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Natu Poblet, dueña de Clásica y Moderna, librería que cumple 75 años

La figura del librero está desapareciendo en Argentina
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Para Natu Poblet no importa el tamaño de la librería, sino el de la cabeza del libreroFoto Ericka Montaño
Enviada
Periódico La Jornada
Lunes 6 de mayo de 2013, p. a10

Buenos Aires, 5 de mayo.

La figura del librero está desapareciendo en Argentina. Lo dice Natu Poblet, dueña de la mítica librería Clásica y Moderna que en unos días celebra el aniversario número 75 de su fundación. Una librería que ha logrado sobrevivir a varias crisis económicas del país y la primera en combinar lo que ahora es común: la librería y un espacio que funciona como cafetería/bar y en el que se realizan espectáculos culturales.

Ubicada en la avenida Callao, la librería ocupa unos metros en la parte de atrás del local. Suficientes para mostrar lo que es: un lugar en el que importa el fondo editorial, no las novedades. Los libros son de narrativa, ensayo y arte.

La charla con La Jornada es en una de las mesitas del lugar, cuyas paredes funcionan también como galería de arte.

–¿Qué está pasando con la figura del librero?

–Creo que está desapareciendo. Ya han muerto libreros muy importantes, se están formando otros. Hay libreros jóvenes que están ejerciendo su profesión muy bien, pero lo que pasa es que lo están haciendo en un momento en que la profesión en sí está en crisis, y las librerías también un poco, aunque éstas no van a desaparecer.

“Creo que la crisis por el libro electrónico –que apoyo absolutamente– combinado con la situación económica, es eso: una crisis. Una vez que pasa las cosas siguen su curso y no ocurre nada, las librerías no van a desaparecer, porque justamente habrá gente que quiera entrar a una librería, que le hablen de libros y tener con quién compartir las lecturas, que a lo mejor a quienes leen el libro electrónico no les interesa, porque se enteran por otros medios, también electrónicos, de lo que pasa, o puedes leer la reseña, chatear con alguien; no hay necesidad de hablarlo.

Soy súper tecnológica, así que compro todo y sigo leyendo el libro de papel, pero porque me es más sencillo, lo tengo a mano, no tengo ningún problema, al contrario, no me separo de mi tableta. Estoy muy contenta de vivir este momento de bisagra. No voy a estar para ver qué pasará, pero por lo que puedo intuir creo que en el terreno del libro y la lectura el electrónico va a contribuir a que aumenten y se creen nuevos lectores, que la lectura sea más fácil, más accesible, lo cual es muy bueno.

Uno de los momentos clave de la librería fue en 1988. Natu regresó a trabajar en ella después de dedicarse a la arquitectura. Todo el espacio que ocupa el local estaba dedicado a los libros, así la concibió su padre, muerto en 1980, y así siguió ocho años más con su hermano. Sin embargo, llegó el momento de decidir qué hacer.

“Supimos que sobrevivir como librería era bastante complicado, porque era el momento en que aparecían las cadenas: o éramos una librería chiquita o una cadena, o hacíamos lo que hicimos, es decir, cambiar completamente la estructura del lugar y convertir la librería en lo que ves ahora: un lugar de usos múltiples, donde de pronto se pueden hacer presentaciones de libros, charlas... en fin... se puede comer, tomar el desayuno, y al mismo tiempo ser una galería de arte.

La librería se achicó en tamaño, pero es como el perfume que se concentra. Intensificó su perfil y quedó lo que puedo manejar, lo que me gusta: la narrativa y el ensayo político, sociológico, la parte de arte; ese sería también mi perfil y por eso quiero tener ese tipo de cosas que puedo abarcar y recomendar.

Y esas recomendaciones no son sólo de voz. En las vitrinas de la calle hay un pequeño pizarrón con el letrero Natu Poblet recomienda. En esta ocasión los títulos recomendados fueron: Extinción, de David P. Wallace; Década, de Andrés Neuman; Carnaval y otros cuentos, de I. Dinessen; En solitario, de James Salter, y Diario de invierno, de Paul Auster. Natu tiene además un programa de radio que se llama Leer es un placer.

“Tengo la teoría de que no importa el tamaño de la librería, sino el de la cabeza del librero, saber de qué te está hablando quien te pide algún libro, aunque no lo tengas.

“Eso me parece fundamental sobre todo en un momento en que en general los que atienden las librerías no son libreros, sino dependientes, que no saben escribir los nombres, les dices George Steiner, y no lo saben escribir, no lo encuentran y además no lo han leído. Es todo un tema. En las cadenas generalmente pasa eso, pero no es definitorio, porque gente puede autoservirse: mediante su computadora ver si el libro está y buscarlo. Prácticamente no necesita intermediario.

En este librería sí se necesita el intermediario, y no sólo para que halle el libro, que pueda encontrar el libro, saber si está mediante la máquina, pero por otro lado sabe buscarlo, también recomienda; este es el tema, la gente pregunta y nosotros somos capaces de responder, aunque yo no esté los chicos están preparados para esto.

Hija y nieta de libreros, Natu lee al menos un libro por semana, y a veces uno el sábado y otro el domingo. Es de quienes prefiere leer un libro completo, porque no le gusta leer de a pedacitos.

Se crió con los libros. De hecho la librería y ella nacieron el mismo año, 1938. Cuando era chica pensaba que todos tenían librerías, porque no imaginaba el mundo de otra manera. Mi tío tenía una editorial, mi padre una librería. Te hablo de cuando tenía cinco o seis años, no me daba cuenta del enorme privilegio que eso significaba, y con lo que me gusta leer.

Y añade: es un privilegio ser librero. Como debe serlo ser pintor o escritor, o los que filman. No es lo mismo leer libros que leer el café.