Opinión
Ver día anteriorMartes 7 de mayo de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

Comida: precios de pánico

Más clientela para la CNH

¿Y la Lady Profeco, apá?

A

lgunos optimistas celebraban que en el arranque del año los precios de los alimentos mostraban un franco retroceso, lo que aligeraría la pesada carga que para el grueso de los mexicanos representa mantener el vicio de comer. Pero todo indica que tal repliegue sólo fue para agarrar vuelo, y muestra de ello es el espeluznante incremento registrado en los precios de algunos productos de consumo básico.

La Jornada nos ilustra, como siempre: en las últimas semanas los consumidores han resentido el incremento generalizado en los precios de los alimentos de consumo diario, que en el caso del tomate ha sido hasta de 400 por ciento, advirtió la Cámara de Comercio, Servicios y Turismo en Pequeño de la Ciudad de México. En las últimas tres semanas el precio del huevo en la capital del país se incrementó 20 por ciento, por encima del nivel en que se había estabilizado a principios de año (el cual a su vez ya había subido 25 por ciento en los meses previos), lo que además se ha sumado a las alzas generalizadas de entre 20 y 30 por ciento que han reportado las verduras. Actualmente el precio del huevo oscila entre 34 y 40 pesos en tiendas de autoservicio; sin embargo, a principios de año estaba en 25 pesos, precio en el que se estabilizó luego de que meses antes había registrado alzas que llevaron el kilogramo hasta 60 pesos, cuando se dio el brote de influenza aviar en granjas de Jalisco (Juan Carlos Miranda).

Ante esta situación es necesario recordar tres elementos: México destaca en el mundo por la insaciable afición al huevo (el que se come) que tiene su población; los mexicanos menos favorecidos (eufemismo oficial utilizado para referirse a los jodidos) destinan hasta 60 por ciento de su precario ingreso a la compra de alimentos, y en enero pasado el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, aseguró que bajo ninguna circunstancia se justificaba un nuevo aumento en el precio del blanquillo, toda vez que la producción nacional era más que suficiente, y el más reciente brote de gripe aviar (en Aguascalientes) fue controlado de manera efectiva.

Así, los habitantes de este país corren el riesgo de no tener acceso a uno de sus vicios mayores (sea por el incremento de precio, el acaparamiento o ambos), los menos favorecidos comerán aire y el titular de Economía pensará dos veces antes de hacer una declaración tan temeraria como la de enero pasado. Mientras tanto, de tiempo atrás los precios de los alimentos se comieron el de por sí raquítico incremento a los salarios, la dependencia alimentaria galopa y los jodidos simple y sencillamente cada día lo están más (eso sí, con una Pepsi en la mano y una galletita de avena en la otra).

Dicen que las comparaciones son odiosas, pero inevitables al fin de cuentas. En el arranque del sexenio calderonista fue brutal la escalada de precios en alimentos (el de la tortilla fue verdaderamente explosivo), pero el flamante gobierno dedicó más tiempo a negarla que a intentar atemperar el golpe, el cual, obviamente, afectó al grueso de los mexicanos. De hecho, las supuestas autoridades no sólo desestimaron la situación, sino que aseguraron que sería el mercado el encargado de corregir las desviaciones. Todos conocen y padecen el resultado de tan sesuda decisión. El punto es que no se cometa la misma barbaridad.

Un par de meses atrás, los analistas de la Cámara de Diputados celebraban el descenso de los precios de los alimentos, debido a la suficiente oferta de productos agrícolas por las favorables cosechas obtenidas en el ciclo agrícola 2012/13. Aun así reconocían que tales precios se ubicaban por arriba de los niveles registrados en el primer bimestre de 2011, justo antes del inicio de la escalada de precios de los productos del campo.

Nadie entendió el motivo de su alegría, pues ellos mismos advertían que en un comparativo a 24 meses destaca que en febrero de 2013 los precios al mayoreo del maíz y frijol reportaron un incremento de 25.8 y 15.3 por ciento, respecto al mismo mes de 2011. De igual forma se registraba un aumento cercano a 36 por ciento en el precio del arroz, aunque los correspondientes al garbanzo chico, maíz, frijol negro de importación, alubia chica y lenteja chica se contrajeron entre 22.04 y 10.47 por ciento, todos respecto al segundo mes de 2012.

Los analistas de la Cámara de Diputados indicaban que los precios de productos derivados de granos como la tortilla continúan en niveles elevados, aunque siguen disminuyendo su ritmo de crecimiento. En febrero, el precio promedio del kilogramo de tortilla se ubicó en 12.37 pesos, para un incremento de 2.18 por ciento respecto al promedio reportado en febrero de 2012. Bajo el mismo análisis se destaca que el mayor precio del kilogramo de este alimento elemental en la dieta de los mexicanos se ubicó en la ciudad de Hermosillo en 16.50 pesos; en tanto que el precio más bajo se situó en la zona metropolitana de Puebla, con 9 pesos por kilogramo.

Ayer en este mismo espacio reseñamos que al cierre de marzo pasado el aumento del índice de precios en alimentos fue de 9.66 por ciento, es decir, más del doble del registrado un año atrás, cuando fue de 4.65 por ciento, y 2.5 veces mayor al aumento a los salarios mínimos (3.9 por ciento) para todo 2013. Así, día a día la Cruzada Nacional contra el Hambre aumenta su clientela, pues los precios de los alimentos están en franca carrera alcista, mientras el ingreso de los mexicanos hace lo propio pero terreno descendente.

Los analistas de San Lázaro recomiendan al gobierno federal que diseñe políticas públicas enfocadas a una planeación estratégica para potencializar las actividades productivas del sector primario, con el objetivo de producir lo que el mercado demanda y evitar distorsiones en los precios. Urge que dé prioridad al desarrollo del sector agroalimentario, fortalezca un sistema de incentivos y estímulos a la productividad y reduzca la dependencia alimentaria de nuestro país, algo que, por lo demás, debió hacerse desde muchos años atrás, porque hoy los mexicanos sufren los resultados de la carencia de políticas públicas para el campo mexicano. Y mientras proceden, si es que algún día lo hacen, pues a pagar cada día más por el vicio de comer.

Las rebanadas del pastel

Y como aquí nunca pasa nada, las carcajadas de la simpática Lady Profeco y su cariñoso papá, Humberto Benítez Treviño, procurador del Consumidor, se escuchan por todas partes y, como el Johnnie Walker, siguen tan campantes.