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Ver día anteriorMartes 16 de abril de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ahora o nunca
N

unca no es un absoluto. Pero sí se refiere a plazos indefinidamente prolongados. México vive horas de una oportunidad decisiva para su futuro, que coexiste con una mezcla de crispación social y voluntades y opiniones que tiran en todas direcciones sin orden ni concierto en el tema educativo. Si bien este maremágnum no llevará la sangre al río, puede, sí, desembocar en la estación histórica en que ha permanecido: nunca se iniciará la reforma educativa. Y si nos atenemos al pasado, puede llegarse a un arreglo donde las aguas políticas vuelven a su cauce y las apariencias digan ¡logramos la reforma educativa!

Hace unos días Luis Videgaray dijo que la productividad en México ha estado prácticamente estancada en los 30 años recientes. Los funcionarios suelen barrer este tipo de gravísima realidad, bajo la alfombra. Significa que los empresarios mexicanos han debido aplastar los salarios para conservar o aumentar sus ganancias, más aún en un mundo globalizado, encarnizadamente competitivo.

Aumentar la productividad requiere inversiones públicas y privadas, e innovación tecnológica permanente, pero estos componentes son casi estériles sin una sociedad altamente instruida y capacitada. En  Posibilidades económicas para nuestros nietos (1930), Keynes escribió: “La avaricia es un vicio, la potenciación de la usura es una culpa, el amor por el dinero es despreciable… Volveremos a apreciar de nuevo los fines por encima de los medios y preferiremos lo bello a lo útil”. Esas infectas excrecencias viven hoy un apogeo, y espero también que un día prefiramos lo bello sobre lo útil. Dicho lo anterior, subrayo que una creciente humanización requiere ambos valores, y que en México muy poco hemos hecho por lo útil, entendido en su expresión mayor: ciencia, tecnología, en todos los campos del hacer humano.

Pareciera que vivimos la conspiración de los contrarios: todos juntos hacer imposible abrir las puertas de una educación que conduzca a los altos valores morales, estéticos, científicos, democráticos, que nos lleven hacia un desarrollo humano y civilizado.

Aún no se ha dicho la última palabra, somos cientos de miles de maestros los que nos oponemos a la reforma de la Carta Magna, dice un comité democrático del SNTE. La CNTE se halla en alerta máxima y lista para llevar a cabo una huelga nacional, si lo estiman necesario. Simultáneamente el Senado cuenta ya con cinco ternas para integrar el Instituto Nacional de Evaluación, frente a lo cual algunos expertos anónimos han dicho que se trata de un proceso político que orillará a los especialistas propuestos a alinearse políticamente con la reforma educativa.

Adicionalmente parecen estar ya en el Congreso tres leyes secundarias reglamentarias de los artículos constitucionales reformados, de las que sólo sabemos que son tres.

Los profesores de Oaxaca, Guerrero, algunos de Morelos, Tabasco y Michoacán –que esperan se les sumen todos los profesores del país–, haciendo marchas a diestra y siniestra –y cometiendo en algunos casos actos ilícitos menores–, y en voz cada vez más exaltada expresan su oposición encrespada a la reforma educativa. Es decir, por lo pronto luchas contra entelequias y fantasmas.

El alma de la educación es lo que ocurre en el aula. Lo que ocurre hoy ahí en México es un desastre: eso es muy principalmente lo que debe ser reformado: la relación alumno-profesor, los contenidos, métodos, modelos pedagógicos y educativos, la gestión que los profesores hacen del conocimiento que han de lograr que sus alumnos se apropien: eso es lo que centralmente debe ser reformado. Pero en círculos concéntricos cada vez más amplios, debe ser reformada la organización institucional en la que se apoya el proceso educativo; la gestión institucional de la escuela y del sistema educativo, las condiciones de trabajo en que operan los profesores; la formación de los profesores y los términos de la carrera magisterial. Sería demagogia pura sostener que cualquiera de los actores que viven dentro del sistema educativo actual, está formado intelectualmente para aportar ideas, conocimientos e innovaciones para contribuir a la reforma educativa aludida.

Los profesores del siglo XXI deben ser formados y hoy no pueden ser evaluados para nada más que no sea saber cuál es el estado del que se va a partir en cada entidad y región del país. Esta formación ha de ser ampliamente diversa porque las brechas que es preciso cerrar son muy grandes.

Un hecho educativo es un acto de libertad y creatividad. Pero no en abstracto, sino una libertad para conseguir resultados concretos. Para ello es preciso formular un currículo nacional básico, con objetivos nacionales y directrices generales. Al final de la escuela básica primaria, los alumnos deberían pasar por una evaluación nacional. Las calificaciones de este examen no tienen que ser entregadas a los alumnos, sino a las autoridades educativas para que ajusten sus programas a efecto de que escuelas y profesores alcancen los objetivos nacionales.

Las entidades federativas adecuarían ese currículo general, a las particularidades de la entidad, y aún debe quedar espacio de libertad, para que las escuelas planeen sus programas y los profesores tengan la suya para escoger las estrategias educativas que ellos crean necesarias –en el marco de los métodos modernos–, para que en conjunto todos los niveles de la educación básica estén diseñados de manera encadenada, a efecto de garantizar un aprendizaje efectivo en términos de los objetivos nacionales. De manera análoga debería hacerse con la escuela secundaria.