Opinión
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Jazz

Tres generaciones y media

C

incuenta minutos antes de la hora señalada, la gente formaba una larga y geométrica fila en el vestíbulo del anfiteatro Simón Bolívar. Ese mismo sábado (23 de marzo), amén de la oferta cotidiana en los clubes de jazz de la ciudad de México, eran los conciertos de clausura de dos grandes festivales: el Primavera en la Fundación Sebastián y el Eurojazz en el Centro Nacional de las Artes. Además, Chucho López y Joe d’Etienne llegarían con sus respectivas big bands para celebrar el inicio de vacaciones en el Jardín Hidalgo, por los rumbos de Coyoacán.

Había jazz por todos lados, pero el público de Juan José Calatayud, fiel a su memoria y a su legado, llegó puntual al concierto-homenaje que conmemoraba el décimo aniversario luctuoso del maestro. La música y las evocaciones dieron inicio y la gente siguió llegando hasta llenar el foro. Fernando Sánchez Madrid apareció acompañado por Marcos Milagres al contrabajo y Mario García Cruz en la batería; 50 años después de haber formado el trío 3.1416 con Calatayud, Fernando estremeció a los asistentes reviviendo las atmósferas de Blue rondo a la turk.

García Cruz y Milagres permanecieron en escena para acompañar a Édgar Dorantes, quien además de tocar otro de los temas clásicos en el repertorio del homenajeado, mostró una nueva composición, Remembranzas, de impresionante factura y de complicada e inmaculada interpretación. Llegó entonces Verónica Ituarte, quien con la portentosa voz de toda la vida hizo una pieza de Gershwin y se fue; entre aplausos y ovaciones la gente la hizo regresar, pero volvió a dar las gracias y volvió a salir.

Un dúo de sax y guitarra, a cargo de Alain Derbez y Manuel Viterbo, cerraría el círculo de esa tarde invocando a Jimi Hendrix; pero al final Alain invita a Ana Ruiz al escenario y, ya en trío, dan vida a The wedding, de Abdullah Ibrahim, y La boda, una bellísima canción huasteca. Estas piezas entrelazadas –que no fusionadas– son parte del repertorio Derbez-Viterbo y son bastante bien recibidas por la audiencia; pero esa tarde, con el extra de Ana en el piano, la música emergió… como un estallido, como una caricia brutal… la calidad interpretativa y conceptual de Ana Ruiz es casi sacramental. Y no exagero, sólo me emociono y doy gracias, sin entender porqué esta mujer no regresa formalmente a los escenarios.

Todos salimos mejores personas de ese anfiteatro. Estoy seguro.

Un día antes y dos generaciones después, en el Jazztival de Michoacán, fui parte del jurado en el primer concurso de jazz de ese estado. Cinco fueron los grupos finalistas, todos formados por jóvenes estudiantes de música. Taquito Time (DF) tuvo la desgracia de abrir el evento y de tener que luchar contra la cortedad del encargado de sonorizar; no obstante, la voz de Claudia Arellano sacó al grupo del atolladero. Kustan Jazz (Morelia) siguió con algunos problemas de audio, pero el trompetista los articulaba con destreza.

Rojo Jazz Collective (Guadalajara) mostró que se puede hacer música de primer nivel con unos cuantos años encima. El pianista es realmente bueno. El trompetista evidenció buen tono y afinación; con un poco de tiempo ampliará el espectro de sus improvisaciones. Ellos ganaron el concurso. Ensamble Paradise (Chihuahua/Sonora) mantenía una estupenda base rítmica, aunque de repente la flauta se iba medio tono debajo de sus cuates. Paquito Trío (DF) sonó muy muy bien; su saxofonista tiene talento y bajo y batería se articulan con solidez. Hay mucho camino por delante.

El domingo anterior a todo esto, fuimos al festival Primavera Jazz. A Matías Carbajal sólo le había escuchado un par de piezas en un programa de Animal nocturno y aquí pudimos contemplarlo en toda su extensión. El joven maestro es un compositor de buena madera; pudimos ratificar que sus conceptos se acercan con más claridad a los terrenos del rock progresivo y de la así llamada Tercera Corriente (música clásica europea con buenas dosis de jazz).

En medio del concierto apareció Ramsés Luna (Luz de Riada) como músico invitado y su aliento le dio un vuelco excepcional al quinteto. El buen piano de Matías marcaba con autoridad las rutas a seguir; lamentablemente, cuando sonaba el grupo completo, y dada la mala ecualización del sistema, el sonido del Petroff desaparecía por completo. Habrá que tomar providencias para el futuro. Salud.