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A la mitad del foro

Los muertos de hambre

E

n 2009, al entregar el informe sobre los objetivos de desarrollo del milenio, Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, manifestó que mil 200 millones de seres humanos padecían hambre en el mundo; en 1994 eran 842 millones; en 2006, 873 millones. Incremento exponencial, dicen los del lenguaje técnico-científico. O apocalíptico, dantesco, si se quiere. A fin de cuentas se reproduce como la pobreza, como la indiferencia, como la caridad asistencial de las buenas conciencias.

Más de la mitad de los mexicanos sobrevive en la pobreza. Ya le dicen hambre al hambre los encargados del recuento. Pero todavía se ven obligados a clasificarla, subdividirla, a usar los métodos de la estadística. A José Stalin se le atribuye la infamia, la sinrazón de Estado al referirse al número de muertos en ya no se cuál de las desgracias que asolaron a la Unión Soviética, en tiempos de paz y durante la gran guerra patriótica contra el nazifascismo: un muerto es un drama, un millón de muertos es una estadística, dicen que dijo. En México, en las alternantes variables del tercer milenio, hemos vuelto a decirle hambre al hambre. Hubo una revolución en el siglo XX; de la rectoría económica pasamos en un par de décadas a la rectoría política de la economía. Y al borde del abismo del que habla Ban Ki-moon repetíamos, con términos a la moda, el viejo pretexto del alemanismo, el civilismo y los universitarios en el poder: primero hay que crear la riqueza y luego ver cómo distribuirla.

Ahí nos quedamos. Aunque vino la democracia sin adjetivos y el tan ansiado sufragio efectivo se tradujo en gobiernos plurales, donde la izquierda dejó de ser estigma, y sus militantes, como los revolucionarios de siglo pasado, degeneraron en gobierno. Cambios en el lenguaje, en el modo de ver a los que se acuestan sin cenar y no desayunan cuando se levantan. Las muy cristianas y muy decentes gentes de bien solían referirse a ellos como muertos de hambre. Lisa y llanamente. Pero sobrevivían. Y se multiplicaban. Con las glorias del reformismo que ofrecía acceso al primer mundo, la rectoría estatal de plano se rindió ante el libérrimo mercado. Ante el capitalismo financiero, tan duro de pelar que hoy ha transformado a la Unión Europea en involuntaria sociedad de deudores y acreedores, según frase afortunada de George Soros, uno de esos que han aparecido en las listas de Forbes.

Y a México, al cuerno de la abundancia del sueño positivista, de los científicos, de los deslumbrados por los estudios del barón Von Humboldt, en las tierras áridas del estiaje, la deforestación y el hambre. En vías de una hambruna de proporciones bíblicas. Las ricas tierras de riego sirven para cultivos de exportación. Y eso cuando no quedan incultas, por incuria o por el miedo que se ha impuesto en el país todo. Miedo como para aguantar el hambre. O para inmovilizar entidades completas, estados de la República. Hace unos años el rumor de toque de queda dictado por los delincuentes paralizó Morelos, los funcionarios públicos y los burócratas se fueron a casa antes de que oscureciera. Y el viernes pasado, en Michoacán, las amenazas y el accionar de presuntos miembros del crimen organizado produjeron pánico, suspensión de clases en 750 escuelas, bloqueos carreteros, suspensión del transporte público, movilización de grupos de autodefensa.

No hay gobierno, decíamos antes del 1º de diciembre de 2012. En Michoacán hay gobernador que ha pedido licencia, por motivos de salud. No como era costumbre en tiempos del cesarismo sexenal. Fausto Vallejo pide licencia porque ha sido hospitalizado y se someterá a una intervención quirúrgica. De un órgano que afecta al resto, declaró. En 90 días sabremos si vuelve al cargo o hay que elegir a quien concluya el ya recortado plazo para el que fue elegido. En Guerrero hay gobernador. No hay gobierno. O lo hay en el juego de azar que prometía crear riqueza para luego distribuirla. O en el escenario doble, móvil, que permitía presencia mediática, especialmente en la televisión, encuentros gozosos con las fuerzas productivas, con la sociedad, en la sombrita. Y al otro lado del espejo la terca realidad: los maestros que protestan, que bloquean la carretera a Acapulco, toman el Congreso del estado y mantienen bajo sitio a los legisladores.

Amanece y se van. Para volver. Ya no es conflicto de trabajadores de la educación en rebeldía contra el sindicato y la reforma constitucional a la educación. En Chilpancingo se gesta una coalición de protesta social; una a la que se han sumado policías comunales y grupos de autodefensa armados. Nadie se atreve a señalar el límite entre el derecho a la manifestación social y la rebelión armada. No hay gobierno. Menos mal que ya no lanzan sus gritos de alarma los señoritingos de las mal llamadas cúpulas empresariales; los que burla burlando llamaban a los maestros lumpenizados por obra y gracia de gobernantes al servicio de los dueños del dinero, los pobresores. Y se reían de los muertos de hambre. Con razón festinaron el final de la lucha de clases. Digo festinar: apresurarse, precipitarse y no festejar.

Mala hora esta del hambre y las malintencionadas confusiones. El secretario de Educación Pública precisó que no se pagaría su salario al maestro que dejara sin clases a sus alumnos, y que eso era cumplir con la ley, no reprimir y menos todavía criminalizar la protesta social. En Oaxaca, donde la ley y la palabra tienen su justo valor, Gabino Cué ha presentado iniciativas de reforma a leyes secundarias que todavía no existen. De buenas intenciones... Pero el bienintencionado gobernador ha dejado sin cobrar a los maestros que sí trabajan, a la sección presurosamente integrada para confrontar a la 22 en una de sus guerras floridas.

Luiz Inacio da Silva, Lula, vino a Chiapas. Tierra de viejas injusticias, inequidad que persiste, conflictos seculares por la tierra, por los ritos y fiestas religiosas, porque el hombre es el lobo del hombre. Y por el hambre. Enrique Peña Nieto invitó al ex presidente de Brasil a Navenchauc, municipio de Zinacantán, Chiapas, al inicio de la Cruzada Nacional contra el Hambre. De eso sabe mucho Lula. Durante su gobierno logró sacar de la pobreza a 10 millones de brasileños y sumar 40 millones más a la clase media. No es por falta de dinero, de tecnología, de producción agrícola; el hambre existe por la falta de vergüenza de gobernantes que no se preocupan por le pueblo pobre, dijo. Lula habló de las críticas a su programa de Cero Hambre:

“Mis adversarios, tanto de derecha como de izquierda, decían que el programa tenía carácter asistencialista. Decían que el presidente piensa nada más en las elecciones. Ya estaba cansado de oír a los gobernantes de Brasil diciendo: ‘Tengan paciencia’, pues decían que la economía tendría que crecer primero y luego atender a los pobres. Así que no, presidente, usted tiene que decir todos los días que los pobres no tienen por qué tener paciencia. Deben tener esperanza y confianza en su gobierno”. Y añadiría el viejo líder obrero: A los pobres les gusta pagar y les da pena deberle a alguien. A muchos ricos no les da pena nada... los pobres lo tienen a usted, no les falle.

No es poca cosa el compromiso de llamar hambre al hambre y Enrique Peña Nieto aseguró que combatir la pobreza es prioridad de (su) gobierno, que el hambre que padecen siete y medio millones de mexicanos no tiene partido, no tiene color, no tiene interés partidario. Aunque se oigan truenos de tormenta a Sotavento.