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Hay cerca de 400 con intensa circulación de lectores, informan editores de ese país

Editoriales independientes de Argentina muestran vitalidad frente a trasnacionales

Sin ayuda del Estado, esos proyectos pegaron muy fuerte, señalan

Sirven de plataforma para el lanzamiento de autores

Crisis económicas, distribución y acceso a mercados, entre los escollos

Enviada
Periódico La Jornada
Sábado 4 de mayo de 2013, p. 4

Buenos Aires, 3 de mayo.

Tras la crisis económica de 2001, Argentina vivió un fenómeno de surgimiento de editoriales independientes que hoy están ya consolidadas y pelean espacio frente a los sellos trasnacionales con propuestas de calidad y toman riesgos en cuanto a la publicación de nuevos autores. El problema aún es que esos libros encuentren canales para ser distribuidos.

A continuación, un breve panorama de la edición independiente argentina, en voz de algunos de los editores que participan en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (Filba):

“Cuando uno habla de editoriales independientes o autogestionadas ahora existen cerca de 400 en Argentina que son pequeños proyectos, muchos llevados por amigos, con pequeñas tiradas, pero con una intensa circulación de lectores, es como una especie de mundo alternativo.

“Así como en música está el mainstream y el mundo alternativo, acá vendría configurándose la literatura alternativa que es a la vez donde empiezan la mayoría de los autores argentinos actuales importantes.

Muchos publicaron primero, como Alan Pauls. Así que las autogestionadas son también un espacio que sirve de plataforma de lanzamiento de autores y existe una comunidad de lectores muy interesante, señala el editor Iván Moiseeff –del sello Clase Turista, el cual tiene unos 20 libros en su catálogo–, y quien junto con Esteban Castromán y Lorena Iglesias son los curadores de Zona Futuro, especie de festival de tendencias del libro y la literatura dentro de la Filba.”

Lejos de la lógica empresarial

Decir editorial independiente, precisa Moiseeff, “es un poco conflictivo. Preferimos llamarlas editoriales autogestionadas: son pequeños proyectos o medianos que no siguen la lógica empresarial de las grandes casas, tienen mucho cuidado con los pocos libros que editan, apuestan a generar un vínculo muy estrecho con los lectores y, sobre todo, generan una estética de la lectura.

“Para nosotros es un fenómeno súper curioso que haya tanto joven que desea ser editor como antes era querer ser roquero. Uno se encuentra con personas de 20 años que dicen ‘yo voy a ser editor’, con mucho orgullo y un poco de estilo, da caché, pero sobre todo una estética de interés por el libro que a nosotros nos resulta sorprendente.”

Esteban Castromán tercia: Me parece genial que haya tantos chicos de 20 años o más personas con ganas de ponerse un proyecto editorial al hombro; uno, obviamente en el mediano plazo, ve que esas iniciativas sobreviven, cuántos títulos sacan, ese querer descubrir algo nuevo, publicarlo y hacerlo circular está bueno, es valioso.

Es una lógica que viene un poco de Internet, el share (compartir) y eso se aplica no sólo con la lectura sino con la creación de lectores, añade Iván Moiseeff.

No existe tanta pérdida de proyectos, no es que se inician y desaparecen, sino que lo que pueden tener es tiempos más largos que otras editoriales, porque no corren atrás del rédito económico. Pueden ser proyectos que te sacan un libro cada seis meses o uno al mes. En realidad, no es que haya una pérdida grande de personas que entran a la edición y se bajan. Quizá estiran los tiempos porque una temporada de su vida no se dedican a eso.

Sellos hiperartesanales

Las velocidades de publicación, explica Iván Moiseeff, “dependen de formatos y de escalas. Cuando decimos editoriales autogestionadas hay formatos, estilos; unas son muy pequeñas, hiperartesanales, que sacan un libro cada seis meses y otras que tienen una configuración de pequeña empresa con una lógica similar a la más chica, cuidan el trabajo, están en la búsqueda de algo interesante, algo nuevo para hacer circular.

No sé si haya porcentajes de las editoriales que se pierden, pero me parece que los proyectos más chicos se sostienen con la pasión o las ganas de hacer algo: una iniciativa propia y llevarla adelante. Y las grandes tienen otra velocidad, porque de alguna manera son pequeñas o medianas empresas. Pero bueno, incluso me parece que se mantienen. Algunas logran entrar a las librerías o utilizan espacios alternativos de distribución, como ferias del libro independiente, ciclos de lectura y librerías que no son de las grandes cadenas.

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Esteban Castromán e Iván Moiseeff, editores argentinos independientesFoto Ericka Montaño

El fenómeno de las editoriales independientes empezó después de 2001 con la debacle económica: “Como toda crisis muy radical también liberó en las personas, incluso más allá de lo editorial, la idea de que uno podía levantar proyectos al margen de grandes instituciones, o esperar algo de afuera. Cuando se hace eso es porque están rotos los canales institucionales, lo cual dio la posibilidad de algo liberador, de hacer las cosas con tus propios medios. Esa es una estética que en lo editorial pegó muy fuerte, la autogestión, una especie de do it yourself, no esperes algo del Estado. Fue pasar a hacer las cosas con nuestras propias manos y un poco eso lo prueban estas editoriales, donde encuentras cosas que no están en otros lados”, subraya el editor Iván Moiseeff.

Damián Tabarovsky, de la editorial Mardulce, expresa: “Jamás diría que hay un boom de la edición independiente, pero a partir de 2001 o 2002 lo más significativo que pasó fue el afianzamiento del cine argentino y de la edición independiente. Más allá no hubo cosas novedosas”.

Adriana Astutti, directora de Beatriz Viterbo Editora, dice: “Nosotros comenzamos cuando no existía el concepto de editorial independiente. Hoy hay muchísimas, pero la dispersión es muy grande. El tema de la edición independiente es muy amplio, hay sellos pequeños, incipientes, alternativos, y un montón de editoriales nuevas alternativas que hacen pocos ejemplares en papel, y parte en e-book (libro electrónico), sobre demanda o libros para una feria”.

Las desventajas de los sellos son las debacles económicas, la distribución y cómo entrar en otros mercados, añade Tabarovsky, “Como editoriales independientes tenemos menos respaldo ante las crisis económicas. En Argentina el pasatiempo nacional es la crisis económica. En cuanto a la distribución, ya lo hacemos más o menos bien, mejor que hace 20 años. Es difícil entrar a México, Chile o Colombia; y ni hablar de España, por la distancia, los costos, el pago de fletes. Algunos piensan que este problema se resuelve vía el e-book”.

Gabriela Massuh, escritora y codirectora del sello Mardulce, expresa que una editorial pequeña o independiente “tarda mucho en llegar al punto de flotación, es decir, que sus ingresos sean iguales a los egresos. No te hablo de ganar dinero. Pero es una apuesta por el futuro, por un valor simbólico.

“No sabemos qué va a pasar, porque el e-book entra muy fuerte y las fusiones provocan un descalabro editorial en el mundo de la lectura, en general, y también en Argentina. En esta incertidumbre las editoriales muy pequeñas tienen la ventaja y la desventaja de la independencia total, pero es un riesgo conocido que por el momento nosotros asumimos y pensamos mantenerlo los próximos cinco años para ver qué pasa.

En contraste con las editoriales fuertes, no tenemos las grandes aspiraciones, pues con que se venda una cierta cantidad de libros estamos satisfechos. No tenemos esa presión permanente, por ahora, pues toda etapa inicial es juiciosa en el sentido de que uno puede transcurrir sin ponerse ansioso, es decir, sin ponerse impaciente. Dentro de dos años veremos.

Hacer libros en el ámbito independiente, destaca Massuh, es el disfrute real de la edición, pues uno aprende a tolerar su propio narcisismo y el de los demás.

Los sellos Mardulce y Beatriz Viterbo Editora ocuparon en esta ocasión un módulo con otras cinco editoriales independientes: Adriana Hidalgo Editora, Caja Negra, Entropía, Eterna Cadencia y Katz, con la finalidad de mostrar la vitalidad de la edición independiente y la diversidad de su catálogo.