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Bajo la lupa

La guerra impensable de EU frente a China, según Australia

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Barack Obama habla a la prensa, el viernes pasado en la Casa BlancaFoto Reuters
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l excelente portal WSWS (16/4/13) divulga el reporte “Planeando la guerra impensable: la batalla aire-mar ( air-sea battle) y sus implicaciones para Australia”, del Instituto de Política Estratégica de Australia (ASPI, por sus siglas en inglés), financiado por el gobierno de Canberra.

Con antelación se abordó el concepto batalla aire-mar (La trampa Tucídides: guerra de EU por temor al ascenso de China, Bajo la Lupa, 3/6/12).

Según Peter Symonds, del portal WSWS, la estrategia aire-mar fue desarrollada ha­ce tres años por el Pentágono como parte de la política del pivote o del requilibrio en Asia de la administración Obama con la finalidad de contener a China en cada frente: diplomático, económico y militar.

Symonds advierte que en me­dio del empeoramiento de la ruptura económica global, Estados Unidos (EU) está determinado a usar su poder militar para contrarrestar su declive económico y prevenir que China se convierta en un desafío para su hegemonía en Asia y el mundo. Perdida la guerra geoeconómica, a EU sólo le queda su inmenso poderío militar que, no hay que dudar, usará ad libitum.

Ben Schreer, ex vicedirector del Instituto Aspen de Alemania, es autor del reporte ASPI y aduce que el Pentágono comienza a pensar sobre lo impensable (sic): una estrategia militar para combatir y ganar una guerra potencial contra China. ¿Impensable? Si EU se ha consagrado todo el siglo XX y el inicio del XXI a lanzar bombas nucleares (Hiroshima/Nagasaki) y a librar guerras locales/regionales/mundiales que forman parte de su sique colectiva y que constituye su raison d´être, como demuestra impecablemente Morris Berman en su muy recomendable libro Las raíces del fracaso americano.

Según Symonds, la batalla aire-mar es presentada como una estrategia de defensa (sic) contra un ataque potencial de China. ¿Cómo puede ser defensivo un ataque deliberadamente preventivo? El término estrategia defensiva del Pentágono representa su respuesta al armamentismo del Ejército de Liberación del Pueblo (ELP) de China debido a que erosiona gradualmente (¡supersic!) el dominio marítimo de EU en el Pacífico occidental.

Lo curioso es que también el ELP juzga defensiva su reacción para sortear la asfixia multidimensional de EU. Entre ambos conceptos de defensa se puede escenificar una tercera guerra mundial.

Symonds juzga que lo impensable pudiera ser catastrófico, ya que el Pentágono planea una guerra con sus portaviones, buques de guerra y misiles que devastarían la infraestructura militar china, sin necesidad de una invasión terrestre, al unísono de un bloqueo económico incapacitante (que contempla el cierre del estrecho de Malaca a la distancia, para impedir el tránsito de los barcos mercantes chinos).

El reporte ASPI admite los peligros de los preparativos de guerra contra China que sería catastrófica para la región en general, cuando Australia es económicamente dependiente de China, pero goza del paraguas militar de EU para defender sus intereses en Asia. ¿Quién se inmuta hoy en Washington de las previsibles catástrofes militares? La estrategia de EU asume que puede ser evitada (sic) una guerra nuclear, pero el mismo Schreer discrepa, ya que una campaña ciega de EU puede incrementar el riesgo de una desproporcionada respuesta chi­na, incluida una escalada nuclear.

Symonds traduce la escalada nuclear: si EU destruye la capacidad de China para monitorear los misiles nucleares de EU, Pekín puede ser forzada a desatar su propio arsenal atómico, y considera que EU usa a Norcorea de pretexto en colaboración con Japón que construye un escudo misilístico antibalístico en la región diseñado para una guerra nuclear contra China.

Los planes de batalla aire-mar del Pentágono no son teóricos, a juicio de Symonds, ya que EU ha empezado una amplia restructuración de su ejército en la región Asia-Pacífico que incluye el endurecimiento de la línea frontal de sus bases militares para resistir un ataque de misiles, además de la concentración de 60 por ciento de los activos navales de EU en Asia.

Symonds resalta que Japón y Australia son nodales para los planes de guerra del Pentágono que los designa como activadores clave cuando las bases de EU,en particular en Okinawa, son un componente clave en los planes del Pentágono para asediar los barcos de guerra y los submarinos de China.

El reporte ASPI se enfoca en las implicaciones para Australia en montar el bloqueo económico de China cortando sus rutas marítimas vitales en torno del sudeste asiático cuando 80 por ciento de las importaciones de energía de China provenientes de África y Me­dio Oriente transitan por el estrecho de Malaca.

Symonds juzga que tanto los anteriores primeros ministros, el australiano Kevin Rudd y el nipón Yukio Hatoyama, eran partidarios de EU, pero Washington no se tentó el corazón en sacrificarlos como víctimas de su nueva doctrina del pivote con el fin de profundizar los lazos militares con ejecutores políticos más idóneos y sin remordimientos. Desecha la estrategia de la batalla aire-mar como puramente defensiva (sic), ya que en la pasada década EU ha librado una guerra de agresión tras otra en Afganistán e Irak, seguidas por sus intervenciones neocoloniales en Libia y Siria, y fustiga que Obama, con el fin de socavar la influencia china en la región Asia-Pacífico, ha incendiado peligrosos puntos calientes que incluyen la península coreana, y ha fomentado otros puntos al estimular a Japón y Filipinas a proseguir en forma agresiva sus disputas marítimas con China.

Emergen dilemas económicos y paradojas nucleares en el reporte ASPI: “nadie (sic) desea la guerra, pero la estrategia de disuasión ( deterrence) sigue una lógica paradójica (sic): para disuadir la guerra y preservar la paz, el defensor debe señalar su credibilidad tanto en su intención como en su capacidad de ir a la guerra con el agresor potencial”. Symonds deduce que tal es la lógica (sic) de la carrera armamentista, de la escalada de las tensiones y el deslizamiento hacia el conflicto y la guerra.

A juicio de Schreer, el gobierno australiano no tiene alternativa sino firmar los preparativos de guerra de EU cuando sin duda se han realizado acuerdos secretos (¡supersic!) –que fueron develados por el periodista australiano David Uren –émulo de Julian Assange–, quien divulgó que el Libro blanco de defensa de 2009 del gobierno laborista contenía un capítulo secreto (sic) sobre “la capacidad de Australia para librar una batalla aire-mar con EU contra China”.

No será nada sencillo para cualquier mandatario de EU informar que China le habría superado en 2015 como la primera superpotencia geoeconómica, lo cual, a mi juicio, puede marcar el inicio formal de una guerra mundial entre EU y China, como sucedió en­tre Gran Bretaña y Alemania en vísperas de la Primera Guerra Mundial y como también da a entender Kissinger en el epílogo ¿Se vuelve a repetir la historia?: el memorándum Crowe, de su controvertido libro Sobre China, que se comentará en próxima ocasión.

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