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Ver día anteriorSábado 13 de abril de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Hambre y manipulación
L

a vida precaria es, según la definición que acuñó Judith Butler, esa condición doble en que la vida ha sido desprovista tanto de las condiciones elementales de su existencia como del reconocimiento de los estragos que ese desproveer produce. Butler elaboró esta noción a partir de sus reflexiones sobre la intervención estadunidense en Irak. En 2006, no sólo había transcurrido una década y media de bombardeos continuos a la población civil, sino que la transmisión de imágenes de esa devastación había sido prohibida por los mandos militares. Desaparecer un acto de las pantallas televisivas equivale hoy a desvanecerlo del principio de realidad. Los estadunidenses sabían de esa guerra, por supuesto, pero nunca fueron confrontados con el dolor y la precariedad que causó a la población iraquí. El framing de la guerra, la mirada de la guerra, estuvo siempre en manos del ejército, que desde un principio quiso evitar las protestas de los sectores antibélicos de su sociedad.

Algo parecido pasa con el hambre en México. Sus cifras nunca fueron un misterio. Los censos nacionales pueden haberlas disminuido en ciertos momentos, pero nunca las ocultaron. Lo singular es que 12 años de administraciones panistas no bastaron para colocarlas en el centro de la problemática nacional. En la actualidad no es necesario ocultar un problema para negar su existencia en calidad auténtica de problema; basta en realidad con desvanecerlo de nuestro campo visual.

Sea como sea, el hambre es un dilema serio en México y afecta a porciones considerables de la población. La Cruzada Nacional contra el Hambre encabezada por Rosario Robles, actual titular de la Sedeso, se ha propuesto combatir esta grave y oscura dimensión de la sociedad mexicana. Una condición que define el primer límite de la vida precaria.

En su comparecencia frente a la Comisión Permanente del Congreso, la encargada de la Sedeso no pudo contestar prácticamente ninguno de los cuestionamientos que le hicieron los partidos de la oposición.

Incluso, en el papel, la cruzada se antoja como giro estrictamente retórico. Se trata de un programa de coordinación de distintas instancias gubernamentales que carece de presupuesto propio. Pero en el supuesto de que esta coordinación sea posible, lo que llama la atención son los (aproximadamente) 400 municipios que se han elegido para aplicarlo. Lo alimentos no se llevarán al conjunto de los municipios, sólo a las poblaciones más afectadas en ellos. Un repaso de la lista de las poblaciones elegidas para la cruzada muestra la primera sorpresa. Una buena parte de ellas se encuentra en ¡áreas urbanas! Muchas, precisamente ahí donde el PRI perdió las elecciones en los comicios pasados. La fórmula más vieja del clientelismo: votos a cambio de dádivas. Sólo que en este caso lo que está en juego es el hambre.

Hay algo de evidente y mucho de siniestro en esta economía, digamos, política. No es el hecho mismo de convertir a la vida precaria en un objeto del comercio electoral. Finalmente, si la lógica electoral redunda en la redistribución de concesiones, bien por aquellos que las obtengan. Lo ominoso es que el combate al hambre no se convierta en un objetivo fincado como responsabilidad del Estado, sino en un frente más para intercambiar consensos a cambio de manipulación electoral.

La pregunta reside acaso en cómo convertir al combate contra la pobreza en un atributo de las políticas del Estado, cómo extraerla del comercio electoral.

El programa de la cruzada se deshoja en páginas y páginas de frases huecas al respecto: apoyar a las economías de subsistencia, calificar a quienes no cuentan con educación, otorgar créditos productivos a bajos intereses, conseguir empleos adecuados... El problema es que para estudiar, mantener una economía de subsistencia, ir en busca de empleo o ir al banco por ¡crédito!, se requiere ingerir un mínimo de calorías diarias.

Existen respuestas muy sencillas y probadas. El apoyo a la tercera edad y a las madres solteras que otorga el DF es una de ellas. Son los primeros sesgos lo que en un futuro sería un auténtico Estado con responsabilidad social, un Estado keynesiano.

La Cruzada Nacional contra el Hambre, al igual que los programas de Oportunidades y Progresa no son más que la repetición del populismo más rancio de nuestro oscuro siglo XX, y bloquean, por supuesto, las perspectivas de lo que algún día podría ser un efectivo Estado de bienestar.