Sociedad y Justicia
Ver día anteriorDomingo 9 de junio de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Mar de Historias

Modelo selvático

–¿C

ómo desea que le adorne las uñas: con glíter o con flores? Los dos modelos se ven preciosos, pero lo que está de moda es el decorado selvático. Consiste en adornar los acrílicos con palmeras, aves, manchas de tigre o rayitas de cebra.

–¿Y hay personas que se hagan eso?

–Muchas, lo mismo hombres que mujeres. Una señora viene desde Tulancingo para que le ponga uñas de acrílico en las manos y en los pies. Dice que a su marido lo vuelven loco y que se está portando como una auténtica fiera. No me dio detalles pero me los imaginé–. La manicurista sonríe maliciosa. –En este negocio uno tiene que oír muchas cosas raras y hacerla de todo: doctora corazón, abogada, sicóloga. Oiga, se me hace que ya estuvo bueno de plática. ¿Ya se decidió por el decorado para sus uñas?

–El selvático está muy original.

–Y por el color verde de sus ojos le va quedar muy bien, pero le advierto que se llevará más tiempecito porque es un diseño con mucho detalle.

–No le hace, hoy no tengo prisa y además quiero estar muy bien arreglada para el lunes.

–¿Se va a casar?

–No. Me contrataron como vendedora en un depósito de peltre. Empiezo el lunes. Con mi primera quincena voy a dar el enganche para la computadora de Manuel. Es mi hijo. Me salió bien celoso y a cada rato me llama para saber con quién estoy–. La muchacha saca de la bolsa un celular y lo pone sobre la mesa: –¿No le estorba aquí, señora?

–Ay, no me hable tan formal. En la plaza todos me dicen Caro. ¿Usted cómo se llama?

–Rebeca. En el depósito hay otra muchacha con el mismo nombre y por eso me van a entregar un gafete que me identifique como Beca. No me gusta mucho pero con tal de que me den el trabajo, que me llamen como les dé su gana–. Rebeca se inclina para ver más de cerca la meticulosidad con que la manicurista le dibuja en el pulgar una palmera: –No creí que fuera tan difícil decorar las uñas. ¿Se puede hacer todo con ellas puestas?

–Todo, aunque sean larguísimas. Además, si las cuida bien duran hasta mes y medio. Para entonces viene y le hago su retoque o se las cambio. Lo importante es que en su trabajo la vean arregladita y que usted se sienta bien.

–Llevaba más de un año sin trabajar, y eso que le hice la lucha hasta por debajo de las banquetas–. Rebeca sonríe con ternura. –Cuando le dije a Manuel que ya había conseguido trabajo no me creyó. Se va a quedar chato cuando le enseñe mi gafete.

–Suena su teléfono.

–Por estar en la plática ni lo oí. Ha de ser mi hijo–. Rebeca se aleja para tener cierta privacidad. –¿Qué pasó, chaparrito? Ay, perdón, creí… Sí, soy yo. Dígame... Pero ¿por qué?.. No puede ser. Me aseguraron que empezaba el lunes... ¿Cómo cree que me lo imaginé? Ni que estuviera loca... Si no me cree pregúntele al señor Marcos. ¿Él le pidió que me lo dijera? Será a otra persona. Perdóneme, pero se me hace que es un error. ¿Mío? Oiga ¿qué le pasa? ¡Es usted una idiota!

II

–Rebeca, ya no llore.

–Ay, Caro, es que no me parece lo que me hicieron; es más, no lo puedo creer. El miércoles me presenté en el depósito y el señor Marcos me aseguró que yo era la candidata ideal para atender el mostrador. Ahora su asistente, la tal Yolis, me sale con que su patrón le dio el trabajo a otra tipa. De seguro una recomendada o su parienta–. Rebeca se cubre la cara con las manos. –Quiero morirme.

–Que no le hayan dado el trabajo no es el fin del mundo. Y acuérdese: no hay mal que por bien no venga. Es verdad. Lo viví: si no hubiera sido porque mi padre sufrió el accidente que lo incapacitó yo no estaría en este negocio. Le doy gracias a Dios de haberlo tomado, pero mi proyecto era otro: quería ser doctora. Iba a empezar los estudios cuando mi padre se accidentó. Mi mamá me dijo que con su sueldo en la central y tantos gastos en medicinas no podría sostenerme esos estudios. Sin pedir mi opinión me inscribió en una academia de belleza.

–Así nada más. ¿Y usted qué hizo?

–En aquel momento reaccioné como usted ahora: lloré, quise morirme y lo peor de todo es que odié a mi madre.

–No he conocido a nadie que odie a su madre.

–Pues la está conociendo. Durante meses sentía coraje sólo de verla, por cualquier cosa discutía con ella. Pobre: lo que debe de haber sufrido por no darme la carrera a la que aspiraba. Ahora entiendo que fui muy egoísta y muy tonta al no entender la situación, pero entonces pensaba que mi madre había deshecho mi vida cuando la realidad fue todo lo contrario. Cada mañana al levantarme le pido perdón de rodillas y le agradezco lo que hizo por mí.

–¿Vive con su mamá?

–No. Ella, la pobrecita, murió de un infarto. Se la acabó tanto trabajo y la preocupación de ver a mi padre enfermo. Gracias a Dios, él ya se repuso pero como duró tanto tiempo en cama se desacostumbró a trabajar y a salir de la casa. Esto de que viva encerrado me conviene mucho porque así ya no se me desaparece cuando le da por tomar. En los tiempos en que estaba sano mi madre y yo nos la pasábamos buscándolo en cantinas y hospitales.

–Ahora usted ya no tiene esa preocupación.

–Tengo otras, pero al menos esa no. ¿Ve que estoy en lo cierto cuando le digo que no hay mal que por bien no venga? De lo que a usted le pasó hoy saldrá algo bueno, ya verá.

–Pero ¿qué?– Rebeca se contempla las manos: –Soy una cretina, una bruta.

–No se diga tan feo o qué, ¿a poco es su culpa que no le dieran el trabajo?

–Pensaba en otra cosa: sólo a mí se me ocurre gastar l20 pesos en ponerme uñas de acrílico cuando más necesito el dinero y voy a seguir desempleada quién sabe por cuánto tiempo.

–Al llegar no lo sabía y tal vez no tarde mucho en encontrar trabajo. Aquí varias compañeras necesitan quien las ayude. Hable con ellas.

–Pero yo no sé nada de pelucas ni de uñas.

–Pues aprende. Yo, por fortuna y gracias a mi madre, hice estudios de belleza; pero la mayoría de las mujeres que trabajan en la plaza vinieron como usted, ansiosas de encontrar un empleo y sin saber nada. Véalas ahora: echadas pa’ delante, seguras y contentas de saber que con su trabajo logran que otras personas se sientan ilusionadas y felices aunque sea por un ratito.

–Ay, Caro, se me hace que voy a seguir su consejo. A lo mejor agarro algo.

–Ojalá. Pero acuérdese de que en este negocio uno oye muchas cosas raras y tiene que hacerla de todo: doctora corazón, abogada, sicóloga y hasta paño de lágrimas.