en manos de Jesús las entidades y municipios de esta nación cuya Constitución dice, en el artículo 40: Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una república representativa, democrática, laica y federal. Dice laica. No hay pacto que valga. Miguel Ángel Osorio Chong calla; un subordinado se lava las manos y declara que las autoridades estatales y municipales tienen las facultades y obligación de atender esos asuntos celestiales, religiosos. Que los violadores de la norma decidan; que los mismos que participan en actos religiosos apliquen las normas de esta república laica. Con razón responden que rezan, predican y ofrenden a Dios, como simples individuos y no como funcionarios.

Y los jerarcas de la Iglesia católica apostólica y romana bendicen el activismo de la derecha extrema, intolerante y clerical. Quienes cuestionan la burla a la separación Iglesia-Estado son jacobinos trasnochados. Y el cardenal Rivera predica en el tono que lo hiciera el obispo que cerró las iglesias y desató la guerra cristera. Silencio en la casona de Bucareli. Los señorones de la clase alta acatan las idas y venidas de la segunda alternancia. Si acaso se quejan por el subejercicio, por el desplome del gasto público. La clase media en ciernes resiste, vive de esperanzas, quisiera no enterarse de la violencia rampante y de la sociedad criminalizada; quisiera que fuera cierto el recuento del Inegi: ser clase media donde más de la mitad de la población está integrada por las clases bajas, equivale a la pequeña burguesía, no estar entre las almas muertas del tráfico de personas, criaturas de Gogol en un filme de Juan Orol.

¿Dónde están los pelados cuya desnudez les dio nombre en tiempos coloniales? Y los mexicanos del común, los de a pie, decían quienes se daban aires de aristocracia pulquera. Con la democracia sin adjetivos volvieron los cortejos religiosos a las plazas. Juárez no debió de morir. Hoy, el Nigromante no sería aceptado en academia alguna. Y el artículo primero de la Constitución diría en el nombre de Dios, como la de 1824. Respeto demasiado el voto que me hizo diputado constituyente para iniciarlo mintiendo, diría el Nigromante, mientras beatas y mochos esgrimían escobas y gritaban amenazas contra los diputados que nos dieron la Constitución de 1857.

Ha vuelto a las primeras planas la nota roja. Los personajes de la pluralidad de partidos disputan las monedas que el erario destina a la democracia electoral, cuyas normas reformamos una y otra vez. Papel y tinta sin límites para el patológico enfrentamiento de los mandones del PAN que no se come. Gustavo Madero es el dirigente y designa al coordinador de la fracción senatorial. Pero Ernesto Cordero, Luisa María Calderón y Roberto Gil obedecen a Felipillo santo; amenazan controlar los 204 millones de pesos de la fracción y las comisiones que ejercen control político y ofrecen sus servicios a los cabilderos. Javier Corral, de Chihuahua, denuncia desvíos y prebendas. Juan Ignacio Zavala, cuñado del ex presidente, responde que él cobra porque es asesor de políticos. Lo que hace Corral, dice, es dinamitar al partido.

Entre escándalos de sacristías, vuelve el desfile de delincuentes al ágora electrónica. En las pantallas chicas aparecen los del lumpen en rebeldía. Los vándalos politizados de la sociedad criminalizada. Son lugar común. Pero los maestros de la CNTE, ya sin la maestra milagrosa como objeto de sus iras, multiplican las marchas y el activismo agresivo. Guerrero, Michoacán y Oaxaca son escenario para buenas causas transmutadas en el arte de lo irreal y lo imposible. La reforma constitucional es un hecho, norma vigente en espera de las leyes secundarias. Y salvo la erupción volcánica de las clases bajas o la súbita desaparición del poder constituido, los partidos de la pluralidad, los representantes del pueblo y de cada entidad de la Federación, debatirán y aprobarán esas leyes secundarias.

Llegaron los tiempos de recoger varas. En Tabasco se ha indiciado al ex gobernador Andrés Granier. No se trata de un pleito de compadres, o del sempiterno combate imaginario PRI-PRD. Han intervenido ya las procuradurías General de la República y la de Tabasco. Hay numerosos cargos de acciones criminales desde el poder público y para beneficio privado. Da grima ver el penoso espectáculo de Andrés Granier, refugiado en un hospital en espera de que los médicos lo den de alta y los agentes de la PGR lo entreguen al Ministerio Público en Villahermosa: el enfermo imaginario, sin el genio de Moliere.

En diciembre de 2012, la secretaria de Salud, Mercedes Juan, sobria y respetada funcionaria, denunciaría un desfalco en el Seguro Popular de miles de millones de pesos; hospitales públicos sin medicinas, sin equipos, sin instrumental para atender a los tabasqueños de la clase baja. A los de abajo. Los de clase alta se van a Miami. Mal anda Felipa que pura agua bebe, dicen los campiranos.

Pero Enrique Peña Nieto vuela. Lo recibe en Londres el alcalde Boris Johnson, personaje notable. Y luego a la 39 cumbre del G-8. Con representantes de las clases altas de la globalidad, nada menos.